El caos, el mismísimo caos. —Privado Ishaq.
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El caos, el mismísimo caos. —Privado Ishaq.
Estaba estresado. Llegó el momento de la partida de su hermano, y se vio nervioso en el momento en que los niños se despedían de su hermano y luego miraban a Tori. Según la posición del sol, se daba cuenta de que era hora de alimentar a los niños. Entre todas las mini guerrillas, juegos, y otras tantas cosas que hacían los críos, apenas y podía caminar. Cada paso que daba había tres o cuatro criaturas peleando, rompiendo cosas, lanzando piedras, jugando con palos. Les quitaba lo que parecía más peligroso, pero era demasiado.
Desde fuera del comedor se escuchaba la revuelta que tenían todos ahí adentro. Otros Pyrcas se asomaban, pero por supuesto estaban demasiado ocupados cuidando a sus propios niños. De cualquier modo, nadie querría acercarse ahí, bastaba con escuchar a todos para querer salir corriendo en dirección contraria.
—¡Estense quietos! —Gritó cuando se le colgaron unos montoneros a los brazos y las piernas. —¡No puedo cocinar si no se mantienen sentados!
Pero era imposible. Él era bueno para hacer obedecer a los niños, no obstante, eran demasiados, y veían a Tori como el tirano que debían derrocar en ese mismo instante. El pyrca cocinaba como podía, si es que podía.
©Faniahh/Lala
Última edición por Tori el Sáb Ago 19, 2017 9:50 pm, editado 2 veces
Tori
Re: El caos, el mismísimo caos. —Privado Ishaq.
Una lástima que cuando arribó a la Aldea Pyrca, él no estuviese ahí… ¡Pero era aun peor y más lastimosa la situación que se le presentó! —Oeee, Aleks, ¿Qué pasó con Lidag? ¿Dónde está? —sólo estar presente en ese lugar le provocaba un estrés sin precedentes. No tenía ni cómo negar algo que era tan evidente. Niños de todas las edades por aquí y por allá, yendo a un lado y luego arribando en el otro para después, tirarse a sus piernas y hacerle preguntas como “¿Por qué eres tan delicado?”, “¿en serio eres un guerrero?”, “¡Pero los guerreros son grandes… Y fuertes!”, “¡Tu te ves muy debilucho!”, ughr… Demasiado críos como para responder a tantos cuestionamientos —Llegas un poco tarde, princesa —ya le venían dando igual todos los insultos que le hacían llegar—, jaja, sabes que bromeo —una broma de esas varoniles— se le escapó un niño, ninguna novedad, ya sabes como es Lidag, de todas formas no debe tardar en llegar, espera allá —apuntó a una de las chozas, sin tener en cuenta del infierno en el que iba a aterrizar…
Avanzó y… Miró...
Tori.
Niños.
Llantos.
Gritos.
¡Críos aquí y luego más críos allá! Ay no, no quería, en serio que no quería… —Um, hola Tori… —lo saludó sin muchas ganas ¿Relación negativa? ¡Para nada! Pero... Solo había que ver el momento que se le presentaba—, aghr, ¿necesitas ayuda? Aunque no creo poder ser de mucho apoyo, sabes que los niños se me da algo… —y un chamaco comenzaba a subirse por su pierna mientras que otro daba de brincos para jalarle su perfecta cabellera— ¿Eres una chica? Ew… A mi me dijeron que las mujeres eran bonitas… —alejó a uno de los niños y caminó hacia el hombre con las rastas—. Odio a los niños —pero comenzaba a acostumbrarse a ellos, aparte, era un hermano en apuros ¿Cómo hacerle el feo? Bueno, sí, que era sencillo… Sólo había que ver a todos los pyrcas allá afuera evitando la situación, pero el corazón de Ishaq no permitiría darle la espalda—, te ayudo con la cocina y tu los mantienes alejados de mí, no quiero bichos en mi cabeza ¿Entendido? —tomó una liga y amarró su preciada cabellera antes de que los piojos invadieran sus hebras.
Ishaq
Re: El caos, el mismísimo caos. —Privado Ishaq.
Tori casi suplicaba por un ángel que viniese a salvarlo, y seguramente golpearía a algunos compañeros, incluido Lidag, por abandonarle con tantos niños ahí sólo. De cualquier modo, los rezos del pyrca fueron escuchados cuando la voz de uno de sus compañeros fénix llegó en su rescate.
—¡Princesa! —Sí, por más bueno que fuese el pyrca no podía dejar pasar la oportunidad de llamarle por ese apodo que el hombre afeminado había adquirido desde hace muchos años. —No tienes idea de lo mucho que necesito ayuda, eres como mi ángel en este momento hombre. —Decía mientras un par de críos le trepaban por la espalda y la pierna, y como otro más le jalaba de las rastas, mientras uno más joven tiraba de sus aretes de rubí. —ARGH. ¡Esténse ya!
—¡Oigan, no sean insensibles! No es una mujer, burros. —Pero ninguna reprimenda parecía ser suficiente para aplacarlos. Le miró acercarse, y trató como pudo de que los niños no se le echasen encima. —Sé que los odias... —Suspiró sin más, sosteniendo a un pequeño especialmente inquieto por los cuernos. —Pero te recuerdo que fuiste uno, así que trátales con cariño, que también son tus hermanos. ¡Y entendido! Yo los niños y tú la cocina. Te debo una muy grande, mujer. —Acto seguido le soltó una nalgada dura y retiró a los niños más inquietos.
Pero por supuesto era más sencillo decirlo que hacerlo, esos niños eran una tremenda bola de problemas. Mientras Ishaq tranquilamente buscaba las vasijas, Tori se partía en mil pedazos, separando a los de 14 años, que ya eran considerablemente más fuertes. —¡Si van a pelear que sea fuera de la cocina! —Levantó a uno de los revoltosos y lo dejó caer de espaldas contra algunos cojines, sólo para separarlos. Por suerte Tori tenía un entrenamiento mayor al de un pyrca, ya que en un principio iba a terminar siendo un guerrero. Contener a todos esos mocosos requería más que paciencia; requería fuerza bruta, mucha.
No tuvo más opción que sacar a la fuerza a los de 14 años, muchachos que arrastraban los pies en el suelo, le agarraban y rasguñaban donde podían, y le jalaban las rastas al pobre elemental. —¡Leo, hazte cargo de estos monstruos! —Ya era suficiente. El pyrca nombrado, sin más opción, hizo lo que pudo para llevarse a los más grandes. Ahora quedaban todos los de diez años para abajo. —Ishaq, pon leche a hervir, casi es hora de darles mamilas a los bebés. —Quien dijo que ser un pyrca era sencillo, no sabía lo que decía.
Tori
Re: El caos, el mismísimo caos. —Privado Ishaq.
¿Cómo podía a alguien gustarle tanto los niños? Sólo de estar ahí tenía la piel erizada, aunque también le daba un poco de envidia todo ese encanto que tenían con los críos… Pero bueno, ya para esos momentos empezaba a dar igual. —Siempre he sido tu ángel —le dijo con un pequeño guiño mientras que esperaba las indicaciones; en lo que estaba con eso veía la comida para los más grandes, asegurándose de que no se quemara ni estuviera demasiado caliente, aunque tal vez una buena quemadura era lo que esos críos necesitaban — aunque no parezca los trato con cuidado, que he avanzado y ya soy capaz de cargar a los bebés —sí, tenía incluso “clases” con Lidag para tratar mejor con esos pequeños demonios. Se esforzaba y todo — para con el mujer en frente de ellos —de poder gruñir lo hubiera hecho sin problemas. — Ah, pobre Leo, siento lástima por él…
En serio que los pyrcas tenían una vida de lo más complicada, eran de admirar — Leche a hervir, entendido —tomó una pañoleta y la posó en su frente, secándose de paso el ligero sudor que se posaba sobre su frente. Tomó un poco de la leche que había en una gran olla y sacó un poco de la misma, depositándolo en otra. Prendió la llama y miró a su alrededor, buscando las mamilas — ¿Dónde están las mamilas, Tori? —cuestionó mientras que se arrodillaba hacia uno de los cajones, empezando a curiosear — ah, olvídalo… Ya las encontré, ¿cuántas necesitas? —pero, para la desgracia de Ishaq, un bebé empezó a llorar…
Y a Tori se le veía taaan pero tan ocupado separando a los críos…
Y el bebé llorando… Y había más bebés a su lado…
Ughr, odiaba esto. Bajó un poco la llama de la olla para que no se descuidara y terminara por estar muy caliente. Seeeeep… Ishaq terminaría por hacer aunque sea el mínimo de esfuerzo para poder calmar al crío que amenazaba por llorar. Le cargó entre sus brazos, recordando cada una de las indicaciones que le había dado su amigo, aunque estaba un tanto paranoico por el hecho que por nada del mundo olvidaba, “sostén bien su cabeza”. Sentía que podía matar al pobre pequeño si no lo hacía como debía — Em, ¿qué pasó bebé? —eso de hablar con criaturas que para él no era ni pensantes estaba cabrón… — ¿Por qué lloras? —regresó a la cocina mientras le movía a la leche, teniendo a la pequeña criatura apoyada en su brazo y pecho. El llanto había empezado a cesar, parecía ser que sólo quería un poco de atención, sin embargo, el corazón del pobre Ishaq iba a mil por hora — Tori, sólo con este niño siento que me dará una taquicardia… Mald —estuvo a nada de decir maldito, pero se contuvo. Estaba frente a niños—. No, no, deja tu la taquicardia… El campo de batalla es un campo de flores a comparación de… Esto…
Ishaq podía ser un hombre bastante atractivo, delicado y sobretodo, encantador, de esos que te embelesa con sus historias y anécdotas, pero… ¿Quieres verlo completamente indefenso? Pues helo aquí con su mayor debilidad…
Ishaq
Re: El caos, el mismísimo caos. —Privado Ishaq.
Rió ante los últimos comentarios del otro. Respiró hondamente viendo al bebé en sus brazos que, aunque aún no estaba tranquilo, ya no chillaba. Recordaba el coliseo, los guerreros toscos, grandes, todo el sudor y sangre que manchaban el suelo, y la constante supremacía y necesidad de todos por estar en la cima y tener el poder. Y luego estaban todos esos niños, hiperactivos, toscos, descuidados. Definitivamente ser pyrca era uno de los trabajos más comunes que un roar pudiese tener. —Sí, me alegro que veas que estar aquí no es nada senc... —Fue tacleado por un par de niños de diez años. No cayó al suelo, pero sí se estampó en la pared tirando un par de sartenes. —¡Les dije que se estuvieran quietos! —Tomó a uno por el brazo y al otro por uno de sus preciosos cuernos enroscados, y los jaló a ambos hasta pegarlos a una de las esquinas de la habitación como castigo. —¡Y quédense ahí o no habrá cena, se los juro!
Suspiró, jalando a algunos niños de las orejas para aplacarlos, levantando de su siesta a los más pequeños y mirando que los bebés estuviesen bien. —Mnh... te vez tan adorable aquí... pareces tan frágil. —Claro que sabía que Ishaq se sentía indefenso así, era como su debilidad. —Es adorable. —Bromeó con él, riendo un poco. Sacó la vasija de leche del fuego y con cuidado comenzó a servirla en las mamilas, indicándole que le siguiese. —Ayúdame a alimentar a los bebés. Para hacerlo es preferible que estés sentado. Tú sólo inclina un poco la botella y ellos se encargarán del resto. Hazlo así hasta que cada uno se termine media botella.
Se sentó en el lugar designado para eso y le pasó un biberón listo, agitando otro para Ishaq viese como y luego tomando un bebé, comenzando a darle de comer. Eran tan tiernos.
Tori
Re: El caos, el mismísimo caos. —Privado Ishaq.
Pffffff, al demonio la seriedad. El varón soltó una risotada en cuanto vio que la cara de Tori se azotó contra la pared. Trato de controlar su risotada al instante porque, a fin de cuentas, se suponía que el elemental era la autoridad ahí, ¿qué imagen obtendrían de él si se estaba burlando de su padre? ¡Ayyy! ¡Pero es que se había visto tan gracioso!
No, Ishaq, tranquilo y controlado. Mordió su labio y volvió a calmar al pequeño que estaba entre sus brazos. — Cierra el hocico, Tori —amenazó un tanto malhumorado, a ver, que era un chico delicado en apariencia, sí, pero le desesperaba que le atacaran con su mayor debilidad: los críos. En serio, no exageraba cuando decía que eso era mucho más complicado que estar peleando contra desconocidos. A fin de cuentas, cada quien tenía sus fuertes y sus especialidades. Siguió al chico y tomó la mamila que le extendió, checando que la leche de las mismas no estuviera demasiado caliente. Había aprendido una que otra cosa gracias a sus amigos, así que era momento de aplicar todo lo conocido—, ¿cómo es que no se ahogan? —preguntó con curiosidad mientras que se sentaba con el niño en brazos. Posó el biberón en sus labios y al instante empezó a comer… Así que tenía hambre y no deseaba atención… Que curioso—, ¿y cómo es que luego nosotros perdemos esa habilidad? Si yo tomo agua acostado corro el riesgo de morirme, y no porque sea un fénix —dijo con una pequeña risa—, a veces estos críos son demasiado fascinantes… Hablame un poco de ellos, ¿cómo se llaman? —los bebés le agradaban más que otras especies, digo, edades. Le parecían los más fáciles de cuidar— ¿y cómo cuántos niños están bajo tu cuidado? Y… Por cierto, ¿cómo has estado? Teníamos tiempo sin hablar… Creo que debo agradecerle a Lidag su descuido, teníamos mucho sin hablar con paz.
Ishaq
Re: El caos, el mismísimo caos. —Privado Ishaq.
Recordaba un poco aquellos tiempos cuando ambos eran cuidados por Pyrcas. A pesar de que cuando Ishaq tenía 14 años Tori apenas tenía siete, tuvieron algunos buenos momentos. Riñas, juegos, travesuras, peleas por objetos o comida extra, además de que en ese tiempo Tori se veía siendo un guerrero, así que no perdía oportunidad para enfrentarse a alguno de sus hermanos.
Al mirar de reojo al guerrero mientras los niños comían, pudo darse cuenta lo mucho que habían crecido y que ya no eran niños, sino hombres. Suspiró por la nariz, lenta y silenciosamente mientras dibujaba con las pupilas su figura casi femenina. Entrecerró los ojos, aunque reaccionó cuando el otro volvió a hablar. Parpadeó un par de veces y antes de contestar observó de nuevo al bebé que comía en sus brazos sólo para asegurarse de que no tomase más de lo que le tocaba. Quisiera darle más de comer a sus niños, pero si lo hacía no alcanzarían todos.
—Sí, son una maravilla inexplicable... —Susurró. —A veces también me pregunto como pueden hacer tales cosas, quién les enseña como mamar del biberón, o quien les enseña a pujar para ir al baño, entre algunas cosas. Lo único que puedo pensar después de es es que nuestro padre es sabio y les enseña todo antes de expulsarlo en sus rocas volcánicas. —Miró de reojo por la ventana que tenía vista hacia su progenitor; aquel maravilloso volcán.
Sin más separó la mamila en cuanto llegó el niño a la mitad de la botella, y le cargó en vertical comenzando a darle palmadas en la espalda, señalándole con la mirada a Ishaq que hiciese lo mismo, y de pronto, el niño eructó. Entonces sonrió y lo dejó en un lecho, tomando al siguiente y dándole de comer.
—Bueno, decirte el nombre de todos sería tan tardado, pero puedo decirte algunos. El que tienes en brazos se llama Carter, este pequeño en los míos es Huno. No sé si lo recuerdes, pero somos nosotros quienes les damos nombres. Hay pyrcas que les ponen más de un nombre, pero ya que mi pyrca y tutor siempre pensó que sólo uno sonaba mejor, yo sólo les pongo un nombre a los bebés. Es... extraño ponerle nombre a una vida nueva. —Sus mejillas morenas se pintaron suavemente de un rosado, y él sonrió. —Aprenden a caminar pronto, y tardan un poco en hablar, aunque ambas cosas dependen de sus razas. La mayoría de ellos dicen querer ser el nuevo Dyn cuando sean grandes, y algunos son tan fuertes como los adultos. Esos son los más problemáticos. Ahora... no sé si lo sepas pero... en Roar existen los tritones. —Frunció el ceño y apretó los ojos por un instante como si algo doliese. —Pero siempre nacen muertos... —La voz de Tori tembló al pronunciar aquella última palabra, y rápidamente se talló los ojos con una mano, mientras cuidaba al nene en la otra. —El volcán es demasiado caliente, y su raza no les permite soportar eso. —Aclaró su garganta y le hizo al guerrero un signo de que le diese un momento con la mano, y se cubrió el rostro por unos instantes.
La manzana de adán bajó lentamente cuando tragó grueso, intentando relajarse. Respiró hondamente, sinceramente olvidándose un poco de las siguientes preguntas que le hizo su hermano.
Tori
Re: El caos, el mismísimo caos. —Privado Ishaq.
—Hey… Tranquilo, no debes esconderte detrás de esa mano —murmuró con suavidad mientras se acercaba a él, de no ser porque tenía a un niño en brazos lo hubiera abrazado, pero en vista de que ambos estaban en la misma situación no podía hacer eso. Le dio un suave mimo en la mejilla y sonrió un poco, no burlón, para nada, sino… ¿Encariñado? Le parecía maravilloso que pudiera derramar lágrimas por algo como eso. Él no era esa clase de persona, así que, ¿Por qué no pensarlo? En parte lo envidiaba. Ser capaz de dejar salir tus penas sin miedo a la critica… Envidia. Sin embargo, no lo pensó de una forma negativa ¡Para nada! Podía notarse el amor desbordando a través de su mirada. No le gustaba verlo de esa forma, pero ¿Para qué lamentarse? No había nada que pudiera hacer al respecto. Lo único que era capaz de llevar a cabo era darle apoyo moral, pero ¿Una clase de intervención? En lo absoluto. Con los años que había pasado en la milicia, un pensamiento prevalecía en el pensamiento del fénix: nadie puede librarse de la naturaleza, todo terminaba por rebajarse a la supervivencia del más fuerte ¡Pero vamos! No es como si fuera a llegar a decirle eso, él no era esa clase de criatura insensible —¿Tori necesita un besito? —dijo entre risas, tronando un beso en su frente sin dobles intenciones—, algo he aprendido de ustedes los pyrcas, los besos curan las peores heridas. Anda, sonríe antes de que tus bebés acaben por preocuparse por mamá, digo, papá Tori.
¿Hacer menos el problema del elemental? Para nada, pero no quería verlo decaído— ya que parece ser que estaré un buen rato por acá, ¿Qué comeremos? Espero que no sea papilla, Lidag es lo único que me da, seguro que tu podrás consentirme más —y le guiñó un ojo, retirando el biberón del pequeño y empezando a sacarle el aire con unas pequeñitas palmadas—. No te negaré que son tiernos… Carter, suena muy del norte, ¿En qué te basas para llamarlos? —debía aminorar el ambiente.
Ishaq
Re: El caos, el mismísimo caos. —Privado Ishaq.
Todos siempre le decían que no pensase en ello, que lo dejase y que era inevitables. Que no había nada que hacer y que lo mejor que podía hacer el pyrca era concentrarse y no afligirse por cosas de la naturaleza. Después de todo, esta era muy sabia, ¿no…? ¿No?
Siendo débil por unos instantes, los delicados y afinados dedos de aquel guerrero fueron todo un tibio reconforte para el débil hombre. Sin poder evitarlo y en el momento, con todos los sentimientos encima, tuvo que cerrar los ojos, y al suspirar con pesadez empujó su rostro contra los dedos él mismo buscando algún consuelo. Tragó grueso, estático por instantes. Esa tibieza en el otro era lo que hacía que todo roar en el Clan adorase a ese hermoso hombre, contándole a él. Había que ser sincero. No conocía hombre que no hubiese querido algo con él.
Rió aún un poco sentimental en cuanto el otro le hablaba, asintiendo en corroboración a lo que le decía Ishaq. Sí que estaba sensible, y sí que un beso le vendría de maravilla, donde sea. Entreabriendo los ojos se estiró un poco, al tiempo que él se acercaba y las tibias pieles del elemental, justo en el centro del entrecejo, recibieron aquel afectuoso y reconfortante mimo que le hizo suspirar una vez más. Sus mejillas estaban húmedas, pero por lo menos el llanto había cedido, evitando futuros roces mojados ahí. —Ya estoy más que bien. —Susurró el menor, asintiendo una vez más para asegurarle que sería más fuerte.
Así fue como sus ojos volvieron a los de su hermano, aunque aún húmedos y brillantes. Luego miró al niño entre sus brazos. Estaba por terminarse aquella segunda mitad de la botella.
En cuanto la botella estuvo vacía y la dejó un lado, siguió a Ishaq que parecía aprender rápido, haciendo que su propio bebé se acomodase bien en su hombro y dando palmanditas amorosas que buscaban sacarle el aire que tuviese. Pensó un poco, queriendo ser considerado con el hombre que le acompañaba. Sabía perfectamente que el guerrero no se llevaba del todo bien con los bebés, pero intentándolo era más que suficiente para hacer que Tori estuviese orgulloso. —Comeremos sopa de borrego. A los niños les fascina porque tiene carne. —Le señaló a lo lejos una olla hirviente, donde se cocía el platillo en cuestión. —Y en cuanto a eso… no estoy seguro. A veces los nombres simplemente llegan a mi, en otras ocasiones espero a ver qué razas son o qué rasgos especiales tienen, y a partir de eso les doy un nombre.
Tori
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