La planta con la que todo floreció | Priv. Naal
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La planta con la que todo floreció | Priv. Naal
Sin embargo, ¿Qué tenía de especial “El Andante”? ¿Por qué Asenat se mostraba tan entusiasmada ante la llegada del presunto desconocido? En Karr hay pocas personas en las que su confianza es difícil, sino es que imposible, de depositar. La fama de sus “amados” compañeros acababan por ser una realidad, ¿cuántas veces no fue estafada al comprar los objetos que necesitaba? ¡Sólo podía confiar en una persona! Una sola persona: Naal, el comerciante.
Tal vez considerarlo su amigo podía ser algo, sino bien exagerado, si que ambiguo porque, aun cuando tenían una relación agradable y no había tensiones entre ellos, nunca habían quedado para algo más. De todas formas, Asenat podía asegurar que el joven permanecía a gusto de aquella forma, así como también ella misma se encontraba. Tristemente, las amistades eran un lujo que si te tomabas, es que eras un idiota sin remedio que no piensa en las posibilidades de sus acciones; cuando menos en aquellas tierras, así es como funcionaban las cosas…
Sí, triste pero…
¡¡Pero si le avisaron que estaba en aquel sector, significaba que su pedido había llegado!! Inmediatamente eliminó todo rastro de melancolía y siguió en su rollo, pues en ésta ocasión pidió una pachulí, una planta que ni en sueños podría conseguir en su tierra natal. No había fuerza que se negara a la propia naturaleza de tan desiertas tierras y diera como fruto aquella planta que incluso tenía unas cuantas tonalidades moradas ¡Era tan encantadora! Recordaba a la perfección que la última vez la tuvo tan, pero tan cerca de ella… La vio en un estante, estando en un pequeño invernadero ¡Completamente perfecta! Sólo de recordarla su corazón latía ¡Y el dichoso vendedor le dio como costo algo desmesurado! Por un momento pensó que sería su primera y última vez apreciando semejante flora. Aun cuando se le podía considerar una loca de la medicina y herbolaria, hay cosas sobre las que tiene un mínimo conocimiento. Sabía, y sabe, que conseguir plantas así de frescas es algo costoso y que por supuesto, tiene que ser pagado con lo que merece, pero… ¡¿Tantos exos?! ¡Había sido un insulto hacia su persona, por dios! ¡Y todo porque el viejo verde quería, o una noche con ella, o esa cantidad increíble de dinero! Sólo de recordar la situación se tensaba y ponía de mal humor, pero ¿De qué serviría? ¡Ya la iba a tener en sus manos a fin de cuentas! Y conociendo a Naal, seguro que la sorprendería con otra variedad de plantas. Tenía la cantidad necesaria para regresar surtida si es que tenía la posibilidad.
Ni siquiera le importó el incontable choque que estaba teniendo con las personas, aunque éste mismo se repitió, y se repitió, y se repitió una vez más… Bien, sí, le ponía de malas pero… Así era el Sector Rojo…
Oh, había llegado a la calle. Se detuvo en seco, provocando que la persona detrás suyo acabara por empujarla por brusquedad, hecho al que no le prestó atención. Eran situaciones en las que prefería ser pasiva. Fue así que entre la mohosidad de tantos negocios y construcciones que se veían abandonadas, la joven se adentró a uno de los callejones más sospechosos. La oscuridad era absoluta. Inmediatamente de que su imagen se perdió de la calle principal, la felina tocó una puerta que le trajo seguridad. Un colmillo de madera colgaba de la puerta. Era él, su signo. —Naal —susurró suavemente, casi con alivio. No había sido timada. Tocó la puerta en un patrón específico, la cual se abrió al instante, mas no por acciones de terceros, sino por un mecanismo que estaba fuera de su entendimiento. La cerró inmediatamente, deshaciéndose de la capucha que la cubrió todo el camino una vez que se dio la vuelta. Podía notársele un poco despeinada—, ¿Naal? Soy yo, Ase —ese lobo era la excepción de muchas cosas, porque la voz de la mujer se tornó más dulzona, agradable. Podía sentirse a gusto con él y su guardia baja la delataba— ¿tienes mi pedido? No quiero un no como respuesta —pero no era amenazante, proseguía hablando con esa simpleza y familiaridad. Confiaba en él…
Asenat Thema
Re: La planta con la que todo floreció | Priv. Naal
Repudiaba con toda su jodida alma ello.
Sin embargo… y aunque odiara admitirlo, eran precisamente esos lugares donde más fácilmente se podía pasar desapercibido. Podía trabajar y ganar esos exos tan necesarios para vivir. Era… un escondite muy obvio, muy grande. Y por eso mismo era perfecto. Tenía ya un cierto renombre entre los comerciantes por sus habilidades para encontrar cosas que parecieran imposibles de primera instancia. Él no les culpaba. Lo eran.
Pero él era mucho más terco y cuidadoso además de perfeccionista, como para dejar que un par de obstáculos lo detuvieran. Y está bien, sí. Le agarró gustó a viajar y a estar de un clan a otro. Detestaba esa sensación de empezar a encariñarse con esos lares, o con alguno en específico, porque sentía que corría peligro, era esa clase de paranoia que poseía, aunque nunca le dio voz directa en su cabeza, no lo admitiría, no admitiría nunca que su pasado le marcó más de lo que quisiera…
De cualquier forma, no se dejaría volver a mangonear por esas porquerías de destino o alguna mierda similar. Por supuesto que no. Él tomaría las riendas del asunto. De su vida… Por eso mismo estaba en ese lugar, en ese tiempo.
La oscuridad siempre le habría ayudado. Era como una silenciosa y peligrosa aliada. Y la apreciaba. Por eso mismo los lugares que escogía tenían que tener ese cierto deje, ya sea afuera, o adentro… o en ambos aspectos. Y bueno… Ese colmillo de madera… tenía un fuerte significado para él. De alguna ridícula e infantil manera, sentía que le protegía, que aquél viejo que se murió por protegerlo, aún lo hacía pese a ya no tener el cuerpo físico ahí mismo. ¿Ridículo? Por supuesto, incluso ese mismo viejo se hubiera reído en su cara y lo hubiera golpeado fuertemente por poseer una debilidad tan estúpida como ella, o bien, depositar una gran fe y confianza en algo tan banal como un simple colmillo de madera.
Aunque por supuesto, nadie, absolutamente nadie sabía de esto. Para ojos ajenos, era el colmillo símbolo de los suyos, de su poder, de su raza, de su origen y de su ”poderosa” forma de lobo que todos sabían que era, más que nadie jamás la había visto.
De nueva cuenta… paranoia.
Y escuchó que tocaban con la combinación correcta. Eso hizo que regresara abruptamente de sus pensamientos. Había estado tan inmerso en los mismos, que no había sentido algún olor acercarse. Aunque no se preocupaba, si el patrón era incorrecto mínimamente, la puerta soltaría una clase de somnífero, o un veneno letal si el error era absoluto. Otra de sus paranoias… Pero nunca se está lo suficientemente seguro, ni se es lo suficientemente precavido. Mucho menos en un mundo tan hostil como ese.
Y el patrón fue el correcto, la ventaja es que entonces era un cliente. Su olfato pudo percibir una suave pero imponente, curiosa y conocida esencia. Sonrió para sus adentros mientras se ponía de pie, la oscuridad lo acobijaba, al igual que su quizás, innecesaria capucha que cubría de igual forma la mayor parte de su rostro, hundiéndolo en una penumbra. Por lo que procedió a caminar entre las sombras, solo la luz se colaba en determinados lugares para mostrar determinadas cosas: ya sean macetas con extrañas flores o plantas que eran bañadas por un rayo de luz, o alguna clase de objeto misterioso y dorado, pero muy antiguo. En fin, pasear la simple mirada por el lugar no sería suficiente para descubrir todos, o al menos, parte de sus secretos.
—Señorita Thema, me temo que un no por respuesta tendrá… —de entre las sombras, cual fantasma fuera, o bien, cuál adorno de ese pequeño cuarto lleno de un montón de cosas interesantes, pedidos y demás, salió la figura morena, haciendo una reverencia algo sarcástica y se retiró la capucha de manera lenta, permitiendo apreciar esa sonrisa relajada que raras veces se le podía ver en el rostro, e hizo un ademán para que lo siguiera —Pero le he conseguido otras pequeñas plantas que si bien, no son igual de potentes en cuestiones aromáticas como la tan codiciada pachulí, son igual de hermosas. — y sin más, comenzó a caminar hacia el mismo lugar de donde había salido, permitiendo ver que era un pasillo algo apretado por la cantidad inimaginable de objetos que había ahí, era obvio que ese local era ya como una pequeña base ¿Cómo hacía para mover todo ello de un lugar para otro? Misterios que se revelarán en alguna otra ocasión.
En fin, siguió caminando, hablando de manera baja, explicándole el funcionamiento de plantas de colores extravagantes pero de usos muy caseros, o de plantas que parecieran no tener chiste alguno, pero con usos completamente extravagantes y únicos. Y así hasta que terminaron llegando al fondo de ese pasillo y llegar a otra habitación que estaba prácticamente igual en penumbra que la anterior, o incluso un poco más.
Fue ahí donde el moreno, con una suave sonrisa de lado, mostró la tan codiciada planta, poniéndola a la vista de la pelinegra al momento de hacer a un lado su cuerpo —Ese no, era aplicable para la habitación anterior, en esta es donde sí se encuentra su pedido, señorita. Y tengo que confesar que es la primera persona en verla con sus propios ojos. Tómalo como un agradecimiento por seguir siendo mi más fiel y terco cliente. Para que te des cuenta que, pese a todo, sigo teniéndote a consideración. Podrías llamarlo… trato preferencial y sí, todas las plantas que te he dicho de camino para acá, son pensadas para que un médico de tu calibre les sepa sacar el justo provecho que se merecen.— y sin más, permitió que la joven se acercara y pudiera así, tocar los pétalos y flores de tan codiciada planta, había sido un trabajo difícil, pero de alguna manera, se sentía satisfecho con su propio logro.
Naal
Re: La planta con la que todo floreció | Priv. Naal
Empezó a escuchar la explicación que el varón le otorgaba respecto a cada una de las plantas. Sólo de verlas los ojos de la médico se habían engrandecido, incluso podía percibirse un brillo a través de los mismos ¡Estaba emocionada! ¡Y maldición! ¡Se veían tan hermosas, perfectas y simplemente irreales! Ah… ¿Cómo se hubiera visto su pachulí?... ¡No, no, no! ¡No debía pensar en eso! Llegó a mover su cabeza de un lado a otro, aunque sea de una manera ligera y, posteriormente, volteó a ver al contrario ¿Cuánto le costaría adquirir cuando menos una ramita de cada planta? ¡Quería estudiarlas! Seguro que tendría dinero suficiente para poder adquirir aunque sea la mitad, es decir, ganaba bien, se dedicaba a algo que suponía una dedicación, por lo que no le dolía tener que gastar en eso ¡De hecho, moría por hacerlo! — Todas son tan… Hermosas… —seguro que en su vida pasada había sido una elfa o cualquier ente que se relacionara a la naturaleza, tanto amor a la misma no podía ser normal. A pesar de que tenía sus propios formas y métodos para tratar a los enfermos, ella siempre se esmeraba en usar lo que la naturaleza le otorgaba, eso sí, la que a simple vista no se veía como negativa. No es que tuviera algo en contra de los métodos que se empleaban en su tierra natal, pero… Los de territorios lejanos le parecían muchísimo más fascinantes. Ella era la clase de chica que estaba constantemente soñando, y ah… Uno de sus sueños era poder viajar y ver en persona todos esos paisajes que tan sólo podía observar en fotos y en unos cuantos libros.
Una vez más se había perdido en sus pensamientos, simplemente se movía por inercia detrás del varón, observando con curiosidad todo lo que observaba; incluso tomó un par de libros que hablaban sobre Euen y Núren, pues era la clase de literatura que no podía encontrar en las librerías locales, ah, ni en sueños, si tan so-
Oh dios…
¡¡¡Esa era su pachulí!!! ¡Ay, ay, ay! ¡Estaba emocionada! ¡Ayyyy! ¡En serio era su pachulí! Los ojos se le pusieron llorosos por la simple emoción ¿¡En serio era real!? Ah… En esos momentos ni siquiera le interesó tocar la planta, de hecho, la tomó de su recipiente y depositó en una pequeña mesita de lado junto con todos los libros que había tomado, incluso una que otra chuchería. No pensó en lo que iba a hacer pero, ¿interesaba? Aunque hace unos momentos estaba pensando de que apenas y se relacionaban y de que Naal no era nadie tan importante y que esto y que lo otro, ah, y que por supuesto, no estaba taaaan emocionada, la joven acabó por lanzarse a los brazos del otro, hundiendo su rostro en sus clavículos, llegando incluso a aspirar su aroma — Naal… Yo… Muchas gracias… —¡Es que, era como un sueño hecho realidad! — ¡Gracias, gracias, gracias! —y sin más depositó un beso en su mejilla, sonriendo ampliamente y regresando a ver la planta, como si fuera una niña chiquita a la que le habían regalado una cocinita— ah… ¿Ya la viste? ¡Es demasiado hermosa para ser real! Yo… yo… ¡En serio gracias! Ay… hasta tiene las florecitas… No puedo creerlo… —estuvo unos segundos acariciando con delicadeza, pero recordó que estaba interesada en comprar más cosas — ¡Oh! Por cierto, em… ¿Cuánto será? —la parte fea—, aunque cueste lo que cueste me la llevaré. Igual quiero aprovechar que viniste surtido, y quiero estos libros, aunque ¿no trajiste algo sobre medicina de otros clanes? —incluso podía verse en su mirada la emoción que tenía—, ¡es que! ¡Ah! Tengo tanto por aprender…
No cabía duda de que Asenat era la curiosidad andante.
—Oh, ¿y qué es eso? ¿Sobre qué trata ese libro? ¿Puedo subirme a la escalera y agarrarlo? —peor por supuesto, antes de tan siquiera obtener una respuesta ya lo estaba haciendo. No es que fuera una irrespetuosa, simplemente se emocionaba. Sin embargo, y como tiene que pasar a cada rato, la chica se resbaló pero, en vez de caer en espera del rescate del mayor, simplemente aterrizó perdiendo apenas el equilibrio. Felina a fin de cuentas —Ay, por poco... — y risitas, unas que por cierto dejaban en evidencia toda su felicidad — jeje, perdón, es que... Estoy tan feliz... Gracias, Naal.
Asenat Thema
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