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Un pequeño encargo para un gran recuerdo. - [Priv. Ekaterina]

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Un pequeño encargo para un gran recuerdo. - [Priv. Ekaterina] Empty Un pequeño encargo para un gran recuerdo. - [Priv. Ekaterina]

Mensaje por Darek Dom Mar 26, 2017 5:13 am



IMPORTANTE, ESTE POST POSEE CONTENIDO QUE PUEDE HERIR LA SENSIBILIDAD DE ALGUIEN. LÉALO CON RESPONSABILIDAD.



Un simple encargo. Muy simple. Tan simple que me avergüenza haberlo fallado, tan simple que me honra. Las directrices eran claras y concisas, era imposible equivocarse de persona. Los detalles dados por aquella Artae eran de una precisión espectacular. Aquella mujer consiguió escapar de los prostíbulos de Karr y, una vez llegó a Kugg, buscó a alguien que tuviese la sangre fría (o la poca dignidad) de asesinar a varios sujetos. Me pareció sorprendente como la estancia en Karr de la mujer había corrompido su espíritu pacifista y la había convertido en alguien a quien no le importaría sacrificar unos días de su vida (y de la de todo su clan) con tal de ver a algún que otro capullo con el cuello degollado. ¿Por qué acepté ese encargo? Aun a día de hoy no lo sé. Si lo hubiese completado tal vez sería capaz de decir “Por dinero”. Pero lo que pasó me mostró una imagen reflejada de lo que realmente quería, de por qué lo hacía. Me explicaré, pero antes debe constar todo lo que esa noche ocurrió.

Era una noche común en Karr, y más aún en el Sector Rojo, donde los negocios sucios y denigrantes reinaban, donde decenas de mujeres perdían su dignidad cada noche. El hecho de que en el negocio de las meretrices se viesen más mujeres Nuren que de cualquier otro clan me aterraba. Entendía las razones y eran bastante obvias, la esterilidad de las Nuren era una gran baza a favor de los clientes… pero solo pensar que Elyka pudo estar en estas calles me repugna. Es algo que nunca sabré. Lo pregunté por activa y pasiva, pero ella nunca se dignó a contestar, tal vez en su silencio hubiese una afirmativa. Espero que no. Cubría mi identidad con una larga y amplia capa, además de una capucha que nos mantenían refugiados de las miradas curiosas tanto a mi como a mi espada. Se oía algún que otro grito, gemidos, lloros, reproches, gente murmurando en los recovecos más oscuros… o negociando precios, coqueteos, algún que otro cadáver escondido. La escena era realmente horrible. Pude ver cosas que no nombraré por respeto a tu integridad. Cosas que no desearía a nadie… menos a estas sucias ratas.

Preferí evitar el contacto con el entorno, tanto con sus habitantes como con los detalles con los que me bombardeaba mi curioseo. Esta era la realidad, y era completamente ignorada. Tal vez por el interés de otras naciones, tal vez por el comercio. Cada año todos los clanes veían un porcentaje de su población mermado por los secuestros o asesinatos de los Karr. Y es entonces, cuando alguien como yo se pregunta “¿Por qué nadie actúa?”, cuando ves la suciedad que este sitio alberga desde hace mucho tiempo. Y ya no me refiero a Karr, sino a todo lo que fue Exié. Seguí caminando, con el colgante de Elyka atrapado en mi palma, como si no quisiese que ella viese la escena, como si no hubiese otra manera de alejarla de este mundo. De este mundo en el que… por una parte, desearía verla… y por otra, no quiero que vuelva. El corazón me latía con la impotencia que me invadía, compungido por miles de pensamientos que me invadían a cada paso, a cada losa.

Encontré a los dos primeros sujetos con facilidad. Mi cuerpo y espada se movían al son de las órdenes. Un profundo corte en la garganta que les ahogase en su miseria y el dedo pulgar de la mano derecha como prueba. Enrollé los miembros amputados en una tela negra para no manchar la capa y partí en búsqueda del último. La última mísera vida que esta noche escaparía de su cuerpo y la última noche que pasaría en esta cloaca en mucho mucho tiempo. Continué mi camino, con el alma más calmada por los asesinatos y la dignidad más baja, cuando oí una fuerte discusión. Intenté ignorarla en mi promesa personal de no hacer caso al entorno, pero aquella voz… aquella silueta… no podía quitarle la vista de encima, no podía dejar de pensarlo. No podía dejar de recordarla.

Una muchacha de estatura baja, tan parecida a la de Elyka que asustaba, como una viva imagen de ella. Como si mis miedos de que ella hubiese estado en estas calles se hiciesen realidad al ver a aquella muchacha. Como si la realidad me diese un fuerte bofetón y me obligase a ver un recuerdo de alguna que otra amarga experiencia de Elyka. La realidad, o así lo he llamado, era cada vez más horrible. La chica discutía con un hombre de aspecto tosco, sobre dinero, creo recordar. Aquellos gritos se volvían cada vez más acalorados, llegando a un iracundo agarre por parte del hombre de la muñeca de aquella chica. No miento si digo que en ese momento mi corazón dejó de latir. Mi capucha cayó a mis espaldas casi con el peso de mi pesar y mi espada se desenvainó en un instante.

No recuerdo mucho, salvo clavar el filo en el suelo e instantáneamente ver como una estaca rocosa surgía del suelo para perforar el muslo derecho de aquel hombre. El dolor le hizo gritar y soltar a la muchacha, pero yo había fallado. Una tras otra volvieron a salir varias estacas que atravesaban a aquel hombre por diversos sitios. La estampa era aterradora, mi instinto asesino había salido tan a la luz que solo pensarlo me asustaba. La chica no parecía muy afectada por la escena, o al menos era la impresión que daba. Mis movimientos fueron rápidos, me desprendí de la capa, que empezaba a pesarme, y corrí al lado de ambos, entonces mi cuerpo y mi espada dibujaron un limpio círculo en la tierra que rápidamente se acaloró en un tono rojizo. Miré a aquella muchacha y mi corazón volvió a recuperarse. A pesar de las similitudes en estatura y figura de la chica y Elyka, su aspecto era totalmente distinto al de la ninfa, lo cual agradecí. Me interpuse entre ella y las estacas adornadas con el fogoso círculo, el cual tras unos segundos estalló en una onda expansiva que rompió las estacas, lanzando varios guijarros de piedra al aire y ensartando alguno que otro en el inerte cuerpo de aquel cobarde en una grotesca escena. Los guijarros que chocaron con mi espalda rasgaron mi ropa, pero no penetraron mi piel, como mucho quedaron algunas heridas superficiales, nada difícil de curar.

Me levanté sin articular palabra y me dirigí al demacrado y mutilado cuerpo del hombre. Tras reconocer su identidad supe que la había cagado, literalmente. Era simple. Corte en la garganta y dedo cortado, no mutilación completa y dedo cortado. La mujer Artae no tenía por qué saber el procedimiento seguido, pero mi propio honor se veía herido ante este asesinato. Corté su dedo y, refunfuñándome a mí mismo por lo bajo, me dirigí a la abandonada capa, dando la espalda a la muchacha como si esta nunca hubiese existido. Guardé aquel dedo con los demás y volví a echarme la larga tela a la espalda, cubriendo mi cabeza.
Un pequeño encargo, que había derivado en un gran recuerdo.







OFF-ROL:


Última edición por Darek el Sáb Abr 08, 2017 2:40 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Ekaterina Niurka Dom Abr 02, 2017 9:04 am



Era noche cerrada y hacía frío. Me castañeteaban los dientes y mis piernas temblorosas se entrechocaban. Era un espectáculo deplorable que se repetía a diario en el Sector Rojo. La gente pasaba delante de mí sin verme, dirigiéndose a sus casas apresuradamente antes de que apareciera la gente peligrosa. Lo que no sabían era que la gente peligrosa también salía de día. En Karr nadie necesita esconderse. Yo quería encontrar a alguien con un mínimo de piedad que pudiera pagar una posada... pero no había dinero y ni siquiera querían. En general la pagaban, pero me echaban fuera en mitad de la noche cuando se cansaban de mí. Era lo malo de ser un mero entretenimiento. Me había acostumbrado y eso era lo más triste de la situación.

La noche acababa de empezar y yo tenía sueño. Hubiera dado todo lo que tenía por una cama caliente, pero ni siquiera eso era suficiente. A mi lado descansaba una botella de alcohol fuerte, que me desagradaba pero me incitaba a beber, aunque solo fuera por olvidar. Odiaba ese tipo de bebidas, pero de vez en cuando era lo único que podía hacer, pues era bastante barato y de todas maneras varias veces los borrachos olvidaban sus botellas en medio de la calle. Ya había bebido algo y por eso me sentía aún más cansada: las extremidades me pesaban y tenía que contenerme para no cerrar los ojos y caer en un sueño... Por los alrededores había gran número de personas durmiendo en la calle, y todos tenía un rostro tan tranquilo que yo deseaba imitarles...

Para despejarme decidí levantarme, aunque solo fuera por dar un paseo. El lugar no era especialmente bonito y cada vez que abría los ojos veía un acto desagradable o ilegal, pero ya ni siquiera me afectaba. Uno de mis pies se hallaba desnudo y eso aumentaba mi sensación de frío, añadiendo escalofríos que me recorrían el cuerpo. A menudo me preguntaba cómo hubiera sido mi vida si la situación económica hubiera sido mejor. ¿A qué me hubiera dedicado? ¿Hubiera sido una niña como las demás? Me costaba imaginarlo... Seguramente hubiera sido una vida mejor... eso me ponía nostálgica y me enfadaba a la vez. No quería perder mi libertad, pero al fin y al cabo ya era la esclava del pueblo...

Me repente caí hacia atrás. Ahogué un grito y noté una mano en la cintura que tiraba de mí. Mi espalda quedó pegada al cuerpo de un hombre. Noté su aliento en el cuello y me estremecí. Permanecí quieta unos instantes. Ya había aprendido cómo reaccionar. No era la primera vez que me ocurría, ni tampoco la segunda. No me relajé: me era imposible y hubiera resultado sospechoso. Esperé a que me diera la vuelta con un gesto brusco. Mi rostro quedó a la altura de su cuello. Me obligó a mirarle a los ojos. Lo primero que pensé fue que se parecía extrañamente a una ardilla, solo que mucho más grande. Seguía agarrándome por la cintura, por lo que yo no podía más que estar pegada a él. Con un movimiento veloz me agaché, deshaciéndome de su abrazo. Retrocedí un par de pasos con una mueca de disgusto y extendí la mano con la palma desnuda hacia arriba.

- ¿Y bien?- vi en sus ojos que quería volver a acercarse por lo que agarré la botella de alcohol esperando poder utilizarla para defenderme. Seguramente luego no me hubiera atrevido a usarla realmente, pero ya era un paso y podía hacer que se acobardara. En efecto, optó por permanecer alejado, aunque naturalmente no se rindió.
- Ven aquí...- se limitó a decir, tratando de resultar persuasivo. Seguramente pensara que era una estúpida. Y lo era, pero no tanto.
- Búscate a otra.- gruñí, aunque tampoco quería que otra persona lo sufriera. Todo era mejor que yo. Pese a todo no se lo tomó bien, como era de esperar. Dio un paso adelante y yo no pensaba utilizar el arma improvisada.- Voy a gritar.- amenacé, alzando un poco la voz.
- ¿Y quién te va a oír?- contestó, también en voz alta. Eso era cierto. A nadie le importaba yo. Habría más gente como él por la zona y no quería llamar la atención.

- ¡Voy a hacerlo!- insistí, negándome a darme por vencida. Tenía que haber alguien que me ayudara. El hombre tenía los hombros anchos y una figura bastante amenazante. Me pregunté - aunque no era el momento de hacerse preguntas - a qué se dedicaría por el día.
- No, no lo vas a hacer.- dijo con una sonrisa torcida. Me agarró la muñeca con la que sostenía la botella y la torció de forma dolorosa. El "arma" cayó al suelo con estruendo. Me di por vencida y me dejé caer a sus pies como si fuera una muñeca de trapo. De repente se oyó un estruendo y un nuevo individuo apareció. Desenvainó su espada y supe que no iba a hacerme nada. Nadie tiene interés alguno en matarme.

Clavó la espada en el suelo y una estaca salió del suelo, hiriendo a mi agresor. Me soltó y mi brazo cayó de nuevo al suelo junto al resto de mi cuerpo. Yo simplemente observé. Tal vez no me diera cuenta de lo que ocurría. Nuevas estacas salieron del suelo, acabando completamente con él. Sentí una ligera satisfacción, pero nada más. El recién llegado se agachó junto al hombre e hizo unos gestos que no identifiqué sin verme siquiera. Volvió a levantarse, dándome la espalda. Entonces me eché a llorar y me sentí terriblemente inútil. Con los ojos cerrados, lloré soltado gemidos ahogados. Y entonces hice algo de lo más imprudente. Me sentía triste y simplemente pensaba en compensar al hombre, aunque ni siquiera pasó por mi mente dedicarle unas palabras de agradecimiento. Nadie quería eso en el Sector Rojo. Me acerqué a él y le abracé por detrás, pegando mi cuerpo al suyo. Lágrimas seguían resbalando por mis mejillas.
Ekaterina Niurka
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