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Daydreamer - Kurau.

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Mensaje por Persephone Miér Feb 15, 2017 6:00 pm

Aquellos femeninos y frágiles dedos delimitaban con las yemas la piel del ajeno mientras sus oídos andaban atentos a sus palabras, recogiéndolas como melodías que retenía en su memoria que próximamente acabaría siendo volcada para recitar la rubia poco después al siguiente ser que se adentrase a aquella casa de meretrices. Aún con los ropajes que constaban de pantalones oscuros hasta los tobillos que se amoldaban a sus piernas, pies descalzos y simples telas de cuero del mismo color que la parte inferior dobladas formando un pico bajo el escote, anudadas en la nuca y en el centro de la espalda formando pliegues que se ocultaban bajo pieles de manchas moteadas por el pelaje de algún felino entregado a aquél lugar como motivo de vestimenta para las mujeres se hallaba la joven Persephone. Tumbada de lado sobre cojines viejos y mal conseguidos, telas que nunca tuvieron un uso y ahora servían como colchón y para aislar los cuerpos del frío suelo de Karr escuchaba con la misma atención y rostro emocionado que una infante podría mostrar ante las historias fantásticas que un adulto recitaba, pero aquellas anécdotas eran tan reales como el decir que esa cita se concertaba todos los días (o casi todos) en el mismo lugar y hora, con el mismo varón.

El hombre que contaba sus vivencias, sus largos días en las afueras de Karr, anécdotas de su visita a otros clanes que ella jamás llegó a pisar, de cómo lograba colocar falsas pócimas en las tiendas de hierbas más importantes del lugar y se iba con los bolsillos tintineando dinero, de los días que luchó contra el frío o contra el más aterrador felino. Persephone memorizaba todo aquello, y disfrutaba de esos momentos de tranquilidad con un sake entre las manos y la mirada curiosa clavada en las orbes de aquél joven que no dejaba de hablar con calma, recibiendo caricias sobre su cabello que lograban relajar a la fiera. La diablesa apoyó el codo derecho sobre los cojines para incorporarse un poco, logrando alzar el pecho y ladear la cabeza mostrando más interés en sus palabras, entreabriendo los labios para chasquearlos y lograr mencionar palabras que brotaron de entre sus carnosos con un tono meloso, sosegado. —Cuéntame más sobre todos los clanes—.

Aquella curiosidad la inundaba igual que la alegría podía abarcar el corazón de un niño en una situación de emoción, y a ella aquello le interesaba, captaba su atención, se entregaba a sus palabras brindando toda su atención y poniendo su alma en hacer sentir a aquél hombre respetado, hacerle saber que le interesaba. Ella nunca oyó hablar sobre los clanes que habitaban colindando con Karr, ni de la calma que se lograba respirar en algunos otros. Todo aquello era nuevo para ella, todo aquello la hacía sentirse como si volviera a ser una infante, ansiando nutrirse de más información. Deslizó las yemas de los dígitos de nuevo sobre el brazo desnudo del joven, mostrando una sonrisa cálida y cargada de coquetería, tomando aire para emanar un suave suspiro. —No te dejes ningún detalle— pidió, y ni siquiera llegó a formular un «por favor» que la hiciera sonar más señorita, más educada. Aquél ser ya estaría acostumbrado de su forma de dirigirse hacia el mundo, y debía agradecer que con él se mostrase mansa, pues normalmente con otros sujetos mostraría los dientes y espetaría comentarios que, a la larga, la hacían perder clientela y oportunidades de seguir viviendo en aquella casa de meretrices.

Las caricias se hicieron más insistentes, ascendiendo al recorrer el lugar tratando de trazar líneas imaginarias que le hicieran cosquillas sobre la piel, deslizándose al cuello del varón en dirección a su mentón para sujetarlo con el índice y el pulgar. Obligarle con suavidad a alzar la barbilla y mirarla fijamente a aquellas orbes marinas que la joven diablesa poseía. La rubia mostró una sonrisa más amplia y ladina, acercando el semblante para reír en voz baja y ladear la cabeza, insinuando un beso que nunca llegó a dar antes de virar la trayectoria de su rostro a su cuello. Aspirar aquél peculiar aroma. —¿Cuándo convencerás a mi señora de dejarme salir de estos lares junto a ti? Quiero conocer mundo— susurró. Cada vez que se refería con “su señora” era más bien a la meretriz más mayor y experimentada de la casa, aquella que dirigía la economía, aquella que mandaba sobre ellas. Quien sería su jefa hasta el fin de sus días y, la siguiente más adulta, la reemplazaría. —Estoy segura de que haríamos un buen equipo ahí fuera. No sería una carga para ti— trató de convencerle con voz melosa, crispando las comisuras esta vez de forma burlona.
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Mensaje por Kurau Vie Feb 17, 2017 1:52 pm

Como siempre avanzó con calma, con la mirada al frente siguiendo un camino que ya tenía mas que memorizado, el sonido de la madera junto a sus pasos le resultaba en cierto modo calmante, hacia años el recorrer aquellos lugar ni si quiera hubiera entrado en su mente, no porque las mujeres no le gustaran o recurrir esos servicios le supusiera un ataque a su moral, simplemente no tenía ni lo que vestía por aquel entonces asi que no podía permitirse ni el suelo que pisaba, y eso obviando el hecho de que si intentaba abandonar la prision que era su 'hogar' que le partirian los huesos se quedaba bastante corto. Pero ahora su vida habia cambiado, y con calma y seguridad sus pasos le llevaban a aquella habitacion, deleitandose con el aroma que desprendía la joven rubia que lo guiaba. No era su primera vez en aquel, no era su primera vez a su lado y muchas veces ni si quiera iba alli para loq ue iria el resto, saciar una necesidad física e imperiosa y marcharse. Para él, incluso pese a que aquella joven era una demonio y eso hacia que su cuerpo supurara desprecio ella era diferente a todas las personas a las que habia conocido. Y lo sentía como algo unico algo sincero pese a que pudiera haber una transacción de dinero o pese a que él no fuera el unico que entrara en aquella habitación.

De una forma u otra, acabaría recostado sobre aquellas telas un tanto raídas, con la cabeza sobre su mano derecha y con una respiracion tranquila, apoyado sobre aquel colchon improvisado y una cabecera que no era mas que un cojín. Puede que a muchos les molestara aquello o les resultara incomodo pero el habia tenido el frio suelo para si tanto tiempo que cualquier cosa era mejor que un frio y duro tablon de madera que, despues de casi veinticinco años, poco le importaria. Su respiración era calmada, su cuerpo estaba suavemente inclinado hacia su izquierda para contemplar con atencion los rasgos delicados de aquella joven, sintiendo un sutil escalofrío recorrer su espina dorsal mientras las suaves palabras de Persephone inundaban su cabeza como el susurro de una amante entre las sábanas. -Uno de los mas impresionantes es el de Torava -a él mas que gustarle por aquella modernización le gustaba por como era el ambiente, como eran las vistas y los paisajes que tenia de fondo, preferia una montaña despejada que daba a una llanura mas que un frondoso bosque donde no podias distinguir nada a dos palmos de ti. -aunque creo que Euen te gustaria mucho mas. -aseguraria manteniendo su voz baja deleitandose con aquella expresion que tenian sus ojos. -Aunque quizas los mejores, en términos de personas sean los Artae, supongo que a pacifistas no les gana nadie. -no dudaba de que habria psicopatas y asesinos pero en un mundo donde una muerte suponian cientos de miles de dias perdidos en conjunto era muy peligroso intentarlo siquiera.

-A ninguno les agrada Karr
-continuaría tras aquella orden que recibió, sabia como era ella y como la curiosidad se apoderaba de su hermoso cuerpo para pedir saber mas y si el podia satisfacerla, que menos que hacerlo -pero suelen recibir a todo el mundo con los brazos abiertos, al menos esos tres que te dije. Sus costumbres son bastante mas civilizadas, especialmente en Torava o en Artae, tener un coliseo y lanzar a las personas a que se maten para divertir a otras no les entraria en la cabeza. Ni a mi me entra. -especialmente habiendo vivido en la arena de combate sabia lo peligroso que era ese mundo, lo volatiles que eran las vidas de los que estaban alli en contra de su voluntad. El era un asesino pero no lo hacia para divertir a nadie, no lo hacia para intentar complacer a nadie, lo hacia porque siempre habia gente que merecía morir, fueran buenos o malos, pero lo hacia por decisión propia. -Pero saben hacer construcciones impresionaste, si vieras el castillo de Torava te sentirias muy pequeña, es inmenso y te hace creer que no tiene fin alguno. -él habia tanteado todos los clanes y sus territorios pero el unico que realmente se conocia al dedo era Karr, porque los demas los habia visto muy de pasada, siguiendo a un objetivo o yendo en busca de un contrato. E ir de turismo por placer no entraba en su agenda.

Sus palabras se apagaron al observar con mas cercania el rostro femenino, al sentir como elevaba su rostro con aquellos suaves dedos sus ojos de color marron oscuro, similares a la madera de los pocos arboles que crecian en Karr, chocaron un brillante mar. Entreabrio sus labios fugazmente para recibir un beso que no llegó y no pudo evitar respirar aquel aroma que el cuerpo de la demoníaca rubia desprendia como una fragancia muy atrayente. -No se donde está tu señora ahora -aseguraria pues sabía las verdaderas ganas. -pero cuando esté por aqui tendré una charla con ella. -con ello se referia a una verdadera negociación, podia matarla pero seguramente eso la meteria en problemas. -Podria secuestrarte y llevarte al lugar que mas ilusión te haga conocer -él no andaria falto de trabajo en ningun sitio porque siempre habia gente que quería que otra gente muriera. -pero no quiero que te castiguen por algo que yo hice. -y él no iba a dejar que le hicieran daño, y menos aún a él mismo. Extendio su diestra hacia el rostro ajeno, acariciando el perfil del mismo con el dorso de dos de sus dedos. -Pero sé que no serás una carga para mi cuando consiga que vengas, porque Persephone, vendrás conmigo, o mejor dicho, yo ire contigo a donde quieras ir. -le prometería, dibujando una suave sonrisa sobre su rostro, algo que no estaba acostumbrado a hacer pero que cone lla le salia tan natural como respirar.
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Mensaje por Persephone Vie Feb 17, 2017 3:41 pm

Persephone mostró una sonrisa ante sus comentarios, desplazándose para subirse a horcajadas sobre su vientre con ambas manos apoyadas en su pecho y una expresión inocente en el semblante, sin ninguna mala intención. —Quiero ir a Torava— confesó con calma al oír todo aquello. Quizás por ser la más desarrollada de todas, porque a su parecer Karr seguía siendo bastante subdesarrollado en sus construcciones. El nivel de cultura de aquella muchacha referido a los clanes llegaba a ser tan bajo que cualquier comentario sobre ellos la hacía sentir más nutrida de información, conocer más de cerca cada lugar sin necesidad de salir de Karr que, para su desgracia, estuvo en aquél lugar encerrada desde su nacimiento y sólo salió una vez hacía años para ver junto a las meretrices el coliseo, por ser invitadas para adornar un poco los palcos junto a los líderes de cada clan que parecían hacer el vacío a la Karr. Lo poco que vio de los demás fue por mapas o dibujos mal trazados que vendían en telas viejas con tinta de mala calidad de los artistas de la ciudad, quienes los exhibían en sus puestos en el mercado por el peso de una gran cantidad de Exos. —Una vez fui al coliseo— contó llevando las manos a las muñecas del varón para atraparlas y acariciarlas con las yemas. —Tuve que ver demasiadas peleas estúpidas. Ni siquiera podía apartar la mirada ni soltar una carcajada, tenía que contenerme todo el rato. Son demasiado mediocres, a mi parecer al menos— comentó ahogando una risa y mostrando otra sonrisa —, y tuve que aguantar a gente babosa, pero eso fue lo de menos— añadió curvando las comisuras y empujando sus manos para apoyarlas sobre su cabeza, contra las telas y los cojines.

Pero no dudo que el castillo sea impresionante. Mejor que nuestra muralla seguro que es— menciono entrelazando los dedos con los de él con total confianza y jugando con sus manos con inocencia fingida, balanceando sus extremidades con suavidad y llevándolas bajo la cabeza del varón para acomodarle antes de inclinarse sobre él para crear un montículo con cojines a modo de cómoda almohada para su nuca, para que su cuello descansara. —Estoy cansada de tanto lugar tétrico de Karr, quiero ver algo más alegre o me deprimiré—. Su mirada se ladeó a la puerta mal atrancada de la habitación de fría piedra, encogiéndose de hombros y haciendo un mohín con el rostro antes de volver las orbes a él. —Probablemente buscándonos ropa nueva, o yendo al mercado a comprar esclavas para hacerlas trabajar como nosotras. O contando los Exos que le conseguimos para que ella viva como la reina— porque ella aún no vio ni una pequeña parte de sus propias ganancias —, pero te costará convencerla. Ya me costó a mi el día que le pedí bajar al mercado para buscar alguna fragancia para dar mi toque a las prendas que uso. Se empeñó en venir conmigo, pensaría que iría a por veneno para intentar cargármela en la cena. Supongo.

Se curvó sobre él para abrazarle al pasarle los brazos por el cuello y besar su cabeza, acariciando su nuca con los pulgares y bajando los labios a su oído derecho. —No sería secuestro si no opongo resistencia. Pero me gusta ponerlo siempre difícil— bromeó en un susurro antes de atrapar el cartílago entre sus dientes y dar un suave tirón de él seguido de otro beso suave en su sien. —Podría escaparme una noche, lo jodido sería cuando volviera. Me esperarían probablemente azotes en la plaza hasta que la piel de mi espalda se abra por el cuero. Y yo vivo de mi cuerpo, no puedo destrozarlo— porque demasiadas cicatrices tenía ya que cubrir desviando la mirada de ellas por ocultarlas bajo el pelo o entreteniendo al cliente para que la mirara a los ojos o a sus curvas y que no encontrara heridas que le restara la feminidad y perfección que se suponía que buscaban en las meretrices. —Estaría encantada de colarme en Torava contigo— confesó en voz baja antes de rodar para bajar de él y acomodarse a su lado, abrazada a su cintura.

Aunque quiero ir también al límite oeste de Nurén. Me gustaría ver al monstruo marino que ronda por allí— confesó igual de emocionada que una niña estaría al comentarle que vería a un animal mitológico o fantástico que tantas veces salía en sus historias favoritas de magia. —Dicen que es gigante y va acompañado de otro más pequeño— narró deslizando las manos por su pecho desnudo al romper el abrazo y dirigirse a su cuello en lentas caricias. —Que tiene forma de serpiente y es del mismo color que el fuego— continuó desviando el recorrido a sus hombros y calmando su tono de voz, abandonando la ilusión para tornarla más coqueta. —Muchos Karr dijeron verlo en las fronteras de la fortaleza, pero donde más se logra ver es en Nurén—. Deslizó sus labios al moflete del mayor para recorrerlos con lentos besos y dirigirse a sus carnosos, propinando una lenta lamida en su labio inferior. —Muchos dicen que es agresivo. Otros, manso— atrapó aquél labio entre sus dientes para dar un suave tirón, retirarse y apoyar su nariz y frente contra la suya—, por eso quiero verlo. Necesito saber si todo eso son meras historias o realidad.
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Mensaje por Kurau Sáb Feb 18, 2017 5:31 am

Cuando ella giró para sentarse sobre su regazo e inclinada hacia adelante se sintió atrapado entre un colchon improvisado y una joven mujer que ahora se asimilaba mas a una tigresa que si queria podía devorarle y él que probablmente la consideraba la unica persona en la ciudad con la que mantener una charla sincera, alejada de las barreras que él mismo imponia a los demas por puro desinterés y que con ella ni si quiera existían. Sí, era un demonio, como lo fue su amo antaño pero a diferencia de él ella jamas le habia hecho daño y decir que consideraba que todos de esa especie le harian lo mismo era subestimarle. Kurau sabia de sobra que no todos eran malvados pero el desprecio era algo que podian permitirse la mayoria y si eso les hacia odiarle, a Kurau se la traía bien floja. Asintió con suavidad su cabeza, mientras sus manos ascendieron por los brazos de la joven, acariciando aquel fino lino que tenia por piel Persephone, era bastante mas moderna que una ciudad donde todas las disputas podian resolverse a una pelea a muerte, donde aún existía la esclavitud y quizas eso era lo que mas le hacia odiar estas tierras, que le enseñara lo cruel que era sin haber sido mas que una pequeña pieza en el juego del destino. -Detesto ese sitio -confesó con sinceridad. -aunque lo que pasa arriba no es mas que un juego de niños en comparación a lo que hay debajo.

La gente pensaba que las peleas en su mayoria eran a muerte, ¿pero crees que un esclavista dejaria perder dinero por una inversion al primer dia? Salvo que lo que quisiera era pelear por su libertad. Y habiendo vivido encerrado enaquellas instalaciones los ultimos tres meses antes de casi morir a manos de aquel hombre le hacia sentir nausas de rabia e ira a las que tantos años estuvo acostumbrado a ahogar en su interior. -Temo que de esa gente hay en todos lados. -porque las personas eran asi y necesitaban aprender la lección que él habia aprendido por las malas, que lo unico que te pertenece con suerte, es tu propio cuerpo. -No tiene ni punto de comparación, pero lo verás tu misma -le aseguraria, esbozando una sonrisa en aquel rostro antes de escuchar lo que probablemente hiciera. El nunca pensó en ella como una esclava aunque era innegable que ambos se podían hacer una idea de por lo que habia podido pasar el otro, Kurau imaginaba que ella no habria sufrido tanto como él pero lo que hacia aunque no dejara marca física en ella seguia siendo un castigo que no dudaba que no se merecía. -Todo el mundo tiene un precio y no le hará ascos a una buena oferta. -aquello casi era ironico pero si servía de algo no estaba pagando por Persephone, sino por su libertad, al menos unos cuantos días.

Al sentir aquel susurro suave de su voz las toscas manos del arquero pararon en la cintura de la rubia, siendo incapaz de no contestar aquella frase con cierta juguetoneria incluso en su tono de voz. -¿Segura que quierres arriesgarte? -diría tragando saliva suavemente. -Se me da muy bien secuestrar, podria dedicarme a eso profesionalmente. -advertiría con una falsa seriedad. Nego con la mirada ante sus palabras, quizás el no era un hombre de paz y nunca lo sería. Pero no pensaba hacerle daño a una persona que tanto apreciaba. -La convenceré, he negociado con personas bastante peores. -claro que para cambiar de opinion una flecha en la cabeza era un buen estimulante, y si tenia que amenazarla de muerte para que entendiera que ella no iba a interponerse entre lo que quería y él lo haria sin ningun tipo de reparo, se suponia que ella habia sido como Persephone en algun momento y si era capaz de castigar a los suyos, él, como un angel caído haría lo que nadie hacia por ellas. O por Persephone al menos, no iba a cambiar el mundo, pero se aseguraria de cambiar el mundo de aquella rubia. Apoyó su frente contra la ajena, acariciando la pequeña nariz de la joven antes de respirar aquel aroma que desprendia como un perfume demasiatro atrayente como para resistirlo, deposito un lento beso contra sus labios, separandolos suavemente y dejando paso a su lengua, buscando la pequeña y traviesa que tenía, saboreando cada instante mientras sus yemas acariciaban con mas detenimiento el vientre femenino. -Pero no te preocupes, no dejaré que te hagan daño por mi culpa.

En cuanto habló de aquel monstruo marino supo lo que realmente le gustaban todas aquellas historias, entendía el porque, simpre encerrada en un sitio tus ganas y sed de curiosidad se volvian mas fuertes con cada pequeño estimulo que pudiera llegarte. Durante sus mas de veinte años de esclavo habia pasado por esa fase pero en su caso particular seguir pensando que vería muno y que dejaria de tener alguna vez esas cadenas que lo esposaban en una mugrienta celda era pedir demasiado para alguien que no tenia nada. -Nunca lo he visto, personalmente, pero si que he escuchado de gente que lo ha oido en mitad de la noche, y por como lo describen tiene que ser inmenso porque escuché que podia levantar una gran marea en plena bajamar. -el deducía que rondaria los cuarenta metros como poco, aunque le echaba al menos una centena si con solo su voz podía levantar un oleaje tan itenso, quizas de haber podido transformarse lo hubiera buscado. Se dejó llevar por aquellas caricias, aquellos besos, y finalmente asintió con el rostro mientras su dedo corazón se deslizaba por su columna vertebral, siseando como aquella gran serpiente. -Creo que si fuera agresivo no tendria problema en atacar a la gente y a los barcos, pero habrá que buscarle algo de comida, por si convencemos al pequeño de que venga. -llevo su zurda al rostro ajeno, apartando unos cuantos cabellos dorados que le impedían ver aquellos ojos, y la miró durante unos segundos, acariciando con el dorso de su pulgar el perfil de su rostro. -Si se te da bien dibujar podrias hacerle un retrato.
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Mensaje por Persephone Sáb Feb 18, 2017 9:51 am

La diablesa ladeó la mirada interesada en sus palabras y junto a ello, la cabeza suavemente antes de volver a dirigir la vista de la puerta al adulto. — ¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por mí?— inquirió en voz baja ante aquella frase. Persephone nunca vio bolsas de Exos en el mostrador principal y comentándole a la dueña que quería verla, que todo ese dinero era para estar con ella o que era el precio que pagaba por liberarla. De hecho había veces que en contra de su voluntad tuvo que trabajar gratis porque la jefa lo quería así para asegurar el regreso de sus amigos o viejos clientes, a veces, como propio regalo, entregaba el cuerpo de la rubia a cambio de la vuelta de otro hombre que se propasaba con la meretriz y no tenía derecho a queja alguna. Porque en Karr ya estaba a la orden del día la violación o el “si quiero algo pienso tomarlo aunque no me lo permitáis”, donde la voz de una persona sonaba muda a oídos de otra. Paseó la mano por su pecho propinando caricias tiernas por su piel desnuda, recorriendo con las yemas aquél tatuaje que se tornaba apagado por ser cicatrizado y por el paso del tiempo. Aquella tinta que una vez fue negra se tornaba de un azul verdoso apagado, mas la mirada de aquél dragón le seguía pareciendo el de un animal tan vivo y feroz como lo era el primer día. —Por desgracia en Karr se la sudarían si me secuestras o no, pero a mi señora le joderías la vida y pediría tu cabeza— pronunció relajada, recostándose sobre su cuerpo y acurrucándose en el varón. —Pero suerte.

Entreabrió los labios, chocando contra su cálida respiración y rodeando su cuello como tantas veces lo había hecho, cerrando los ojos al primer tacto de sus carnosos contra los suyos y cediendo en aquél beso que la estremeció entre sus brazos. Su sinhueso rozó la lengua contraria con tranquilidad, moviendo el rostro suavemente para alargar aquél beso que cortó al necesitar aire en un sonoro chasquido suave entre ambas bocas. Abrió los ojos para mirarle con la adrenalina recorriendo sus venas, con su vientre temblando ante su tacto y su corazón bombeando con fuerza contra la coraza de huesos que lo protegía mientras su lengua recorría sus rosados labios para tomar el sabor del adulto y mostrar una sonrisa suave junto a una mirada a sus ojos. —Aún no me acostumbro a que me beses— confesó junto a una carcajada leve y un tirón de su carnoso inferior al atraparlo entre sus dientes, rodando a un lado nada más soltarle y apoyar los brazos sobre su cabeza con la misma sonrisa que una adolescente portaría al recibir un beso de su amante —, en serio, es igual de extraño que el primer día—. Ella siempre consideró el beso una muestra demasiado íntima que prefería reservar a su pareja o persona que amase en aquél entonces debido a que no podía reservar su cuerpo por cosas de su trabajo, y ni sabía por qué entregaba sus labios a aquél arquero que se encontraba recostado junto a ella si le consideraba más bien una figura a la que idolatrar o un buen amigo. —Esto no entraba dentro del precio que pagaste por hablar conmigo— bromeó en voz baja, dando un toque con el índice en su nariz.

Por como lo contaban, Persephone temía a aquél monstruo y a la vez lo amaba. Ella sentía puro terror hacia cualquier reptil que se arrastrase, y la idea de pensar que vería a una serpiente gigante de cálidos colores que hacía retumbar todo el mar con sus sonidos la sobrecogía, aferrándose al mayor igual que una infante haría, mostrando una cara más inocente y calmada de la fémina con Kurau. —Dibujaba cuando era pequeña— pero de eso hacía más de catorce años y tenía el doble de tiempo libre de lo que tenía ahora —, ya no tendré ninguna práctica. Ni el material para hacerlo— porque en cuanto comenzó a desarrollar su cuerpo de mujer a muy temprana edad cambiaron el barro, sus ungüentos de colores y telas beige que usaba como lienzo por una aguja y seda para hacerse su propia ropa, por sake, abanicos pintados a mano y trabajo duro de cómo contentar a un hombre, cómo servirle todo lo que él pidiera para tomar o comer y cómo evitar hacerles sentir mal para llevarse golpes. Hasta el día que vendieron su virginidad en un mercado junto a su cuerpo a la casa de meretrices donde se encontraba ahora hasta el día de hoy. —Pero me sirve con poder sentarme junto a ti en la orilla y trazar líneas con los dedos en la arena. Con solo tener el recuerdo de ese monstruo marino me harías muy feliz— confesó en voz baja mientras trazaba siluetas imaginarias sobre la piel del moreno.
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Mensaje por Kurau Sáb Feb 18, 2017 2:22 pm

Su pregunta era una delicada, él entendia, quizás mejor que muchos, que el precio que una persona pagaba por un esclavo no era ni por asomo suficiente para compensar todo por lo que pasaría, sí, algunos tenian la suerte de terminar en una casa donde realizaban tareas mas o menos honradas e incluso podian ganar su libertad o vivir con decendia. En cambio los ochocientos exos que pagaron por él, no siendo siquiera un adolescente no valian para compensar todo lo que le habian hecho pasar. Para ella la cifra sería igual, dijera el numero que dijera nunca sería suficiente. -Para ti ni todo el dinero que gane en mi vida sería suficiente. -confesaría, sus trabajos eran bastante caros, porque a él acudian personas con peticiones muy arriesgadas, él no se iba a encargar de matar a un ladrón de tres al cuarto ni le enviaban una carta para que fuera al pais vecino para eliminar a un burgués cualquiera. Pero ni con su salario podria probablemente escoger una cifra. -Probablemente con quinientos mil exos tu madame esté mas que dispuesta a negociar, pero probablemente no baje de los seiscientos, quizas setecientos. -mirandolo en retrospectiva, era casi ochocientas veces mas de lo que pagarían por el en aquella mina en la que le obligaron. -Pero si es por un fin de semana no creo que rechace unos...treinta mil. -por supuesto negociaria a la baja, porque nadie aceptaba una oferta a la primera, él tenia siempre una bolsa de cincuenta mil para emergencias, tirar de esos ahorros podia considerarse en este caso un plan de contingencia. Esbozó una sonrisa a medias porque no se la veía muy convencida pero insistir tampoco le parecía una buena idea.

Pero un beso podia arreglar muchas cosas, podía desde hacer olvidar una afrenta a sellar una promesa, y en su caso tambien podia servir para estar un poco mas unido a ella. Le gustaba besarla, ¿a quien no le gustaba sentir unos blandos y mullidos labios contra los propios? O sentir como el calor de la boca ajena inundaba la propia, como ambas lenguas danzaban de forma suave, calmada pero intensa mientras su saliva se iba entrelazando y formando un nectar intimo y cálido. -Añadire una propina por el beso si te sienta mejor. -el entendia que ella no estaba acostumbrada a eso pero tampoco sabia cuantas personas le pagaban lo que él le pagaba simple y llanamente por hablar sin hacer nada sexual pero entendia que podia llegar a incomodarle. Ante aquel toque en su nariz hizo el ademan de morder su dedo, atrapandolo entre sus dientes de forma juguetona antes de finalmente soltarlo.

-Por lo del material no te preocupes, no me costara mucho conseguirte un poco de todo. -eso no iba a ser lo mas caro y él, que habia vivido veinte años de su vida con la deuda de su persona y su propia libertad solia decir que el dinero habia que gastarlo porque estaba acostumbrado simple y llanamente a no tener ni la ropa que vestía y a no tener mas dias que el dia en el que vivía, sin futuro. -Y si te apetece y no te da miedo podriamos bañarnos en esas aguas. -él sinceramente no pensaba que una criatura tan inmensa como se la imaginara fuera siquiera a perder el tiempo con dos pulgas como serian ellos para una serpiente de un par de cientos de metros. Llevó una de sus manos a los cabellos de la joven, enredandolos lentamente entre sus dedos, jugando como si fueran hilos dorados, dibujando unos tirabuzones que no se quedarian en su cabello. -¿Y como terminaste en un lugar como este? -preguntaria mirando aquella sala, ella sabia bastante cosas de él y lo mismo pero al revés. Pero ninguno de ellos dos conocia el verdadero pasado del otro. -No tienes que decirlo si no quieres. -él no tenia problemas en hablar de su pasado pero porque él habia sido capaz de matarlo, ella aún estaba en un sitio en el que creía que no quería estar asi que entendia que para ella fuera algo mas privado, quizas ni si quiera queria compartir aquellos detalles.
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Mensaje por Persephone Sáb Feb 18, 2017 3:52 pm

Su mirada se mantuvo clavada en las orbes del hombre sin detener las caricias sobre su pecho o retirarse de encima de su cuerpo, manteniendo una postura sumisa junto a él y acompañando sus mimos con delicados besos en su barbilla y cuello. —Por qué te importo tanto, Kurau— susurró ante sus palabras, apoyando las manos en las mantas para alzarse y sentarse a un lado de él, bajando la vista a sus dedos. —Nadie pagó tanto por mi, por mi libertad— y por eso le admiraba, porque él no estaba allí tirado junto a ella por su cuerpo. Él solo buscaba conversación y ella calmar su cuerpo, cambiar su rutina y descansar sus músculos, sentirse respetada por un hombre. —Treinta mil es demasiado, ¿estás seguro?— porque no quería que apostara tanto por conseguirla y luego se arrepintiera de haber malgastado el dinero en una prostituta de la que ni habría solicitado servicios. Persephone ni siquiera tenía los exos suficientes como para pagarle en un plazo todo lo que habría hecho por ella aquél fin de semana, por devolverle toda la fortuna que apostó por ella y que se revolviera en su contra por no entregarle todo el dinero que dio para sacarla de allí la amedrentaba, la hacía pensar que ahora un mercenario estaría en su contra y ahora sería Kurau quien pediría su cabeza y que él mismo la conseguiría. —No podré devolvértelo— avisó entrecortada propinando caricias al arquero, abrazándose a su trabajado cuerpo. —Al menos no en forma de exos—.

Sus comisuras se crisparon con inocencia, mordiéndose el labio mientras su vista se centraba en los carnosos ajenos y su respiración se agitaba junto a los latidos de su corazón. Buscó entrelazar los dedos con los de él, encontrando su diestra entre las telas esparcidas y acariciándole con las yemas de sus finos dígitos, cuidados como si nunca hubiera tomado un arma, frágiles y femeninos con delicadas uñas limpias que podría usar para destriparle si ella deseara por el grado de fuerza que poseía en sus dedos y el filo de aquellas disimuladas armas que tenía como manos. —¿Estás seguro de que sólo has venido para hablar?— porque le acababa de plantar un beso y andaba cariñoso con ella, queriendo tenerla contenta, y no sabía si aquello olía demasiado bien o él tramaba algo. Dio un suave grito de sorpresa por el mordisco y rió con inocencia antes de retirar la mano y sacudirla en el aire de forma delicada, abalanzándose sobre su cuerpo rodeándole entre sus delgados brazos y haciéndole rodar abrazada a él. —Eres demasiado idiota— le recordó de forma cariñosa, acercando sus labios a su nariz para dar un suave mordisco esta vez y desplazarse a su cuello para atrapar su piel con cuidado entre sus dientes.

Ladeó la cabeza echando las rubias hebras sobre su hombro y dejar mechones cruzando su rostro por despeinarse al rodar sobre él como una niña, alzando las caderas al apoyarse a horcajadas en él sobre las rodillas sin soltar el abrazo a la altura de su cuello. —No necesito ningún lienzo— susurró mientras acariciaba su moflete con su pecosa nariz, dando un beso sonoro en su pómulo y hundiendo el rostro en el hueco de su hombro. —Ya habrías gastado demasiado por mi, no me sentaría bien que dejases todo lo que tienes por mi culpa— murmuró con cariño en su oído, atrapándole el lóbulo en un mordisco y tirando suavemente de él. Podría realizar sus garabatos en la orilla si quisiera y memorizar el momento, sin necesidad de nada más que incomodase el trayecto de ida y vuelta, sólo con eso ella se sentiría realizada. —¿Lo dices porque quieres verme desnuda y empapada?— indagó juguetona ante su propuesta, tornando el tono de voz más coqueto y deslizándose por su cuerpo con calma, dirigiéndose esta vez con la boca a su cuello para tomar una porción de piel entre sus labios y succionar dejando una marca. —Pervertido—.

Con su pregunta dirigió la mirada a sus ojos manteniendo un silencio incómodo por segundos, reincorporándose para despegar los pechos de su pectoral y sentarse sobre sus talones sin mencionar palabra. Encogió los hombros y suspiró, acomodándose al apoyar la espalda en la pared tras ella y dejar las manos entrelazadas sobre su propio vientre desnudo mientras estiraba las piernas hacia el cuerpo contrario, buscando caricias en sus muslos. —Quien nace de una meretriz muere siendo meretriz, si tienes la desdicha de nacer mujer. Si naces varón acabas como esclavo de la reina toda tu vida. Podría decirse que somos el sector con la suerte más mierda de todos, al menos desde mi experiencia. No digo que si hubiera nacido hombre hubiera vivido mejor trabajando para esa desgraciada y dejándome el pellejo por ella, pero al menos no estoy tirada en la calle intentando sobrevivir de las migajas que me encuentre tiradas en el mercado o de la fruta podrida que haya sido tirada por estar enferma— habló relajando los músculos de su cuerpo y dirigiendo la vista a él con pesadez, encogiéndose de hombros. —Me crié en una casa de putas, a mi madre la abandonaron con una paliza nada más tenerme en el desierto para que se la comieran los carroñeros o un deambulante le arrancase la ropa y pudiera cubrirse con ella. A mi décimo día del nombre se podría decir que empecé a desarrollarme como mujer, y aprovecharon eso para enseñarme a contentar a un hombre desde muy joven, a saber reírle cualquier gracia para no llevarme ninguna paliza por estrecha y a aguantar sus gilipolleces. Lo normal, supongo—. Persephone estiró los brazos por encima de su cabeza para desperezarse y crujió los huesos de su columna al curvarla hacia dentro, bajando la mirada a las orbes del mayor. —Con dieciocho vendieron mi virginidad en el mercado por ochenta exos. Ni siquiera se molestaron en pedir más por algo que yo ni quería hacer, ni en darme la mitad siquiera. Me vendieron como si fuera un trozo de carne, ni siquiera me dieron el valor de una persona. Poco después, la madame me compró. Tampoco vi ni la mitad de las ganancias que le consigo— añadió relajada, sin mostrar ninguna mueca ante su pasado. Alzó su cuerpo con pesadez deshaciéndose de sus caricias y andando con calma hacia el alféizar interno de la ventana que daba al exterior, dejando un hueco junto a ella al sentarse allí y rodear sus piernas con los brazos, invitándole a ir junto a ella.

Hoy creo que la noche estaba despejada y bonita— le anunció con una sonrisa torcida, volviendo la mirada al cielo oscuro y apoyando la cabeza en el lateral de aquél hueco. —Podrías pasar la noche conmigo si quieres. No creo que a la señora le moleste demasiado. Le diré que te invité o que pagaste por esto, no quiero dormir sola— confesó observándole de soslayo y acariciando sus propias piernas con las yemas de los dedos. —Kurau, háblame de tu pasado— pidió bajando el tono de voz y tornándolo un secreto entre ambos, desplazándose hacia él y acomodándose sentada entre sus piernas con la espalda apoyada en su pecho, buscando que el arquero la rodeara con sus brazos.
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Mensaje por Kurau Dom Feb 19, 2017 10:09 am

No supo que contestar a eso, porque ni el mismo sabia dar un solo argumento. Él jamas habia tenido alguien con quien hablar, solo hubo una persona a la que llamó amigo una vez y estaban mas unidos por el temor de no saber si vivirian un dia mas que por un lazo de amistad real. Ambos pertenecian al mismo demonio y ambos tenian que pelear cada dia por intentar ganar mas dinero y él fue el que le explico como se las gastaba su amo si intentaba escaparse o enfrentarse a él, y recordó sus palabras la primera vez que le partio media decena de huesos por encararse a él. -Me parece un precio justo ademas, es algo que puedo conseguir con...relativa rapidez. -el problema no era ganar dinero con los asesinatos sino encontrar uno que fuera lo suficiemente jugososo y que ademas no fuera un contrato abierto porque no era la primera vez que otros como él intentaban matarse por ver quien reclamaba la recompensa. Por eso cuanto mas jugoso era un contrato mas esfuerzos y peligros conllevaba, no por el acto solo de ejecutar el asesinato sino de ir vigilando tus espaldas, porque todos recibian la misma informacion y tenias que cazar mientras podias ser cazado. Sonrió haciendo un ademan negativo con la mano. -No soy un banco, no necesito que me devuelvas nada, lo hago porque quiero hacerlo. -le contestaría para que se tranquilizara y no viera eso como una pregunta. Contestaria el abrazo acariciando suavemente su espalda, riendo suavemente ante su ultima respuesta, aunque no dijo nada porque no queria que pensaba que la queria por eso, aunque quizas era raro si lo pensaba estando ellos muchas veces.

Asintió con el rostro antes de acariciar sus suaves dedos con los suyos, ya tan acostumbrados a la tensión de un arco que no requeria ni guantes, es mas, le molestaban por no poder sentir al cien por cien la tensión de la cuerda entre sus dedos. -Está bien -no pensaba insistir mas en aquello pero probablemente le comprara algun recuerdo para que pudiera tenerlo de aquella escapada. No porque fuera caro, no porque fuera necesario sino para que, si alguna vez lo necesitaba, tuviera un pequeño memento de aquellos dias. Una forma de revivir, lo que él esperaba que fuera un buen recuerdo. Devolveria aquel beso en la mejilla de la contraria sin poder esconder una sonrisa por lo feliz que era a su lado, con tan poco como estar junto a ella. -Yo no inventé como se baña la gente, pero no ibas a ser tampoco la unica desnuda. -le gustaba cuando se ponía asi. -Vamos, tampoco hay nada de malo en mirar si te estas bañando tu tambien. -diría quitandole hierro al asunto, nadie se habia muerto por solo mirar.

Posaria sus manos en los muslos ajenos antes de escuchar su historia, se quedó callado, siendo incapaz de decir nada. Ambos dos habian vivido en caras opuestas del mismo mundo, eran diferentes, su opinion sobre el mundo era diferente pero ambos habian experimentado lo mismo y eran a efectos practicos, lo mismo. Nada. Herramientas que se usaban hasta que no podian mantenerse de pie y las eliminaban. Cosas que podias comprar por un módico precio, que sentenciaban toda una vida. La vio caminar hacia la ventana y sentarse en aquella balda que habia. Se reincorporo sin dejar de prestarle atencion hasta acaminar hacia ella, apoyando el dorso de su brazo contra la pared y hablar él. -Siento de corazón que haya tenido que pasar por todo esto. Y que estés en estas condiciones. -y aquellas palabras no las fingía, lo sentía, como lo sentía por todos los demas, porque la gran mayoria, como él, nunca tuvieron culpa de nada mas que existir. Se frotó la coronilla, rascando aquellos cabellos y sintiendo aquella carne que dibujaba el simbolo de los esclavos. -Con cinco años mis padres me vendieron, supongo que porque era un peligro para ellos, o porque pasaban de mi, o me odiaban. -nunca supo porqué ni lo sabría nunca. -Me vendieron por ochocientos exos, una vez el exponerme como un inusual dragón de hielo dejaba de interesar, y me tuvieron trabajando en una mina junto a otros esclavos, los castigos fisicos solian ser una buena forma de motivar a la gente, pensé que podria llegar a pagar mi propia deuda trabajando, pero daba igual cuanto te esforzaras, nunca ganabas ni un misero exo. Y por si intentaba escaparme me ponian cadenas con puas, asi no podia transformarme, ni si quiera tenia fuerzas suficiente para intentarlo.

Miró hacia el horizonte, sintiendo aquella fría brisa adentrarse y acariciar su piel. -Varios años despues me llevaron a esta bonita ciudad, y me subastaron a un demonio. Pensé que todo iria mejor que en aquella mina, pero habria preferido seguir alli. -confesaria sin ningun tipo de pudor. -Intenté escaparme, pense que sería lo mejor, pero me pilló y solo con sus manos me partió el brazo derecho, varias costillas y un sin fin de cortes. Ahi supe que estaba peor que antes, mucho peor. -se frotaria el vello facial de su barbilla antes de mirarla. -No mucho despues me enseñaria a pelear, al fin y al cabo tenia que ganar dinero con nosotros, y cuando no estaba en una celda totalmente solo tenia que pelear hasta que no tuviera fuerzas para moverme. Nunca fui su preferido, casi que me alegro de no haberlo sido. -se cruzaria de brazos. -Con veinte años empezarian las verdaderas peleas, perder era una paliza segura, nunca luchamos a muerte porque ningun esclavista querria perder su inversión asi como asi pero muchos morian tras las peleas, y si tenias la suerte de no morir ese cerdo haria que quisieras morir. -aquellos recuerdos no eran agradables pero ya estaban demasiado lejos. -El unico amigo que tenia en esos dias no le fue bien, perdió un combate importante y le atravesó la cabeza delante de mi. Me descontrolé y trate de matarlo. -resumiría con una capciosa sonrisa. -Ni si quiera se como sobrevivi. Instinto supongo. Le maté con su propio arco. -diría girando el rostro y señalando con la barbilla el que llevaba consigo. -Un acto del destino supongo. Como ya nadie me buscaba decidí empezar de cero. -soltó el aire suavemente antes de darse cuenta del rollo que le habia soltado.
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Mensaje por Persephone Dom Feb 19, 2017 11:14 am

Le tomó de las manos con total confianza para dirigirlas a su propio cuerpo y obligarle a recorrer el perfil de sus curvas con varios centímetros de separación de su propia piel, trazando solo su silueta sin retirarle la mirada de los ojos y ladear la cabeza con coquetería mostrando una sonrisa. —Está bien, me bañaré contigo— sentenció obligándole a posar sus manos en la zona trasera de sus caderas y ensanchando la mueca. —Pero nada de meterme mano o no volverás a sostener el arco en toda tu vida— amenazó con un fingido tono meloso en la voz, rozando con sus labios los del arquero al hablar y retirándose de encima. Sus hombros se encogieron con una indiferencia palpable en sus lamentos, observándole de reojo y acomodando su cuerpo en aquél hueco que mostraba el exterior y que tantas veces pensó en saltar para salir de allí. —No necesito tus lamentos. Yo ya hace bastante que superé esto— respondió con tranquilidad, enganchando su diestra al brazo del varón para atraerle a ella y tenerle cerca de su cuerpo.

Escuchó su historia en silencio, entretenida al enredar los dedos en los trozos de cuero finos que colgaban del escote de aquella prenda que unía dos trozos de cuero por una lazada en el centro mostrando la piel de su canalillo y parte del vientre. Aflojaba aquellos nudos y volvía a apretarlos al tirar hacia los lados, volviendo a perder sus orbes en las calles de Karr y su piel congelarse por la brisa que azotaba la zona levantando la arena haciendo imposible la vista a cualquiera que andase por allí. Deslizó la espalda para recostarse en aquél alféizar y tiró de la mano del contrario para inclinarle sobre ella, tomar su rostro entre sus pequeñas extremidades sin apartarle la mirada de los ojos. —Ahora me tienes a mí— le recordó con una burlona sonrisa, mordiéndose el carnoso inferior y tirando de su cabeza —, ya no estás solo—. Quizás no era más que un cliente con el que tomó confianza y acabó por coger el cariño suficiente como para aguantarle junto a ella por horas, con el que mantener una conversación sin necesidad de algo más de por medio. E igual él sólo la veía como una mujer que sólo servía a un hombre por ganar dinero y tuvo aquél mismo sentimiento de amistad por ella como la rubia una vez tuvo.

Enredó las manos en la nuca del mayor para tomar las suaves hebras negras entre sus dedos y dar un ligero tirón de ellas como recordatorio de que seguía siendo la misma niñata de siempre y no una mera mujer con sentimientos cálidos hacia la gente. —Yo también quiero devolverte el regalo, grandullón— murmuró tirando de su rostro hacia ella de forma lenta para amoldar los labios a los suyos y besarle con lascivia, atraer su cuerpo al contrario tras pegar su vientre y pechos al de Kurau y aferrarse a su cuello sin abandonar aquél beso que trataba de alargar al ladear la cabeza. Sus ojos se cerraron al primer contacto de sus labios con los suyos, entreabriéndolos para colar la sinhueso en su boca, rozar el del mayor y jadear en un susurro que se quebró en el aire con la respiración cortada, el corazón latiendo con fuerza y la calidez inundando su cuerpo por la velocidad de su sangre ante la adrenalina. Se incorporó de forma lenta retirando las hebras rubias del frío alféizar de piedra, apoyando una mano sobre la roca pulida para mantener el equilibrio sin alejarse de su boca y cortar el contacto con un suave chasquido. —Pero no te pienses que ésto irá a más. Sólo vamos a dormir juntos y te vas a ir nada más amanezca, no abuses de confianza entre nosotros— bromeó con los ojos entornados centrados en la mirada contraria y la respiración acelerada por aquella unión que le arrebató el oxígeno.

Tú dormirás a mi lado en la misma cama, pero olvídate de resbalar tu mano por mi cuerpo. Si tocas zona blanda te tiro por la ventana— avisó enarcando las cejas con una sutil sonrisa bailando en sus labios y una mirada pilla. —Mañana volverás para convencer a la señora y me llevarás contigo a Nurén o a Torava. Si no apareces por aquí olvídate de volver a tocar este cuerpo o besar estos labios por el resto de tu vida— amenazó entre murmuros, soltándose de su cuello volviendo a apoyar la planta de los pies en el suelo y señalar con el mentón el montículo de mantas y cojines, invitándole a tumbarse allí en lo que ella se deshacía de las correas que rodeaban su cintura y caderas por encima del cuero de los pantalones, dejando caer las pequeñas bolsas y trozos marrones de cuero trenzado que usaba para sostener las armas filosas junto a ella, haciéndolas tintinear al golpear el suelo de piedra e inundar la habitación con el sonido metálico de las mismas.
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Mensaje por Kurau Lun Feb 20, 2017 12:46 pm

Asintió con la mirada a forma de promesa, tragando saliva suavemente ante aquellas palabras que, sin seriedad habian calado muy profundamente en él. Tanto que sintió un escalofrío, él. Un dragón de hielo o lo que quiera que fuera ahora que llevaba media década sin poder transformarse. Puede que no fuera aquel mismo pavor que le daba el siquiera escuchar los pasos de su amo tras haberle roto los huesos como bienvenida a su plantilla de esclavos que le harían ganar mucho dinero. -No te he visto nunca enfada... -diría mirandola a los ojos. -pero aprecio demasiado ese arco como para no poder usarlo nunca mas. -aseguraria desviando la mirada a aquel arco compuesto que descansaba en una de las paredes, junto al carcaj con las flechas. Asintió con suavidad a sus palabras, entendía que nadie quisiera decirle que lo sentía aunque el habria dado lo que fuera por, en sus años mas duros, donde mas solo y abandonado se sentía porque alguien, al menos se apiadara de él, no porque ganara nada, no porque le protegieran ni menos aun porque intentaran protegerle. Pero con suerte, habria dejado de ser invisible a ojos de los demas. Porque nada dolia mas que sangrar por cada poro de tu piel y que nadie fuera consciente. -Pocos lo harían -le confesaria casi como un secreto. -y cada uno tiene sus maneras -la suya habia sido luchar a muerte, haber estado a punto de morir y no saber siquiera como habia ganado. -pero me alegro que ya no te afecte. -al menos no seguiría sufriendo por algo a lo que era superior.

Alivió muchos detalles de su historia, no necesitaba saber que trabajaba hasta que los huesos de las manos le ardian, o hasta que sus manos dejaban caer gotas de sangre por sus brazos. Ni como le cortaron su propia cola, ni las cosas que tuvo que dejar pasar simple y llanamente porque no eran de su 'incumbencia'. Ella probablemente podia imaginar a lo que él se dedicaba, pero mientras que su trabajo no hacia daño a nadie en el suyo alguien acababa muerto. Siempre. -Y doy gracias por haberte encontrado Persephone. -para cualquier persona ella podria ser simple y llanamente una meretriz, una persona a la que pagabas por su cuerpo. Pero el habia descubierto en ella alguien a la que apreciaba tanto que pagaba por su personalidad y no por su cuerpo. Al sentir las manos en su nuca Kurau llevó las suyas al vientre plano y terso de la chica, pegandola a ella. Le encantaba sentirla tan dominante en un instante, siendo capaz de con aquel gesto hacer que sonriera de forma intima, solo entre ellos dos, sintiendo la cercania de la contraria como una pequeña aura caliente que chocaba contra la fría de su persona. Que le hacía derretirse y que su sangre fluyera con rapidez desde un corazón que llegaba a palpitar en su presencia pese a estar recubierto de las esquirlas heladas de su pasado.

La besó de forma apasionada, cerrando los ojos antes siquiera de sentir totalmente el contacto de los labios ajenos, atrapando su labio inferior antes de separarlos para dejar paso a su lengua, enredandose con prestreza, diversion y en contactos fugaces sin llegar a quebrar ese contacto pese a mover suavemente el rostro para cambiar y guiar aquel beso hasta que aquel frio aire fuera necesario entre ambos sintiendo como sus labios habian comenzado a enrojecerse simplemente por la sangre caliente que fluía por ellos. -No es la primera vez que dormimos juntos y no eres capaz de decirme una sola vez que hiciera algo que no quisieras. -le recordaría con total sinceridad, dedicandole una mirada divertida y asintiendo finalmente con un cabeceo. -Nada de tocar algo blando. -repetiría casi como haria un niño para que supiera que estaba escuchando asintiendo repetidas veces con el rostro ante lo ultimo. -Mañana, Persephone -la tomaría de la mano guiandola de vuelta a la cama improvisada, tumbandose junto a ella y girando su cuerpo suavemente para verla. -iremos a ver a esa serpiente gigante. Eso puedes tenerlo por seguro. Aunque no se si querra salir cuando estemos allí. -aseguraria apartandole varios de aquellos cabellos rubios de su rostro y colocandolos tras su oreja. -Pero al menos no podras decir que no lo estuvimos buscando.
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Mensaje por Persephone Lun Feb 20, 2017 2:02 pm

Su sonrisa se ensanchó de forma picaresca en lo que su labio inferior era atrapado entre sus dientes, fijando la mirada en sus ojos y acomodándose en aquella cama junto a él. Acarició su brazo al arrastrar las manos por su piel, tocándola con calma y deslizando las yemas sin apartarle la mirada de las orbes. —No te preguntaré qué hacías ese día en el burdel, ni por qué me escogiste— bromeó rodeando para subirse sobre él, recostarse encima de su cuerpo —, pero te doy las gracias por haber decidido venir conmigo y acabar tan enganchado a mí. Y hacer que yo me enganchara a ti y fueras mi cliente preferido—. Se apoyó contra su pecho, mordisqueando su mentón de forma juguetona y riendo en voz baja sin cortar el contacto con el adulto, con sus manos rodeando el cuello de Kurau y su boca deslizándose por su barbilla y cuello. —Sólo no te enamores de una prostituta. No puedo prometerte felicidad ni fidelidad— continuó la broma con una sonrisa. Su espalda se arqueó suavemente para apartar el vientre del contrario y jadear de cansancio al desperezarse, oír sus huesos crujir en dicho movimiento y morder la piel del cuello del dragón con suavidad con el simple fin de hacerle cosquillas antes de repasar la marca con la lengua.

No era la primera vez que dormía con él, cierto, pero si por ella fuera no sería la última. Amaba sentirse segura entre aquellos brazos, sentir un calor corporal junto a ella y una mano que la acariciara entre sueños, no sentirse sola entre tantos días que pasaba en aquella habitación sin una compañía nocturna que demostrase quererla y respetarla. Pero tampoco era la primera vez que prometía arrancarle las manos si la tocaba y que acababa tomándole de éstas para dirigirlas a su cuerpo, colarse bajo las sábanas, pedirle entre susurros que la hiciera sentirse amada, deseada. —Te prometo que esta noche sólo quiero dormir contigo— sentenció con calidez buscando entrelazar los dígitos de la zurda con los dedos del arquero —, también te prometo no pedirte algo más de madrugada, te necesito con energías por la mañana— susurró coqueta al apoyar su pecho contra el de Kurau.

Aunque esa serpiente no haga aparición, podemos hacerle una visita a las nurén— bromeó ladeando la cabeza y dando un roce con la nariz a la de él. —O siempre podemos quedarnos en la playa, retomar energías y visitar otro clan, seguro que se alegran de tener dos karr entre ellos— sobretodo por el odio que todos los seres vivientes de todos los clanes le tenían a dicha zona. —O ir a Torava, quiero ver ese gran castillo— confesó con la misma ilusión que una niña tendría al imaginarse un lugar hermoso al que nunca fue y pensar que algún día vería con sus ojos. Se dejó peinar por él, recostando la cabeza en su pecho y suspirando de puro gusto por sus caricias. Su nariz se enterró en el cuello del moreno para aspirar su aroma y cerrar los ojos relajada, calmando su respiración y acariciando su mano zurda con sus yemas, aún con los dedos entrelazados. —Eres genial Kurau— una sonrisa nerviosa adornó ese comentario, apoyando el mentón en su pecho desnudo y mirándole a los ojos. —Si no me dedicara a entregar mi cuerpo a los hombres saldría contigo— habló burlona tras soltar una carcajada y abrazarle con fuerza.
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Mensaje por Kurau Miér Feb 22, 2017 9:21 am

Rió suavemente antes de llevar su mano izquierda a su cabello rascandolo suavemente y recordando quel dia, hacía casi un año por ese entonces, deleitandose con las caricias que las yemas femeninas le daban por su atlético torso antes de sonreir con suavidad. -Buscaba compañia. -aseguraria sin ningun tipo de secreto que esconder. -En una de las tabernas en las que estaba escuche que alguien hablaba de ti, por ese entonces no lo sabía, ni si quiera se sabía tu nombre pero 'rubia platino, azul marino, rosa fresa y rebelde como una pantera' fueron detalles que me permitieron distinguirte. -tambien sabia a que local acudir, y que buscaba a una joven terriblemente bella. -Si te sirve de consuelo no buscaba acostarme contigo. -de hecho ese primer dia no se acostaron. -Pero cuando la curiosidad me pica quiero ver hasta donde llega, y aqui estamos, casi un año despues, Persephone. -sus manos se apoyaron en la cintura femenina cuando se subió sobre él, notando el ligero peso que tenia, quizas por estar acostumbrado desde pequeño el tener que cargar mas que su peso corporal, o porque era mas fuerte que una persona corriente. -No se quien no querria estar enganchado a ti -confesaria sin pensar si esa elección de palabras era quizas la mas politicamente correcta. -en el buen sentido quiero decir. -sabia que mas de un haber la habian castigado y él podria decir que no tenia que hacer eso, pero él tenia gran parte de su cuerpo destrozado, de no ser porque los huesos soldaban ni si quiera estaria ahi ahora. -Hare mi mayor y total esfuerzo. -prometeria con solemnidad aunque él no es que se conformara solo con poder compartir aquellos momentos pero de no tener nada, con ella sentia como tenia algo mas intangible, algo que no podia explicar y que solo podía darle ella.

Se mordio suavemente el labio inferior al sentir ese mordisco jugueton y un poco mas fuerte al sentir aquella lamida en la misma zona. -No te preocupes, creo que un relajante sueño me vendría bien. -generalmente sus sueños eran bastante, desagradables porque recordaba momentos de su vida la mayor de las veces y eso suponia verse como cuando era un niño asustado o cuando sentia los ojos de su antiguo amo clavados en él y revivía esa batalla en la que terminaba siempre muerto, despertandose en sudores frios. Pero si dormia con ella o no soñaba nada o tenia sueños absurdos, raros, pero que no dejaban de ser sueños. Como si su presencia, el calor que su piel desprendia o simplemente su aroma y compañia fueran un calmante para un cuerpo que habia quedado traumatizado con aquella epoca de su vida. Asintió a sus palabras aceptando un trato que probablemente ninguno de sus clientes quisieran o mucho menos se dignaran a aceptar. Pero el se veia mucho mas que un cliente, sí, pagaba, pero no pagaba para tenerla a ella, pagaba por poder estar con ella. Él nunca quiso hacer nada que ella no quisiera, igual alguna vez se sobrepasaba con un beso inesperado pero ni ella se quejaba ni le hacia daño alguno, asi que todos ganaban. Rodeo su espalda con ambos brazos, atrayendola a él y acariciando lentamente los homoplatos de la joven, de forma lenta y armoniosa con calma como un suave masaje antes de asentir.

-Me gusta ese plan tambien ademas tengo un conocido por Nurén, a unas malas me devolverá un favor que me debe y a las buenas, habremos visto a la mítica serpiente gigante y pasaremos un bonito dia en la ciudad mas verde del mundo entero. -aquello no era un juego de palabras, es que literalmente era la mas verde que habia al estar casi todas las que habian rodeadas por un frondoso bosque, o incluso en torno a un gigantesco arbol como pasaba con el Nido. -Para ese problema prefiero usar la presentacion "soy un ser errante que viene y va" les parece mas misterioso y desata su curiosidad y con eso ya no desconfian de ti. -porque presentarse como alguien de Karr implicaba que tenias que tener cuatro ojos en la nuca, solo por si acaso. Daba igual si eras la escoria de la ciudad, o si para Karr no eras mas que un esclavo que no tenia derecho a nada, los demas eran tan hipocritas que pensaban que tu serias como ellos, cuando con huir todos serían terriblemente felices. Pero guardo silencio al notar como se abraza a el con fuerza y se sintió en aquel instante mas querido que en toda su vida, por eso estaba gradecido, porque ella le hacia sentir cosas que nadie mas habian hecho, no de aquella forma, no simplemente por puro desinteres.

-Lo se, Sephie. -diría usando aquel apodo de forma cariñosa. -Y ojala pudiera librarte de esa carga. -podía hacerlo pero no sabia hasta que punto se tomaria bien que matara a una persona y la pusieran en busca y captura como estuvo él, preferia no ponerla en peligro asi que si algun dia conseguia el suficiente dinero, compraria su libertad. -Aunque solo sea para que no tengas que hacer algo que no quieres, no por lo de salir conmigo. -sus intenciones eran tan puras como las pensaba pero sabia que si lo dejaba a medias igual podian confundirse. Cerro los ojos suavemente apoyando su frente contra la ajena. -Pero ya veras como mañana... -diria respirando lentamente aquel dulce aroma que desprendia, casi como la misma vainilla. -...veremos todas esas cosas, Sephie. -su pulso se relajaria, disfrutando del calor ajeno y de esa compañia que podian transformar una cama improvisada en un colchon tan suave como las nubes mismas, si pudieran tocarse.
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Mensaje por Persephone Dom Feb 26, 2017 5:10 pm

Persephone sabía que era una meretriz recomendada, pero lo que no sabía era si realmente adoraba eso o lo odiaba. Si amaba ganar dinero vendiéndose con la esperanza de que algún día dejase de servir, la echaran y le dieran la libertad que merecía o si odiaba tener que entregarse a todo ser que se dignase a pagar apenas unos Exos por ella teniendo el conocimiento de que jamás saldría de allí. Cuando cumpliera una edad donde su cuerpo se destrozara y dejara de ser joven y deseable acabaría limpiando el lugar, quizás de contable o como la señora de la casa. Si es que no la abandonaban en las fronteras con una paliza por quedarse embarazada o herida hasta el punto de no ser capaz de mover una de sus extremidades y de que su cuerpo dejase de ser buen visto. Sus comisuras se curvaron con pesadez mientras sus dedos recorrían con el dorso del rostro del varón, con la misma lentitud y cuidado que un pintor recorrería con las hebras de su pincel un lienzo en blanco, pero él no estaba intacto, él ya tenía más de un trazo de aquella joven y ella ya estaba enganchada a aquél cuadro. — Eres el único cliente que me ha tratado con cariño— confesó tratando de no quebrar su voz —, te lo debo todo— susurró retirando varios mechones del rostro del varón y sujetándolos entre sus dedos.

Asintió lentamente con la cabeza y se dejó recostar a su lado abrazándose a su cuerpo, trazando con caricias algunos dibujos en el cuerpo del hombre, dejando rastros invisibles de sus dedos por su pecho en lo que su mirada se perdía en aquellas oscuras orbes. Él parecía todo un karr en comparación a ella. Aquél pensamiento referido a Kurau la hizo sonreír de forma suave, pasando los brazos por debajo de su cuerpo en un abrazo y entrelazando los dedos tras su espalda para fortalecer aquella unión. —Me da igual a dónde vayamos mientras vaya contigo— enterró el rostro en su cuello y aspiró aquél aroma corporal que le distinguía de los demás, que para ser sinceros a ella le resultaba agradable por recordarle a especias que olía de pequeña cuando le preparaban su plato favorito en una gran cazuela al rojo vivo. —Me lo apuntaré para cuando vaya a clanes enemigos— que venían a ser todos, pese a que ella no tomase asco a ningún otro territorio que no fuera Karr. Las nurén nunca la hicieron daño, los roar nunca entraron a Karr para tomar a sus mujeres y llevárselas, los torava jamás derrumbaron edificaciones por puro placer, los artae no envenenaron a los niños para bajar población y disminuir el hambre. Karr era su propio enemigo y luchaba contra sí mismo, destrozándose sin saberlo y quebrando un pueblo que acabaría siendo odiado por la mala fama de quienes recorrían sus sucias y pobres calles, y ella nunca podría limpiar el nombre de un karr si avanzaba por otros territorios en busca de ayuda, porque todo ser que habitaba en el clan tenía la fama de matar por diversión, de derruir por destrozar la vida de las personas sin importar si son vecinos, de sacrificar niños para tener más comida que llevarse a la boca y no repartir entre más población, de protegerle el culo a una reina que nunca elevó un dedo por los suyos.

Odio Karr, Kurau— explotó en voz baja, volviendo a intentar dirigir la mirada a él —, quiero huir del clan— se mordió el labio con nerviosismo y desvió la mirada al casi parecerle un suicidio todo. —Olvídalo— masculló finalmente aferrándose más a su cuerpo y buscando su calor corporal. —Si no fuera una prostituta no me importaría salir contigo. No me negaría a entregarte todo lo que tengo si con ello tomas mi esclavitud y me liberas de todo esto, Kurau. No me quejaría si algún día decides huir de esta mierda de pueblo y llevarme contigo. Estaría encantada de pasar toda una vida contigo— bajó el tono de voz al verle relajarse frente a ella, deslizando las orbes hacia abajo para mirar sus labios y suspirar. Acarició su espalda por última vez, decidiendo no molestarle más en toda la noche y posando un último beso en sus carnosos. —Que descanses— tiró de aquellas mantas para cubrir ambos cuerpos y dejó caer los párpados con calma, disfrutando del calor corporal que le otorgaba el karr y destensando sus músculos antes de caer dormida entre sus brazos.
Tema finalizado.
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