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Breathe { Priv Akagitsune }

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Mensaje por Iris Raleigh Lun Ago 22, 2016 11:49 am


Los aguaderos de madera podrida estaban secos. Apenas había gotas refugiadas a la sombra que los animales sedientos originaban. Mecían sus colas y rechinaban, incómodos y cansados por el calor. Muchos en la región morirían antes de que cayera la noche a causa de la manca de agua, comida y protección. Demasiada temperatura y desatención. Mientras tanto, dentro del coliseo la diversión explotaba en ira cada vez que un esclavo o voluntario ensartaba con su espada la piel del adversario. Eran los juegos favoritos de la Reina y, sin excepción, todo el pueblo con cierto nivel adquisitivo podía asistir a ese banquete de placer. Las gradas estaban repletas de gente que gritaba eufórica, aplaudiendo y silbando a los ganadores de las rondas. Era un torneo excitante, con veteranos que daban lo mejor de sí y novatos que morían atemorizados.

Iris estaba atenta observando. Sonreía levemente, concentrada en la arena. Se encontraba sentada en un trono acomodado, refugiado del ardiente sol por un techo de tela. A su alrededor, los guardias la cubrían por si las moscas y unas esclavas la abanicaban. Esperaba a que llegara uno de sus mejores… ¿exploradores? Akagitsune. Él era uno de sus siervos, alguien importante que siempre conseguía traer sus deseos por muy complicados que fueran. Iris confiaba en las habilidades del susodicho y de su discreción. Para fortuna o desgracia de él, nunca nada era suficiente y la rubia pretendía encargarle una nueva misión. No podía esperar a que terminara el torneo y amablemente lo invitó a que asistiera a su lado. Se preguntaba, impaciente, por qué razón aún no había llegado. Pero aquel día no podía enfadarse.

Aplaudió mientras se reía al ver cómo uno de los luchadores la saludaba, creyéndose vencedor, cuando de la nada una lanza se clavaba detrás de él, saliéndole por la garganta. Nunca nadie debía clamar victoria antes de tiempo. Su sentencia al vencedor fue la muerte, dejando que abrieran unas puertas para que se asomaran dos bestias de fuego. Eran demonios invocados por uno de los entrenadores del lugar. Bestias similares a lobos enormes. El pelaje en llamas y los dientes grandes y punzantes no eran tan aterrantes como la mirada hambrienta de éstos. Tenían tres colas y las orejas agujereadas de las cuales colgaban cadenas. Aun así, la reina apostó por el jugador.

Una mano se apoyó en su hombro desnudo y alzó la mirada hacia uno de los guardias. Le advirtió de que Akagitsune por fin había llegado y solamente asintió, dando el visto bueno. Una de las muchachas a su servicio le sonrió por cortesía, cogiendo una silla y colocándola al lado del trono. Entonces, al cabo de unos instantes, la rubia se dignó a hablar. – Llegas tarde. No sabía que quisieras participar en el torneo del Coliseo. ¿A qué se debe la demora? -



Iris Raleigh
Iris Raleigh
Reina


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Breathe { Priv Akagitsune } Empty Re: Breathe { Priv Akagitsune }

Mensaje por Akagitsune Ryūketsu Dom Feb 05, 2017 6:56 pm

BREATHE

Calor



La primera oleada de calor asola las baldías tierras de Karr, la falta de agua será notoria en pocos días y la tierra se hará polvo con cada pisada, si el calor no acaba contigo seguramente lo haga la deshidratación.  
No faltarán los días en los que los cadáveres de los más débiles y desafortunados se amontonen en cada rincón de la ciudad y con ellos, las calles y el aire se impregnarán con el nauseabundo y dulzón olor de la descomposición.

Sí, el verano ha llegado al territorio y se hará notar con toda su desgarradora crueldad.  

Demasiadas veces ha vivido esa estación que le confiere la suficiente experiencia a aquel zorro que disfruta, meciendo lentamente una espesa cola parcheada por los cambios en su pelaje, de los pocos y quizás últimos rastros de humedad entre los mohosos y desvencijados troncos de los muelles, un pequeño refugio para quienes no conocen el miedo a aquellas negras y profundas aguas del puerto.

Los barcos zarpan con un destino desconocido para el zoomorfo y otros regresan de un largo viaje trayendo consigo tesoros y posesiones de conquista. El pelo en su lomo se eriza imaginando siendo partícipe de un nuevo asalto, de una salvaje incursión en cualquiera de los territorios de Exié, ¿cuánto hace que su cuerpo no se baña en la sangre de un formidable enemigo?  


Los olores se entremezclan con la actividad del mediodía. Tierra. Sudor. Suciedad. Cada criatura emite un aroma único y exclusivo perceptivo, por ello quizás sus orejas se alzan mientras olfatear el aire. Aunque leve no tarda en reconocerlo… el inconfundible olor de quien conoce el jabón y no son muchos los pueden permitirse tan escaso bien.

... ¡Ryūketsu! ... ¡Akagitsune Ryūketsu! – Hay urgencia en aquellos gritos entrecortados por la bulla portuaria. Con pereza estira las patas arañando con sus garras la madera, las voces de aquel extraño que le llama le obliga a abandonar la comodidad de su lugar de descanso. – ¡Maldita bestia! ...  ¡Zorro Rojo!

Desandando el intrincado amasijo de maderas Akagitsune sube hasta pisar la madera del muelle, saltando entre cajas y barriles apilados. Decenas de cabezas en movimiento, gritos por doquier, los habitantes de Karr aprovechaban las pocas horas de actividad a las que podían someterse.  

Los ojos rojos de aquel zorro tardaron varios minutos en localizar al dueño de aquella voz, tanto movimiento y ruido a su alrededor nublan sus sentidos; por suerte solo ha de seguir aquel rastro aromático.


Recordará su rostro. Recordará la cara de aquel maldito siervo, si logra salir con vida de la inesperada reunión con su soberana hará jirones con la piel de ese inepto.  


Oye las ovaciones, los gritos de euforia y de dolor que provienen del interior del Coliseo, sentimientos contradictorios recorren su cuerpo; excitación y temor a partes iguales.  Con la certeza de un destino incierto atraviesa los arcos del edificio ascendiendo hasta la zona más elevada del mismo donde sendos guardias custodian el placo de la actual Reina. El hedor de la sangre mana por doquier, Akagitsune espera hasta recibir el permiso para entrar; ignora a ambos centinelas quienes esbozan la cruel sonrisa de quienes esperan verte muerto.

A su mente regresan los viejos recuerdos de aquel lugar, de un palco similar... el zorro dobla sin cuerpo en una memorizada reverencia antes de tomar asiento junto a la bella y cruel demonio. Bajos sus pies un infeliz se enfrenta a una bestia demoníaca.

Si con ello os divierto y complazco gustosamente derramaré la sangre de quien será necesario para satisfacer vuestro deseo.- Responde sin titubeos, su cuerpo y su sangre añora el éxtasis de la lucha. – El "parajillo" que mandaron para buscarme tiene, al parecer, un pésimo sentido de la orientación.

Akagitsune Ryūketsu
Akagitsune Ryūketsu
Servidumbre


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Breathe { Priv Akagitsune } Empty Re: Breathe { Priv Akagitsune }

Mensaje por Iris Raleigh Mar Feb 07, 2017 6:26 pm


Por fin había aparecido su vasallo más preciado. O, como mínimo, el más útil. La rubia había hecho un gruñido de desagrado al verle, por el rabillo del ojo, inclinarse. Rápidamente movió su diestra en círculos, un movimiento conciso para que se aturase; como un pequeño puchero. — No hagas esas sandeces, Akagitsune. Ya sabes que odio que me vengan con cuentos. — resopló y, finalmente, volvió a centrarse en la batalla. — No hay nada como un buen entretenimiento, ¿verdad? Disfruta de su conmoción. Si es abatido, saltarás a la arena para encargarte del bicho. La carne se ha pudrido y no quiero oírlo rugir de hambre. — Comentó certera y seria. El verano estaba destrozando Karr como año tras año. Cada vez, incluso, el reino quedaba más debilitado. Necesitaban comida, agua y sobrevivir a las temperaturas extremistas. Habían más muertes por déficit de calidad de vida que por asesinatos, violaciones o suicidios. En otras palabras, una exageración, contando la naturaleza de los Karr. Iris sabía que debía hacer algo por su pueblo; conquistar y ganar más territorio. Tierras habitables como la de sus vecinos. La guerra estaba al caer en su cabeza. Todo por el poder y el reconocimiento, el nacionalismo y el orgullo de toda una etnia que merecía lo mismo que los demás. Estaba desgastada, aburrida de ver cómo sus súbditos sufrían enfermedades. Un ejército fuerte y sano era lo que pedía; unas largas hileras de mercenarios fieles que lo diesen todo por su causa.

Volviendo al coliseo, el pobre hombre empezó a gritar para asustar a la bestia. Una maldita insensatez, pues el animal no hizo más que encabritarse, revolcándose en el suelo para prepararse y abalanzarse contra su presa. No tardó ni diez minutos en asesinar al hombre, despedazándolo y manchando inclusive las gradas del coliseo de sangre. Fue una carnicería digna de ver. Sonriente, la reina se levantó cuando todos los espectadores gritaban eufóricos por el festín que se estaba dando el animal. Mirando a Akagitsune de nuevo, le indicó que se levantase nuevamente. — El espectáculo aún no ha terminado. Tenemos a un voluntario, al cual tengo gran estima. Akagitsune, el hombre que todo lo ve y lo toma. Un viajero especial. Un letal servidor. ¿Quién quiere verle en acción? — Gritó aquella última pregunta, riéndose para, casi en modo de traición, empujarle violentamente a la arena; tres metros más abajo. Estaba enfurecida con él; por llegar tarde. Por no decirle desde antes que le había traído lo que ella había pedido: la flor de loto que crecía en la tierra de los llorones. Aquella planta de pétalos negros que parecían llorar.

La bestia estaba terminando de deshacer los huesos del humano gracias a la acidez de su saliva cuando levantó sus feroces ojos para observar al nuevo intruso. Rugió una vez más y levantó su cuerpo encima de sus dos patas traseras, sacandole los dientes. Iris deseaba, en este caso, que perdiese su explorador. Por impuntual; por haberla ofendido. ¡A ella, la soberana reina! ¡La única que tuvo el valor para arrasar con el anterior tirano! Le debían la vida, todos y cada uno de los habitantes de Karr. Los muertos, los recién nacidos, y los que estaban por nacer. Aplaudió tres veces y, tomando su lanza, volvió a sentarse en el trono. Una de las sirvientas lloró disimuladamente, sabiendo que lo que había hecho era similar a una sentencia a muerte. ¿Qué podría hacerle a ella, si hacía algo así a lo que consideraba su amigo? Se relamió los labios y, entretenida, quiso ver cómo se las arreglaba su compañero.
Iris Raleigh
Iris Raleigh
Reina


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