Akinon: «El Demonio Mayordomo»
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Akinon: «El Demonio Mayordomo»
©Faniahh/Lala
Desde el primer momento que decidió servir a la reina de Karr, Akinon mostró dotes excelentes en servidumbre. Cada orden es, sin duda, acatada sin protestas por más baja o sucia que sea. De ninguna forma se muestra altanero hacia la reina, pero en el caso de que se trate de otra persona, un tono sarcástico siempre se asoma en sus maneras.
Por lo general, predispone una actitud afable, noble y severa. Siempre ejecuta las tareas de la mansión con estilo y gracia, haciéndolas parecer increíblemente fáciles, siendo la realidad otra, puesto que algunas tareas son imposibles de hacer para la mayoría de razas y especies. Por ello es que Akinon no es un simple servidor, sino un excelente cumple caprichos.
Además de ser perfeccionista, y a pesar de ser un demonio, posee una personalidad lo bastante humilde ante sus proezas. Es muy educado, y se demuestra por sus comentarios elegantes y sumado a su inteligencia y ser habilidoso en casi cualquier tarea que realice.
No obstante, aunque demuestra esta apacible actitud frente a la reina y al resto de seres (demostrando con ello una excelencia a la hora de imitar a la perfección la personalidad y emociones de los seres casuales del reino), en realidad Akinon es un demonio frío, cruel e indiferente, el cual no dudará dos veces para hacer su voluntad con tal de cumplir las ordenes de la reina. Sólo la reina conoce su verdadera personalidad, pero por el contrato que tiene como cumple caprichos, jamás actuará en su contra.
A veces se demuestra la capacidad de Akinon a la hora de ser sarcástico, además de ser indiferente a muchas cosas. Si la vida de la reina pendiese de un hilo, se mostraría irónico, pero haría igualmente su trabajo. Es alguien con un sentido del humor algo sádico, llegando a poner la vida de los demás en peligro solo para su entretenimiento, sin mostrar remordimiento alguno.
Gustos:
- Té
- Baile
- Gatos
Disgustos:
- Perros
- Que no le salgan las cosas como desea
- Los colores vivos
Como habilidades Akinon hasta el momento no ha demostrado más que su increíble agilidad (propia de demonios) a la hora de combate y de realizar movimientos inhumanos. Posee reflejos distinguidos, un equilibrio perfecto y coordinación impecable.
Poderes: Se pondrán más adelante.
Debilidades:
- Aunque ama a los gatos con toda su alma, estos son considerados una gran debilidad para él. Pueden desviar su atención y poner en riesgo incluso su integridad.
- Los ángeles le causan gran estrés. No tiene nada que ver por sus propiedades, simplemente los ve como inferiores y este sentimiento le desconcentra, por lo que no actúa con la misma sensatez que con el resto de criaturas.
- Su debilidad más grande es, sin duda, la existencia de la reina a la quien juró servidumbre. Si por alguna razón la reina fuese raptada o se encontrase en una situación comprometida, esto sobrepondría (aunque sea por segundos) la actitud tranquila y calculadora de Akinon, por lo que sus movimientos y pensamientos no tendrían la misma exactitud.
Armas: Suele usar tenedores y cuchillos de plata de la mansión.
¿Cómo definir a un demonio? ¿Cómo definir, desde la perspectiva de un dragón —o cualquier ente ajeno a un demonio—, a un ser que no pertenece al entorno de lo moralmente correcto? ¡Es imposible! Es, desde todo punto de vista, ridículo. Y es por ello, que las personas han dejado de preguntarse cómo es que una entidad de tal calibre —o del calibre que sea—, exista en el mundo. Por supuesto, la pedantería de creer que el mundo es para los moralmente honestos, es la que ha apartado a estos mismos de su pedazo de paraíso.
Por ello —y por toda lógica ahora sustanciada— que toda criatura en la tierra ha sido estudiada con el mismo afán. Pensar que lo moral o inmoral es la cúspide de la evolución es, simplemente, estar corto de mente y de todo raciocinio. Las criaturas son, pues, una nada circundada por, e indigente de, un ser separado de las criaturas, una nada capaz de potencia independiente, henchido de una función pura, si así lo desea.
Se vio Akinon arrastrado a reflexionar con súbita y una tanto amarga tristeza. ¡Pero qué contados son los hombres y mujeres que lo desean alguna vez o que, incluso deseándolo, saben qué desear y cómo desearlo! El recto conocimiento apenas es más raro que la mantenida buena voluntad de obrar sobre él. De los pocos que buscan a los siete—como un espíritu supremo capaz de salvar el alma—, la mayoría de ellos sólo hallan en su ignorancia reflejos tales como los que proyecta la propia porfía en la forma de las batallas, los siete del pueblo elegido, los Fiadores de nuestras oraciones, los Salvadores.
¡Tan absurdo pensar condenó al antiguo régimen de Karr! ¡Ah, y de qué manera!
Observó la caída relamiéndose la comisura de los labios.
«De la soledad uterina surgimos a la soledad de la tumba. Nos esforzamos por aminorar dicha soledad. Pero propincuidad no significa nunca fusión. El reino más poblado sólo es una aglomeración de soledades. Intercambiamos palabras, pero las cambiamos de celda a celda, y sin tener la más mínima esperanza de que signifiquen para los demás lo que significan para nosotros. Las sociedades buscan dualidad, casamiento. Con ello ganas dos soledades en vez de una; procreamos hijos y las soledades aumentan en número. Insistimos en el acto amoroso; pero en esto, una vez más, la propincuidad tampoco significa fusión. El más íntimo de los contactos sólo lo es de superficie, y copulamos del mismo modo que yo he visto copular con las rameras a los condenados presos en la Fortaleza de Karr; por entre los barrotes de las prisiones. El placer no se comparte; lo mismo que el dolor, sólo se experimenta o se inflige; y tanto cuando ofrecemos placer a nuestras amantes como cuando brindamos caridad al necesitado, no lo hacemos para retribuir al objeto de nuestra generosidad, sino a nosotros mismos. Pues la verdad es que nuestras bondades tienen el mismo motivo que nuestras crueldades: el de aumentar la sensación de nuestro poder. Y esto es lo que hacemos constantemente, aunque el obrar así sea causa de que nos sintamos más solitarios cada vez. La verdad de la soledad es no sea por el olvido, por la estupidez o por la ilusión. Pero la soledad de un hombre es proporcional a la sensación y a la realidad de su poder. En cualquier circunstancia, cuanto mayor es nuestro poder, tanto más solitarios nos sentimos. Y yo he disfrutado de mucho poder en mi vida.»
Bastante había sido el tiempo en el que vagó sin meta más que la de sobrevivir un día más, o así fue hasta que vio el surgir de la nueva reina de Karr. Un ser que robase su atención en un collage de situaciones con los que su vida cobrara un nuevo soplo de energía.
Poco le importaban sus propios deseos, pues, en su obrar residía el anhelo de ver surgir un pueblo distinto, uno en donde el poder sea el del más fuerte, quien, en su designio más pleno derrita la realidad y la moldee a voluntad. Alguien con el talante, con el deseo capaz de escribir en la hoja del destino.
Accedió a servirle a la Reina. Trabajó como mayordomo sin más deseo que el de sobresalir ante sus ojos. Realizó todo lo posible, mató sin rechistar, sin preguntar... sin pensar. Todo era poco para su Reina, para sus designios.
Sí, ella era su elegida. Habían pasado centenares de años desde que había perdido de vista un alma tan particular, un alma capaz de conmover su extraño proceder. Un alma imbuida en el ardor de la pasión, capaz de dejarse llevar por sus instintos, por su avaricia, por sus celos. Un alma, a fin de cuentas, libres de cualquier atadura moral a la que las personas —sean de la raza que sean— estaban acostumbradas a atarse.
¡Y por qué un alma tan salvaje iba a dejar que esas ataduras enjaulasen sus designios! ¡Ah, qué hermosa criatura!
Se mostró como el mejor mayordomo de la servidumbre general al principio del reinado; y así fue hasta que mostró la habilidad suficiente como para pertenecer en la orden de cumple caprichos.
Había hecho un juramento más allá de las palabras. Había comprometido su mera existencia a la protección de la Reina. Existía para proteger, respiraba para servir.
Y él era feliz. En todos los años de vida jamás había visto un ser semejante, un ser capaz de revolucionar toda una civilización, un caos tan organizado. Sí, debía estar a su lado y suministrar los mejores consejos, el mejor apoyo posible al espíritu tan hermoso que albergaba el reinado más cruel antes visto...
Akinon
Re: Akinon: «El Demonio Mayordomo»
¡Felicidades y bienvenido oficialmente a Partem Septem! ¿Verá la reina algo más que un simple lacayo en él? ¡Puedes empezar a rolear!
Lýkai
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