¿Has escuchado esa historia de guerra y tragedia? Quizá las Míteres o los Pyrcas te la contaron cuando niño; quizá han sido tus padres… y ya la has olvidado. ¿Quieres escucharla una vez más? Ven, acércate al fuego y te recordaré lo que alguna vez fue de este lugar.

Hace muchos muchos años, cuando las divisiones no existían, hubo un continente llamado Exié. Un clan enorme conformado por todo lo que se postrase en su tierra, que se extendía por todo el continente sin hacer distinción de donde nacían o donde vivían quienes la habitaban. Solían denominarla como la utopía, o por lo menos unos cuantos.

Como era de esperarse, la naturaleza no conoce de razón, y hace solamente lo que debe hacer. Mientras en algunos lugares los árboles se extendían hasta el cielo y los lagos se perdían en el horizonte, en otros la alfombra era meramente de arena y roca. Carecían de flora y la fauna era escasa.

A pesar de no existir diferencia de trato entre los hombres, había quienes vivían la pena de haber nacido en una zona de desdicha, donde nada nacía y todo moría, seca y árida. Quienes habían nacido en los lugares agradables confiaban en que la utopía era real, y que todos eran prósperos y felices; mientras los desdichados sobrevivían bajo la cruda distopía que se guardaba para solamente los lugares más secos y recónditos.

Como era de esperarse, finalmente la guerra llegó. Seguramente no te habrán dicho toda la verdad cuando eras pequeño, no les culpes, sólo no querían que perdieses el sueño antes de dormir. Qué terribles tiempos aquellos, cuando la tierra se pintó de rojo, y nadie quedó libre de pecado. Había quienes solamente defendían sus tierras de los hambrientos invasores; y luego estaban esos invasores, que querían justicia; igualdad. Sin embargo lo único que lograban era propagar el odio, la muerte y la destrucción, alejándose cada vez más de ese noble propósito que sostuvieron en sus inicios. Y así continuó durante muchos años.

Para poner fin a dicha situación el consejo de los siete, quien en ese entonces gobernaba el continente, tomó una decisión; Exié debía disolverse. Cada uno de los seis grandes territorios se convertiría en un clan y cada clan se ocuparía de sus propios problemas. Gobernándose a sí mismos, tomando las riendas de sus propias vidas, justo como lo habían estado deseando. Los siete, indignados por las atrocidades cometidos por su gente, se alzaron y hablaron: “Hoy Exié llega a su fin. Cada territorio recibirá un nombre y será libre de gobernarse como así lo desee. No obstante, aquellos que osaron iniciar la tragedia que lleva años acechando nuestras vidas serán severamente castigados, y aquellos quienes creyeron que la vida sería más fácil bajo su propia voz, sufrirán la desdicha de conocer la verdadera desesperación.” Dispuestos a dejar a su suerte a todos aquellos que una vez fueron suyos, desaparecieron.

Al inicio todos estuvieron “conformes”. La guerra terminó y todos tenían aquello que habían ansiado; su libertad. No tardaron en darse cuenta; ahora que todos se eran hostiles era difícil conseguir los suministros necesarios. Aquellos quienes siempre lo tuvieron todo seguían poseyendo las ventajas de la madre naturaleza mientras que, por otro lado, quienes nacieron en las tierras más secas y desbastadas se encontraron con la realidad; no tenían nada. No había nadie a quien acudir ni nada que pudieran hacer para mejorar su situación. La miseria acababa con ellos, hasta empujarlos a ser lo que son hoy día; bárbaros y solitarios. Años más tarde nació el séptimo clan; el de los desterrados. Aquellos que no seguían las normas impuestas por sus propios clanes eran obligados a abandonar sus tierras e irse lejos.

¿Ya lo recuerdas? Sin duda la has escuchado cuando eras sólo un crío. La vida es dura y hay que ser fuertes aquí, uno decide si tomar lo mejor o lo peor de las cosas. Somos nosotros quienes hacemos el sendero de nuestra propia vida. ¿Estás dispuesto?