La naturaleza es caprichosa — Shea O'Sullivan
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La naturaleza es caprichosa — Shea O'Sullivan
Justo cuando realizó el sonido más similar a una águila, uno de estos preciosos ejemplares voló hacia ella y dio unas cuantas vueltas alrededor de la ninfa, acompañándola en su canto. Detuvo el llamado y extendió su brazo hacia el animal, sonriendo con calma al observar la belleza del ave ¡Siempre tan magnífica y tan señorial! Realizó una reverencia hacia la particular especie mientras sonreía, recibiendo un gesto similar por parte del animal; demasiado encantador. No le importó que hubiera sido rasguñada ante aquellas colosales garras, ¡ni siquiera demostró una reacción de molestia! Estaba maravillada ante lo que la tierra siempre le otorgaba.
Tan risueña, tan joven y tan resplandeciente. A primera vista, Amédée parecía una núren más. Aprovechando la soledad que le otorgaba la zona, la señorita se deshizo de su capucha y avanzó en hacia el oeste, justo de donde la fresca brisa provenía. Sin embargo, ¿Por qué la sabia se encontraba de incógnito en esos lares? La respuesta a ello es sumamente sencillo, porque gustaba pasar tiempo a solas, estar en contacto con la flora y fauna, cantar y bailar sin que nadie le observara… ¡Oh! Que sus intenciones no sean malinterpretadas, Amédée no es la clase de líder que aborrece el contacto o el ser observada, eso queda evidenciado ante sus actitudes cotidianas; lo único que en esos momentos anhelaba era tiempo para ella solita. Esa vez era una de esas contadas ocasiones de las que descendía del núcleo para simplemente, apreciar con calma la naturaleza. Le gustaba bajar y poder ser partícipe de todo lo que tomaba lugar en frente de su mirada e incluso, ser sólo una parte más de todas esas ecuaciones tan complicadas que se llevaban a cabo entre la flora y la fauna. Si bien tenía una belleza que para muchas no podía pasar desapercibida, eso era algo que arreglaba con la magia de una simple tela encima ¡Eran raras las ocasiones en las que alguien le hablaba una vez que vestía de tal forma! Así fue como bajó sin preocupaciones ni mucho menos interrupciones hasta que, sin problemas, arribó al bosque que conocía de memoria y en donde al parecer, daba un concierto único para la naturaleza, ¿Cuántas veces no se había perdido de niña? ¡Era tanta la nostalgia que la atacaba! Cada que descendía siempre eran los mismos pensamientos que le atestaban, pero no por eso se aburría como muchos pensarían. La vida era un ciclo.
Avanzó por una de las zonas más desoladas y se deshizo del calzado que esa particular mañana portaba; la cogió entre sus manos y con el ave de compañía empezó a caminar por las raíces de un árbol, manteniendo su sonrisa llena de gracia mientras que en un suave cantar se comunicaba. Percibía una presencia cercana a ella. Avanzó en dirección a la misma y no tardó en divisar a un hombre que imponía sólo con su presencia ¡Ay! ¡Y justo estaba por arrancar una planta! — ¡¡Espera!! —alzó la voz, provocando que el ave se retirara de su brazo y volara al árbol más cercano. Teniendo el calzado en manos se apresuró a llegar a donde el varón se encontraba. Sus ojos se toparon con los del otro y se agachó para ver que la planta estaba en perfectas condiciones — si quieres usarla como una planta medicinal tienes que pedirle permiso antes —empezó a hablar, aunque no lo hizo a modo de reprimenda, sino buscando enseñar—, de lo contrario no soltará las propiedades curativas para que sea de provecho porque las pequeñas se indignan... —al decir esto permitió que una risita saliera de sus labios. Las plantas le parecían adorables con esos métodos de defensa. Limpió la sangre de su brazo ante la herida provocada por las garras de la águila y se puso de rodillas ante esa pequeña flor—, ¿me permitirías una de tus hojas para curar mi herida? —como si de una clase de magia se tratara, la hoja cayó al suelo, provocando una amplia sonrisa en la sabia—, gracias preciosa —y así se puso de pie, empleando la resina de la misma hoja en sus heridas, ¡tenía más de lo que parecía—. Un placer, joven viajero, mi nombre es Sitara, ¿Hay algo en lo que le pueda ayudar?
Amédée Sitara
Re: La naturaleza es caprichosa — Shea O'Sullivan
Las preparaciones para ese gran y devastador acontecimiento empezaba un mes antes de la llegada de las amplias y extensas nubes negras, en ocasiones incluso dos meses antes. Los médicos se juntaban y preparaban equipos, juntaban recursos, buscaban voluntarios y reunían medicinas. Aquellos procedentes de Torava, quienes tenían las tecnologías más avanzadas compartían sus nuevos conocimientos con los demás, mientras cada cual independientemente aportaba su propio granito de arena.
Por su parte Shea hacía ya varios años que era buen amigo de una joven a la que veía unicamente cuando se reunía la organización; una mujer de Nurén. Habían mantenido una estrecha relación mediante la correspondencia durante todo ese tiempo y siempre compartían sus nuevas ideas y conocimientos. En ocasiones era él quien sin querer encontraba algo que creía que podría ser útil para contrarrestar las horribles quemaduras de la lluvia, en otras ocasiones, era ella. Justo como esta vez. Hacía unos días había recibido una carta de la muchacha diciéndole que había descubierto una planta que era especialmente eficaz en quemaduras. La había estado investigando durante un tiempo y había llegado a la conclusión de que con ella, serían capaces de hacer una medicina extremadamente útil. Le dijo que reuniera un equipo de médicos de su confianza y se encontraran en Euen, para luego encaminarse hacia Nurén tan pronto como les fuera posible. Así fue como una semana más tarde, ya había logrado convocar a 5 de los mejores médicos que conocía y sin siquiera esperar un instante más, se pusieron en marcha para cruzar la frontera. El viaje fue relativamente rápido, dado que eran clanes vecinos. En menos de 5 días ya estaban en el nexo. Allí se encontraron con Anjura, la médico con la que él, desde hacía ya 6 años, había mantenido contacto. La joven recibió a los seis médicos con los brazos abiertos y les explicó su teoría. Nurén estaba repleto de platas y eran muchas las que podían usarse para hacer medicinas, pero esta particularmente crecía en las profundidades de los bosques y no era tan fácil de encontrar, incluso para una Nurén; se necesitaba estar en total armonía con la naturaleza. Ella confesó que, aunque adoraba su clan y la naturaleza, su afinidad con la misma jamás fue digna de envidias. Les había pedido ayuda a algunas de sus hermanas, pero muchas ni siquiera querían imaginar a sus amadas plantas siendo usadas para salvar la vida de personas que ni siquiera lo merecían; ella había tratado de explicarles que nadie tenía derecho a decidir quien vive y quien muere, que el trabajo de un doctor era salvar a todos por igual. No obstante, no todas podían entender esa lógica.
La idea era quedarse en el clan durante una o dos semanas, reunir y crear tantas medicinas como les fuera posible -allí mismo, dado que conservar las plantas durante el viaje sería muy complicado- para luego reunirse en Artae junto a los demás médicos, justo como estaba planeado; allí les esperaban un grupo de exploradores de ese mismo clan, dispuestos a guiarlos por esos peligrosos territorios montañosos. Pero ahora estaban en Nurén y cada cual tenía una "misión". Anjura, Shea y Pepper -una joven de Torava- iban a buscar plantas, mientras los otros cuatro médicos permanecían en casa de la nativa, leyendo sus investigaciones e internando procesar el poco material del que disponían para perfeccionar la medicina que ella había estado creando.
Así fue como Shea acabó solo y teóricamente perdido en el bosque de Nurén, aunque ¿Sinceramente? Él no pensaba que estuviera perdido. Estaba demasiado distraído observando cada planta, cada animal y básicamente, cada cosa inusual que veía. Sí bien venía de Euen, un lugar extremadamente próspero, Nurén estaba a otro nivel. De ese bosque habían salido muchas de las plantas que cultivaba en su jardín detrás de la consulta; su pequeño jardín medicinal. Era fascinante. Ni siquiera había notado la ausencia de las dos mujeres, simplemente, permanecía allí y... ¡Oh! ¡La había encontrado! Estaba seguro que era la planta de la que su amiga le había hablado. Bien, no era que él fuera demasiado afín con la naturaleza, por lo que intuía que había sido suerte. Se dispuso a cortarla si no fuera porque, antes de hacerlo, la voz de una mujer se escuchó a lo lejos, deteniéndolo. Sus ojos se posaron en la silueta de la nurén, una joven de apariencia élifca, quien parecía altamente angustiada por el bienestar de la plana a la que él, al parecer, se disponía a mutilar. Fue un vistazo fugaz, tan rápido como el vuelo de la águila que abandonó el antebrazo ajeno, rasgando la piel de la nativa con sus zarpas.
La observó en silencio mientras se acercaba a él, con esa tosca mirada suya y ese semblante que hacía que pareciera estar siempre de mal humor. Contempló cada movimiento, cada gesto y cada palabra, cuando para él, lo ocurrido, no podría ser más que magia.
Suspiro; las nurén eran personas tan misteriosas.
Se agachó y tomó el brazo de la mujer- No será suficiente sólo aplicando la sabia. -Dijo, mientras tomaba su saco y sacaba algunas medicinas y un mortero- Las zarpas de un águila no deben tomarse a la ligera, desgarran la piel mucho más de lo que parece. -Explicó, con bastante experiencia de hecho; él mismo era una, al cabo- Mi nombre es Shea, el placer es mio, Sitara. -Sentía que había escuchado ese nombre en alguna otra parte, pero tampoco estaba realmente seguro de dónde- Soy un médico de Euen, una colega médico, Anjura, nos ha invitado a mi y a unos compañeros a Nurén. -Explicó, como si esperara que la conociera. Era inusual que no se conocieran entre ellas, después de todo- Soy parte de los médicos sin fronteras; en unas semanas nos dirigiremos hacia Artae para ayudar a los afectados por el Saüren Regen. -No había signos de perturbación o siquiera gestos de "bondad" en su rostro. Era sólo un hombre hablando, como quien habla de trabajo. No lo explicaba como si fuera una gran hazaña, siquiera como si quisiera obtener el reconocimiento ajeno; simplemente estaba presentando un "informe"- Anjura descubrió recientemente que esta planta tiene cualidades altamente positivas para el tratamiento de quemaduras. -Dijo, mientras finalizaba de mezclar la sabia de la misma con sus medicinas, empezando a aplicarla en el brazo de la mujer- Queríamos hacer medicinas a partir de ellas, para poder salvar a más personas, pero... -Frunció el ceño- No son fáciles de encontrar y de todos modos -Rió ligeramente, casi con ironía- Mira -Fijó su mirada en la planta y tan serio como había estado hasta esos instantes, pronunció- ¿Podrías prestarme alguna de tus hojas para hacer medicinas con ellas? -No sonaba como si se estuviera burlando ni mucho menos, pero sin duda, no hubo reacción. Suspiró desalentado y le devolvió la mirada a la mujer- No todos tenemos afinidad con la naturaleza. Puede ser normal para una Nurén, pero... la gente de fuera como yo, lo tiene más difícil. -En efecto, Anjura también le había mencionado que debía pedirle permiso a la planta, pero nuevamente, cuando lo había hecho la primera vez no había obtenido ni la más mínima respuesta. Aunque, en realidad, ella misma le confió que no todas las plantas accedían a sus peticiones, ya que no era muy afín a ellas.
Shea O'Sullivan
Re: La naturaleza es caprichosa — Shea O'Sullivan
—¿Qué te parece si intentamos algo distinto? —preguntó animada mientras que se levantaba—, conozco un área en donde hay muuchas de estas plantas, pero claro… No servirá de nada si no logras que te den un poco de sus hojas, ¿No? Así que… —tras pronunciar estas palabras frunció un poco el ceño, pensativa ¿Qué podían hacer? — no eres una persona muy… Umm… —movió sus brazos e incluso sus hombros, buscando la palabra adecuada— expresiva, ¿verdad? —al decir esto sonrió, estaba segura de que el motivo estaba ahí, ¡a las plantas le encantaban la vitalidad de las nurén! Sitara estaba segura de que ellas eran un sol para la flora de su clan—, esta es una teoría mía, pero creo que podríamos intentar algo similar. Si te das cuenta, las nurén solemos ser muy —algunos decían que estaban loquitas porque uff, cada hiperactiva que salía de ahí...—, expresivas —a la par que hablaba movía sus manos, como si algo las hubiera poseído, sin embargo, cada movimiento suyo estaba lleno de gracia—, así que yo interpreto que somos como un sol de felicidad para nuestras hermosas plantas, sé que puede sonar algo petulante pero ¿Cómo le vas a decir que no a alguien que te habla con tanto amor y tanta dulzura? —parecía que daba una clase. Su voz era suave y hablaba con pausas. Era una mujer apasionada—, pero, tampoco te diré que finjas una emoción que no está porque puedo asegurarte que las plantas sienten más de lo que cualquiera se puede imaginar, no se nos vaya a indignar la pequeña —justo al decir eso volteó a ver a esa hermosa planta, riendo—, así que… Probemos con que seas un poco más sincero, simplemente platicale a esta hermosa planta, halagala un poco porque son bien vanidosas y… —hizo una mueca son sus labios, juntando los mismos mientras tocaba repetidamente la zona con su dedo índice, pensativa—, ¡abre tus sentimientos a ella! Sé que pueda sonar un tanto ridículo pero, te aseguro que funciona, platícale a quienes estarán dedicadas sus preciadas hojitas y lo mucho que ayudará a las personas, ¿Te parece? Sé de muchos a los que les da pena hablarle a las plantas pero que esto no te importe, es más, me alejaré un poquito para que no te cohibas, ¿trato? ¡Trato! —y sin que el otro tuviera oportunidad de expresar lo que opinaba, la ninfa fue corriendo hacía unos cinco árboles y de forma ágil se subió a uno de ellos, quedando escondida entre las ramas del mismo y todo su floraje—, ¡me avisas!
Amédée Sitara
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