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Maybe the beast doesn't like this bait [Persephone]

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Mensaje por Kurau Mar Feb 28, 2017 1:22 pm

Kurau nunca solía hacer promesas porque él las ocnsideraba una especie de contrato, y no uno que se firmara con la sangre o con la tinta, esas podian falsificarse, para él cuando acordaba algo se lo tomaba como un pacto y romperlo solo podia tener una justificación que era que, incumpliendolo el pudiera estar a salvo, asi de simple. Si te prometia matar a un rey, lo haria, si te prometia sus servicios e intentabas matarle, se pasaria cualquier otra promesa por donde el sol no sale. Pero prometerle lo que le habia dicho a Persephone era un juramento grabado en su piel casi tanto como la tinta que recorría su brazo izquierdo. No obstante estaba mas que decidido a convencer a aquella madame y debia de decir que las negociaciones no solo fueron como él lo esperaba sino que pese a la reticencia original de la señora 'no puedo dejar que una de mis niñas se vaya como si nada, ¿que diran las demas? Además, esto es un burdel, ni siquiera podrias pagar todo lo que ella trabaria' pero Kurau nunca mostraria sus cartas, dedujo una cantidad adecuada, quizas unos treinta clientes al dia, puede que una que no fuera tan rebelde como ella tuviera veinte, con suerte, hablando al menos de setecientos exos. Con una cuanta aritmetica mas el hechod e que ella no podia causar ningun tipo de incidente y que, si quisiera llevarsela ni si quiera estaria hablando con ella consiguió convencerla para que aceptara su generosa oferta, quizas a la siguiente ni se molestara en regatear a la siguiente vez. Le prometió, muy a su pesar, que la traeria de vuelta pasados tres dias exactos. Ni uno menos. Y no pareció importarle pues contaba las monedas de oro que habian caido en su mesa como si fueran las ultimas que viera en su vida.

Muchos decian que el oro tenia un fuerte influjo en los dragones, que bueno que en el caso de Kurau ya no fuera un dragon de puro derecho porque ya no podía transformarse en uno. Arregló dos caballos dispuestos a llevarlos a ambos, era bastante mas fan de la libertad de un caballo que un incomodo y traqueteante carro, y pensaba que Persephone agradecería el poder galopar a su ritmo con la libertad que le daban los caballos a una lona de piel en un maltrecho carruaje. El nunca usaba un mismo caballo dos veces porque muchas veces tenia que caminar largas distancias en poco tiempo y ni un solo caballo aguantaria tanto tiempo recorriendo todo el continente. Preparo los caballos y se puso en marcha a medio dia, habiendose asegurado de llevarlo todo, de que ella estuviera lista y partieron bordeando la costa, el objetivo las playas de Núren, donde se decía que aquellas dos enormes serpientes, aunque una titánicamente mas grande que la otra yacían. Casi parecía que todo se habia alineado para una excursion que, en terminos de transporte duraria casi cinco horas. -No se te da nada mal -aseguraria antes de dar un seco golpe a las riendas para que el caballo acelerara. -¡pero yo soy el rey de los jinetes! -diria saliendo disparado junto a ella, incitandola a seguirla en aquel juego de casi niños, con el aire agitando su larga melena, removiendo su ropa mientras se levantaba un poco sobre el caballo para evitar que el frenético ritmo golpeara demasiado sus pantorillas y para ser un poco mas aerodinamico inclinandose hacia adelante.

El sol pronto se pondria por el oeste pero el cielo se teñia de una paleta de colores rosaceos, el ambiente era aún calido aunque bastante mas fresco al estar junto a las orillas del mar, no pudo evitar inspirar con fuerza para sentir aquella brisa colandose en su cuerpo. Miró con atención el reflejo del mar y el Sol y fue aligerando cada vez mas el paso. -Hay un pequeño pueblo por aqui, es bastante discreto, esta a unos pocos kilometros hacia el oeste. Dejaremos los caballos ahí, que descansen y bajaremos a la playa ¿si? -la miraria con una sonrisa antes de volver a hablar. -Ademas necesitaremos algo de cebo para que vengan. No se que podran querer pero igual ir con las manos vacías es una mala idea. -aseguraria visualizando con su buena vista, en la lejania, aquel pequeño pueblo que se asentaba casi en un acantilado. No se detuvieron mas tiempo del necesario, no habia prisa en hacer eso y tenian aun mas de dos dias por delante. Se hizo con un poco de carne, aunque ese poco era el equivalente como para saciarle a él durante un par de dias, ventajas de que en su forma humana no comiera lo que un dragón, lo enrolló en unos limpios paños y tras envolverlos en una bolsita de tela caminarian juntos bajando por aquella pendiente natural del terreno que mas pronto que tarde desembocaba en aquel mar que...olia a mar, por extraño que sonara. -Hasta el mar esta en calma, si algo tan grande como una de esas serpientes sale a la luz lo notaremos enseguida, no podiamos tener mas suerte. -diría con una sonrisapasando la diestra por la cuerda tensora de aquel arco compuesto acariciandola y jugueteando con la yema de su dedo. -Creo que hacia medio año que no venia por aqui. -conocía el pueblo y de hecho el que le debía un favor lo habia encontrado aqui, era una de las pocas personas que iba a matar y que vió que simple y llanamente no se lo merecían, asi que su codigo de honor le hizo preguntarse porque alguien lo querria ver muerto y al escuchar la historia acabo atravesandole el craneo con una flecha al mismo que le habia contratado. -Pero se respira tanta paz que casi parece otro mundo. -al menos al que ambos estaban acostumbrados.
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Mensaje por Persephone Mar Feb 28, 2017 4:02 pm

Nunca se acostumbró a montar a caballo, de hecho de pequeña lo hacía sobre potros jóvenes de apenas dos años de edad o tres, cuando aún los domaban en el desierto de Karr y a ella le daban la libertad de acompañar a aquél viejo amigo que intercambiaba látigos, ungüentos y monturas recién tintadas y cepilladas, reparadas a mano a un antiguo domador que ajusticiaron hacía años en plena plaza por levantamiento de falacias en contra de la reina. Persephone aprendió a mantener el equilibrio sentada sobre una gran silla de cuero marrón, recordaba volver junto a la madame sin poder juntar las piernas por el roce de aquél cuero en sus muslos, aquella crema verde que una de las aprendizas de la señora le untaba para restaurar la palidez de su piel y disminuir las rojeces que volvían a salir al día siguiente por volver corriendo a los límites de Karr buscando con un jarrón de agua entre las manos a aquél hombre de barbas blancas que a cambio de aquél líquido con el que hidratar su cuerpo le dejaba montar a uno de los potros junto a aquél esclavo que siempre la esperaba en la salida de la casa de meretrices. El volver a revivir aquél sentimiento de libertad que nacía en su pecho al subir a un caballo, el ardor en sus piernas y su pelo enredarse al viento por la velocidad del animal la hizo sentirse de nuevo una niña de seis años donde su inocencia aún no fue quebrada. Levantó la mirada al dragón al oírle hablar y sonrió alzando el mentón con orgullo por sus palabras, rodando los ojos al verle acelerar y espolear ella con los talones al animal para volverlo a poner al galope.

Sus dedos aquella vez no estaban recubiertos por guantes quebrados que solía usar cuando niña para evitar el roce de las riendas en sus finos dígitos, quizás porque su señora no le permitía venir más destrozada de lo que debería al montar a caballo y porque suficiente con que le dejaba volver sin poder juntar las piernas y corretear de forma ridícula por el salón principal cargando con un trozo de muslo de pollo rancio goteando miel tras el gato que siempre se colaba en la sala. O que ella dejaba entrar más bien y le acababa dando parte de su cena. Su señora odiaba que escapara y dejase por horas sus tareas de señorita para hacer cosas que ella consideraba de hombre, demasiado que no se oponía a que montara a caballo por horas, porque habría tenido fácil el prohibírselo. Y si ahora nueva madame la viera volver cubierta de rojeces por el animal sería cuando su libertad nunca volvería a ser permitida; a ningún hombre le gustaba acostarse con una señorita cubierta de quemaduras y callos en sus dedos, porque solían tener en mente que las prostitutas siempre tendrían que estar presentables y deseables a la vista, y Persephone volvería siendo todo lo contrario. Fue reduciendo la velocidad del animal y dirigió al trote al castaño animal a un flanco de Kurau, manteniéndose de pie sobre los estribos al alzar las caderas e inclinarse hacia delante para abrazar por el cuello al caballo con una sonrisa. — Hacía años que no montaba a caballo — confesó alegre, repasando con los dedos el corto pelaje del animal antes de ascender a sus crines y enredar los dígitos en ella, pasándolos a modo de peine con cuidado y dirigiendo la mirada de soslayo al karr. — Gracias por devolverme a mi infancia — murmuró.

Sus ojos se abrieron de emoción, reflejando el brillo del cielo en sus iris al oír sus palabras y bajando del potro casi de un salto antes de pasar las riendas por la cabeza del animal, sujetándolas al parar a un lado del mismo y palmear el cuello del joven caballo con cuidado. —¿Esto es Nurén?— indagó emocionada al buscar con la mirada el gran árbol de al fondo, siguiéndole al acelerar los pasos y hacer andar al caballo tras él, pasar bajo su cabeza y cambiar las riendas de mano e ir al lado de Kurau, con el animal al otro flanco de ella. —No me imaginaba tanto verde— confesó abrazando con el brazo libre al mayor y posando un beso en su moflete. —Gracias— repitió animada, mostrando otra sonrisa y deteniéndose junto a él en aquella posada donde dejaron a ambos équidos, siguiéndole hasta que consiguió la carne y bajando de nuevo la ladera de vuelta a la playa. Recibió la pálida arena bajo sus pies, descalzándolos con prisas para sentir la calidez de la misma contra su piel y arrebatando de su mano aquellos trozos de tela que guardaban una carne que aún goteaba sangre. Al menos era fresca y no mustia como la que solían traer del mercado de Karr. —Manda huevos que dos bichos vayan a comer mejor carne que un habitante de Karr— bromeó tras bufar a modo de risa y alzarse sobre sus dedos de los pies.

Arrebató el arco del mayor tras tomarlo por uno de los extremos, pasarlo por su cabeza y dar un brusco tirón para separarlo de sus dedos. Lo cruzó en su pecho al introducir ella la cabeza y un brazo y robó una de las flechas antes de echar a correr animada hacia la orilla dejando caer los zapatos en la arena, deteniéndose a mirarle incitándole a ir junto a ella y recuperar lo que era suyo antes de volver a correr. Sostuvo entre sus dientes el cuerpo de la flecha y deslió entre sus dedos los trozos de tela, hurgando entre ellos para acabar arrancando con sus propios dedos un trozo de carne haciendo uso de sus filosas uñas, hacer un nudo como pudo y dejar caer aquellas telas en la arena. Retiró la flecha de su boca para clavar la carne en la punta, tomar el arco y apuntar al cielo de modo que la caída de la flecha fuera a una distancia considerable entre las zonas más profundas del mar y la orilla. Disparó con esperanzas de que aquella flecha llamara la atención del animal que habitaba en las profundidades de aquél lugar, despertarlo, hacerlo rugir y buscar aquél trozo de carne que le hiciera aparecer en la lejanía, observando aquél trozo de madera puntiagudo descender con brusquedad al peso del trozo de carne y hundirse en el mar. Miró de soslayo a Kurau al verle parar junto a ella y arrugó la nariz con inocencia, cruzándose de brazos. — Te juro que si con eso no aparece le pueden dar por el culo al bicho —.
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Mensaje por Kurau Jue Mar 02, 2017 1:16 pm

A su modo de ver nadie debía de agradecerle nada, no le gustaba aquella palabra porque las deudas en su mundo eran demasiado grandes como para pagarlas. Él como mucho, asentía con la cabeza sin decir nada, ni si quiera matar a un rey tirano merecía de su agradecimiento, él hacía lo que quería y si lo consideraba correcto y no ponía demasiado en peligro su vida. Por eso hacía el las cosas, porque lo consideraba lo correcto o simplemente desviaba la mirada para pensar el algo mas terrenal como tener algo que llevarse a la boca con un trabajo o que alguien cruel y malévolo ya no pisara aquel mundo. Con eso se conformaba y se bastaba pero Persephone nunca había sido para él como una persona normal, ella le escuchaba, le hablaba, pedía cosas por aquella boca con labios de fresa, cosas desde tan banales como una historia para conocer un mundo que no había visto. Y como ella era tan especial aquel agradecimiento fue seguido de una sutil sonrisa, negando con la cabeza mientras acariciaba el dorso de su caballo. -No te preocupes, es un placer poder ser yo quien te traiga esos recuerdos. -asintió a su pregunta, pasando su diestra por encima del cuello del animal y girando hasta bajar suavemente, palmeando el dorsal del animal felicitándole por aquel trabajo antes de atrapar las riendas en su mano y guiarlo lentamente hacia el interior de aquel establo. -Uno de los pueblos mas costeros que tienen, pero podrás ver la capital tu misma, ahí si que veras verde. Te lo aseguro. -diría señalando al inmenso árbol que se veía en la lejanía, quizás hasta había demasiado verde porque uno de los inconvenientes que siempre le veía era que como dejaras algo sin vigilancia una fila de hormigas se llevarían hasta objetos que no les servirían de nada.

-No es nada, de verdad. -le respondería en un susurro mostrando una evidente sonrisa que no pudo contener, especialmente ante aquel beso. Ese tipo de besos no podían pagarse y los dos sabían, porque no era dinero con lo que ella se los cobraba, sino quizás con amistad, o complicidad. Descendieron a un paso tranquilo, visualizando el mar y yendo de la mano, casi como una pareja que recorría el mismo camino hacia el mar disfrutando de una tranquilidad que, en el caso de ambos, no era mas que temporal. Pero estaba mas que dispuesto a hacer que ese fin de semana fuera inolvidable y siempre quisiera volver a repetir. -Puedes imaginar lo fácil que le resulta a ellos el cazar teniendo bosque a todos lados. -aunque concordaba con ella, no solo era mas barato sino que tenia mejor calidad que cualquiera que compraran en el mercado de Karr. -Pero no te preocupes, a ti te espera mejor carne que esta, pero tampoco les voy a lanzar un venado para que ni aparezcan. -no era tonto e imaginaba que a aquella bestia gigantesca, si quería carne, no le importaría lo que fuera. Dejo que corriera por la playa como una niña pequeña, algo que le dio no solo una sonrisa sino un brillo en su mirada, antes de descalzarse el y caminar mas cómodamente sobre la blanca y pulida arena. Mentiría si Kurau dijera que al acercarse la rubia no se esperara un beso, motivo por el cual se inclinó antes de sentir como le quitaba el arco.

-¿Qu-que vas a...? -preguntaría el arquero antes de perder su arma, con una agilidad que casi resultaba asombrosa porque no se la esperaba de ella. -Espera. -diría intentando ir hacia ella corriendo por aquella arena y deteniéndose a un lado. -¿Estas segura que sabes usar un arc...? -pero cerró la boca de lleno no cuando disparó, sino cuando coloco la flecha perfectamente en la cuerda tensora, incluso la postura de su espalda era buena, su brazo derecho no tanto porque su hombro estaba elevado mas de lo recomendable pero su disparo fue tan bueno que con aquel gran trozo de carne consiguió que llegara a unos ochenta metros. Se giró tras escuchar el sonido del agua tragándose aquella flecha y la miró a los ojos para señalarla con el indice. -No se donde lo has aprendido pero tienes una buena técnica, no perfecta pero muy buena. -aseguraría antes de sujetar el arco en su palma y pasárselo por su espalda. -¿Crees que lo llegaran a oler? Digo, si es que esos bichos pueden oler. Acerquémonos a la orilla a ver si deciden salir. -le sugeriría caminando hasta donde la arena estaba mas húmeda y dejaba la planta de sus pies, avanzando hasta que aquel caliente agua del mar, probablemente porque al ser el atardecer acumulaba todo el calor del día. La miro de refilon, sintiendo aquellas olas apagarse a unos cuantos metros y como aquella espuma viajaba hasta ellos, deshaciéndose entre su piel y la superficie de la orilla. -Con suerte igual solo necesitan un poco mas de comida. -diría usando una de las flechas de su carcaj para ensartar el resto de la carne y sujetar el arco. -Así que habrá que pedirles 'por favor' que vayan saliendo. -colocaría el culatín de la flecha en la cuerda, tiraría de la cuerda tensora con la flecha entre ellos y apuntaría con un angulo de setenta grados antes de disparar, acumulando su poder en aquella flecha y haciendo que cuando ascendiera al cielo se fragmentara en varias esquirlas, haciendo que la carne se dividiera cayendo al agua y dejando un evidente rastro de sangre mientras se hundían en el fondo de aquel salino mar.

Se colocó el arco antes de mirarla de arriba abajo. -Es una pena que te hayas mojado tanto con lo bonito que era lo que llevabas. -diría señalándola aunque estaba bastante seca y cuando picara para mirar hacia abajo se inclinaría hacia adelante con sus brazos extendidos para azuzarle unos cuantos chapoteos de agua contra su piel en una rápida sucesión para evitar siquiera que intentara huiro. -¡No dirás que no te avisé! -diría divertido como un niño corriendo hacia ella para mojarla aún mas. -¡Ya puede salir una de esas serpientes o las dos que no te salvaran del agua! -aunque dicho fuera, si algo así aparecía e intentaba atacarles tendría que sacar la artillería pesada. Y Kurau era como un cañón, capaz de hacer terribles daños, pero frágil como el cristal.
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Mensaje por Persephone Sáb Mar 04, 2017 12:37 pm

Entregó aquél arco tras inclinarse en una burlona reverencia dirigida a él, llevando las manos ensangrentadas por la carne a su boca para retirar aquél líquido con la lengua y encoger los hombros. —Un amigo hace muchos años me regaló un viejo arco. Iba todos los días a los limites de la muralla con él a cazar animales de la frontera de Nurén. No conseguí mucho, quizás hasta el año y algo más no logré acertar en un blanco sin que él me guiase las manos— habló limpiándose el resto de la pringue en sus pantalones sin asquear el semblante siquiera. Bajó la vista a los trozos de carne restante y le sujetó la muñeca a Kurau para que evitara lanzarla toda, más que nada porque, si no salía ningún bicho de allí eso podría ser su alimento para los días restantes. —Si no hiciera tanto frío, pasaría aquí la noche esperándolos con una fogata, un palo y la carne ensartada, pero quizás tú buscas un lecho cómodo donde dormir y una manta de piel que no sea mi cuerpo— se burló enarcando las cejas y curvando los labios en una sonrisa juguetona. Se adentró a la orilla para inclinarse a limpiar sus manos y retirar la pringue restante de ellas, mojando parte de sus pantalones y oyendo los trozos caer al mar a lo lejos antes de elevar un poco la mirada al oír sus palabras. —¿Qué?

Nada más inquirir aquello la rubia bajó la mirada hacia su propio pecho para asegurarse de que al sacudir las manos no se mojó demasiado, recibiendo una ráfaga de agua contra su cuerpo que la hizo trastabillar y girar el rostro para que no le escocieran los ojos con la sal. Chilló el nombre del mayor por ello, acelerando unos pasos torpes hacia la arena y encogiendo el vientre por el frío de las telas contra su piel, temblando ligeramente y elevando el dedo central de la diestra hacia él tras fruncir el ceño. —No tiene gracia, viejo— masculló pateando la arena en dirección a él y aflojando el corsé de cuero negro que cubría desde su cadera hasta debajo de los pechos —, dejé la ropa seca y limpia en las alforjas del caballo, ¿quieres que pase toda la noche empapada? Si enfermo me devolverás a Karr y nunca volveré a salir contigo — volteó a darle la espalda y desabrochar la blusa blanca que ocultaba su piel bajo ella, apretándose las vendas que protegían sus pechos al desanudar el lazo que se centraba en el canalillo, dar un tirón y volver a anudarlo. —Déjame alguna prenda mientras se secan las mías— murmuró volteando un poco el rostro para mirarle de soslayo con un pequeño rubor en las mejillas. Quizás Kurau la vio desnuda demasiadas veces, pero ella sólo estaba trabajando y ahora era uno de sus días libres, el desnudarse frente a él en ese contexto le era casi imposible. No porque no quisiera hacerlo, sino por temor a que pensara cualquier cosa de ella o a que alguna de las habitantes del clan se pasearan por allí.

Desabrochó el cinturón que poseía en sus caderas sujetando a cada lado de ellas dos pequeñas bolsas con exos que resonaban de forma metálica ante movimientos bruscos, bajando la prenda negra de cuero mostrando pálidas piernas blancas y una parte inferior oscura. Volvió a ladear la mirada a él y dobló el pantalón sobre su brazo mostrando una sonrisa torcida por los nervios antes de encogerse de hombros. —¿No tienes ningún manto con el que pueda cubrirme y esté seco?— murmuró juntando las piernas para rozarlas suavemente por el frío, tratando de entrar en calor, notando su propia piel erizarse. —No quiero quedarme así hasta que se seque mi ropa— añadió crispando algo más las comisuras. Hinchó el pecho al tomar aire y giró sobre sus talones para mirarle de frente, apretando la blusa blanca contra sus pechos en un intento de cubrirse. —Si no traes nada puedo quedarme así hasta que no ande tan empapado todo, pero no vuelvas a echarme agua— su tono se volvió más amenazador ante aquella prohibición, acercándose a una roca cercana y apoyando allí las caderas, recostándose ligeramente aun estando de pie.

Palmeó en la superficie invitándole a ir junto a ella y subió al dar un suave brinco, cruzando las piernas al sentarse y cubriéndose de nuevo los pechos al apretar aquella blanca tela contra ellos. Le hizo hueco a su lado y apoyó la cabeza sobre su hombro sin retirar la mirada del mar, esperando a ver movimiento en él aunque fuera. —¿Crees que saldrán?— susurró deslizando la zurda por el brazo del mayor en lentas caricias, tornando la sonrisa más burlona y acercando sus labios a su cuello para dar pausados roces con los mismos. —Podría pegarme horas esperando si es contigo— murmuró arrastrando las palabras por su piel, buscando los labios del mayor al llevar la mano izquierda a su mentón y girarle el rostro hacia ella.
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Mensaje por Kurau Sáb Mar 04, 2017 3:13 pm

Ese gesto fue a iguales partes entre amenazador y preocupante como placenteramente morboso y seductor. Quizás porque él se había alimentado de carne cruda y sanguinolenta de joven, transformándose en dragón para que no le sentara mal en su forma humana y recordaba aquella satisfacción de matar algo con sus propios dientes, sentir el calor de la vida convertirse en el frió del alimento. Escucho su historia, esa era una de ella que no conocía, evidentemente no podía conocerlas todas, algunas veces se le olvidaban detalles que realmente si recordaba pero que se escapaban en ese momento preciso. Quizás porque nunca había cultivado su memoria bastante menos que la capacidad para analizar la situación, el momento, el instante no solo para pelear, sino para descubrir que puntos de los demás podían ser explotados hasta llegar a la debilidad máxima de la persona. Saber cuando te mienten es bastante mas útil cuando estas jugando con asuntos de vida o muerte que el recordar hasta la ultima palabra de una conversación, aunque con Persephone aquello le costara bastante menos. -A mi nunca me enseñaron, pero aprendí viendo como lo hacían. -era una forma de decir que así sabia a donde iban a dispararle, en concreto su antiguo amo para recordar de quien era, a quien le servía y quien era el dueño de su vida. -Aunque he de reconocer que tuviste un buen maestro, para tan poco tiempo con el arco no hay mucho que te quede por aprender.

Rió con suavidad ante su plan, mientras ensartaba el resto de carne en aquella flecha antes de mirar la playa para preparar el tiro para llamar la atención de aquellos enormes bichos, si es que con un kilo y medio de carne iban a hacer acto de presencia. -Sabes que a tu lado hasta la comida de Karr, con lo insulsa que es, sabe deliciosa y que no hay mejor manta que tu cuerpo sobre el mio. -añadiría con una juguetona sonrisa. -Pero te mereces mas que un pincho moruno de cena en tu fin de semana en Nuren. -reconocería pese a lo mucho que le gustaría él que ella fuera su manta, porque era mejor que cualquier manta, porque no solo te reconfortaba sino que olía bien, era mas suave que la seda y cuando le abrazaba se sentía minúsculo como un copo de nieve en mitad de un gélido glaciar. El intento hacerla reír, hacer que sonriera y que le devolviera aquel pequeño juego como los dos niños que ninguno había podido ser pero no se esperaba que fuera tan rápida para huir de él que ni siguiéndola pudo echarle mas gotas de agua porque huyó hasta la orilla y le lanzó eficazmente un puñado de arena que choco contra su abdomen y se coló entre las capas de su prenda superior, que no era mas que un kimono masculino abierto.

Hizo un mohín al escuchar esas palabras pero anoto algo en su mente: ni el tenia gracia alguna ni tenia que volver a intentar algo similar. -Nadie se ha resfriado por un poco de agua y menos del mar. -de hecho era un remedio para el resfriado, o la congestión. Se apartó aquellos copos de arena antes de caminar junto a ella. Agachando la cabeza suavemente a modo universal de 'culpa mía' retiró la manga derecha de su ropa y negó con la cabeza mientras hablaba. -Nada de echarte mas agua, lo juro. -diría antes de retirar el nudo de la parte inferior de su cintura para después colocarlo sobre los hombros ajenos, era una sola capa, medianamente gruesa lo que servia bastante bien para el entretiempo y mas teniendo en cuenta que él estaba mas que acostumbrado. -Es un poco pesada -al menos para ser una prenda sola y medio abierta. -pero te refugiara del frío. -le dijo ayudando a que metiera el brazo en la manga mirando el mar del reojo al escuchar su pregunta mientras se dirigía a unas cuantas rocas que sobresalían de la arena, pulidas por el paso del agua pero secas al estar la marea baja fue junto a ella antes de buscar algún signo de actividad en aquella gran masa de agua, por mínima que fuera. La luz del atardecer impactaba con cada vez menos fuerza y todo seguía en calma en aquel mar dorado. -No tiene mucha pinta la verdad. -confesaría con una sonrisa triste, él quería que realmente llegara a verlas, que tuviera aquello que tanto quería ver aunque fuera en la lejanía y le entristecía no ser capaz de darle lo que quería.

Deslizó su mano a al muslo de la joven, acariciándolo con sus yemas de forma suave, desviando su mirada de aquel mar en calma para dirigirla a las orbes ajenas, siendo incapaz de dejar su sonrisa ante aquellas caricias, ante las palabras que chocaban contra la piel de su cuello en un lento susurro y casi hacían que se erizara su piel. -Y yo también, como si no salen en un año ent... -pero hubo un temblor, lo notó, durante un instante pensó que sería alguna estampida, pero en las playas no habían estampidas, y un terremoto sonaba sospechoso teniendo en cuenta que estaban buscando a algo casi tan grande que podía superar a una ciudad, o eso decían las leyendas, y su instinto dragoviano quizás lo ultimo que quedaba de un dragón en él. -¿Lo has notado? -le preguntaría apretando sin querer de forma instintiva el muslo ajeno, separándose de aquella roca y notando otro pulso, uno mas intenso que removió el agua como si una pesada piedra cayera sobre ella. Esperó que algo saliera del interior, a lo que serían unos ciento cincuenta metros de la orilla pero tras unos segundos no pasó nada. -No se si eso cuenta como verlo pero si eso es una ballena tiene que ser la mas grande de todas. -giraría su rostro para verla antes de que el sonido de una seca explosión en el horizonte llamara su atención.

Una gigantesca columna de agua se elevaría como si una explosión hubiera sucedido en su interior, esta se rompió al emanar una criatura de titanicas dimensiones, elevando su serpenteante cuerpo hasta alzarse sobre el agua a una altura superior a la de varios palacios, con un cuerpo que casi le recordó a el mismo porque al igual que en su forma de dragón dibujaba círculos al ser un dragón asiático, salvo que esa criatura era por mucho mas grande de lo que el había llegado a ser. Y si esa era la pequeña no quería ver a su madre, o a su padre. O a quien diablos fuera la otra. El agua retrocedió ante aquel acto de presencia para volver instantes después. Kurau tuvo que evitar que una gran ola les golpeara formando una semi-cúpula de hielo a modo de escudo que resistió el impacto inicial, separando el agua antes de que les golpeara y cuando el oleaje descendió sintió el impulso de sujetar el arco con fuerza. Aunque tenia la sensación de que a ese bicho una flecha le parecería menos que un pellizco. -Vale...bonito...o bonita...¿tu cual de las dos eres?
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Mensaje por Persephone Lun Mar 06, 2017 9:50 am

Agarró aquél kimono con una de las manos con las que no se cubría las curvas y sujetaba aquella prenda empapada, dirigiendo hacia sus pechos aquella prenda seca y sujetando entre sus muslos aquella blusa mojada por agua marina. El peso de la tela hizo que su ceño se frunciera, retirase la blusa del agarre de sus piernas y anudase la parte inferior de aquella toga para acortarla hasta los muslos y permitirse más movilidad, dirigiéndose ahora a las vendas que cubrían sus pechos para acomodarlas y que se vieran solo aquellos vendajes en la zona del escote de aquél kimono y el costado en el brazo libre. —Gracias— murmuró apretando la blusa entre sus manos para manchar la arena con aquél agua y trazar por la caída de esas gotas una línea que les separaba a ambos. —No te preocupes por los bichos esos— le habló al mirar su sonrisa y hacer un gesto con el mentón para que fuera con ella —, el sólo hecho de escapar de Karr unos días y estar contigo es suficiente para que sea feliz— le confesó en un susurro a modo de secreto, tomando asiento en aquella roca con él a su lado. Dirigió las orbes a las de él permaneciendo en silencio, con la tensión entre ambos casi de forma tan perceptible que ella podría cortarlo con aquellas zarpas y acercando el semblante al del mayor en un intento de besarlo. Se detuvo tras cerrar los ojos a apenas centímetros de sus carnosos, enarcando una de las cejas antes de volver a mirar con semblante extrañado por oírle hablar. —¿Que si he notado el qué?— indagó separándose de él y apoyándose sobre las rodillas.

Se desplazó sobre éstas al regazo del karr, subiéndose a horcajadas y abrazándole por el cuello en lo que su boca se deslizaba por toda la piel del mismo con tranquilidad, revolviéndose contra él para apartar ligeramente las telas que cubrían sus pechos y muslos. —Relájate Kurau, déjame agradecerte todo esto— pidió en un tono sumiso de voz, deslizando las zarpas por sus brazos en descenso a sus manos para tomarlas y dirigírselas a sus propias caderas. Pegó su pecho al de él mientras mordisqueaba su mentón y ahogaba risas burlonas contra él, curvando su espalda para pegarse contra su cuerpo y contonearse lentamente encima. —Deja de pensar en los bichos, ya saldrán— espetó frunciendo el ceño antes de aferrarse a su cuerpo por el temblor del mar y de la orilla. Abrió los ojos algo más de lo normal y volteó el rostro aún agarrada a él hundiendo las uñas como un gato haría por puro terror. Se cubrió el cuerpo con aquellas telas que se movieron, recolocándolas y acomodándolas con cuidado antes de dejarse caer sentada a su lado. —No van a venir— avisó recogiendo las piernas, atrayéndolas a su pecho ligeramente para alejar los pies del agua del mar, como si de pronto hubieran a emanar de allí dos fauces que la agarrasen y la ahogasen bajo el agua. —El nivel del mar aquí es demasiado bajo, si vienen hasta la orilla se quedarían encajados en la arena y morirían— a menos que también fueran terrestres.

Trató de buscar la mano del arquero a ciegas para tomarla entre sus dedos y entrelazarlos con fuerza, volviendo a arrastrarse hacia atrás para apartarse todo lo que pudiera y tirar de su brazo. —Ni se te ocurra llamarles— amenazó sin apartar la mirada del mar y arrugando ligeramente el ceño —, no sé si son agresivos o no. No quiero salir de aquí sin cabeza— bromeó para tratar de quitarse el miedo de encima de forma inútil, soltándole para saltar a la arena tras la piedra y abrazarle por la cintura al ponerse de puntillas. Tiró de él con brusquedad para tirarle a la arena con ella y abrazarle por el cuello. —Pero gracias por demostrarme que existen— murmuró sin soltarle ni aflojar la fuerza de su abrazo. Besó su moflete y volvió a alzarse para buscar por encima de la roca al ponerse de puntillas el lomo del animal o algunas hondas que indicasen a lo lejos que estaba allí, aunque el oleaje bravo no le permitiera ver demasiado, ni su pérdida de vista a partir de bastantes metros de distancia.
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Mensaje por Kurau Miér Mar 08, 2017 11:09 am

En aquel momento se arrepentía de muchas cosas cuando ella comenzó a colocarse aquella prenda que le había dejado, no de mojarla per se, sino de haber empleado un precioso tiempo llamando la atención de los que podían ser perfectamente unos inexistentes monstruos marinos mas pudiendo haber empleado cada segundo en estar allí, junto a ella, un poco mas. Como si cada instante que ya estaba a su lado no fuera suficiente porque no lo era, a su lado el tiempo se contraía con tanta rapidez que las horas pasaban en suspiros tan fugaces como una mota de polvo viajando por el aire. -No tienes nada que agradecer. -diría mirando como secaba aquella blusa, o como le retiraba el exceso de agua, mirando de más, quizás, las marcas oscuras que dejaban el agua al impactar en la arena. Camino a su lado mientras le sonreía con sinceridad, asintiendo a sus palabras como si fuera una maestra filosofa con unas ideas tan claras que no pudieran rechazarse de ninguna forma. -Nunca he tenido una compañera de viaje y he de decir que te prefiero a ti por mucho de cualquier otra. -incluso la prefería a ella a la tranquilidad que la soledad podía ofrecerle y a un animal herido como él le costaría convencerle de que abandonara una costumbre tan anclada como esa, la de estar solo. La cercanía que los unía se podía visualizar como una cuerda que empezaba a estrangularle y mostrándose totalmente complacido a acercarse a ella, mirando sus brillantes orbes y separando sus labios antes de que se cargara el momento, sin querer, al notar como el agua temblaba de una forma todo menos natural.

Asintió suavemente, desviando sus apagadas orbes a las de la joven, mientras sus trabajadas manos, un tanto endurecidas por el paso de los años y de los esfuerzos que habían y siguen soportando, recorrían la cintura de la joven, apoyándose contra aquella roca mientras la recibía sobre sus piernas, con una sonrisa en el rostro que le hizo olvidar por completo algo de lo que sus sentidos le habían advertido. Los movimientos de su cintura hicieron que su congelado corazón latiera con mas fuerza, mostrando unos perlados a la par que afilados dientes. -¿Que bichos? -le preguntaría contra sus labios, ignorando algo que ellos dos habían estado buscando o buscaban hacía un segundo de forma juguetona. -¿Quien necesita a esas serpientes cuando estás aquí? -le preguntaría buscando sus labios sin querer dejarla contestar y siendo aquel momento intimo escindido firmemente. Sin embargo cuando el mar se replegó y ya lo había percibido en su oído afilado no le faltó tiempo para hacer que emergieran frente a ellos unas estacas de hielo desde el suelo, rozándose entre ellas y desplegando la forma de una pequeña barrera cilíndrica de hielo que soportó el primer impacto de aquella gran marea antes de quebrarse por la sal y la fuerza, rompiéndose una vez el agua comenzó a retroceder.

Por instinto se aferró a ella mientras su instinto de cazador o de dragón le decía que se preparara para atacar porque aunque no pudiera transformarse seguía teniendo esa parte dentro de él. El instinto. Negó con la cabeza ante lo que decía y dejó de sujetar la cuerda tensora del arco con la diestra para entrelazar sus dedos con los delicados y suaves de Persephone, retrocediendo lentamente, como si aquella bestia de mas de cien metros fuera a verlos, cuando probablemente si no era ciega serian para ellos como dos pulgas de pequeñas. -He cazado muchas cosas, y matado otras tantas pero se, con total seguridad que esa de ahí me aplastaría antes de que pudiera hacerle nada. -no se esperaba que la rubia saltara desde aquella roca pero pese a que la diferencia de peso no era demasiado grande, la normal entre un hombre y una mujer, y pese a que él era bastante mas fuerte que un humano común, pudo atraparla en el aire pero el impulso y su evidente distracción al mirar a aquella gigantesca criatura en el horizonte hizo que cayera de espaldas contra el suelo riendo por alguna extraña razón antes de cruzar sus brazos tras la espalda ajena y dedicarle una sonrisa antes de que se separara. -Tu me demostraste muchas mas cosas, buscar a una mítica serpiente es lo mínimo que puedo hacer. -le aseguraría antes de levantarse, apartando la arena de sus pantalones mientras caminaba junto a ella, mirando a aquella serpiente que se contoneaba en lo alto del agua, antes de que chillara, o el equivalente para uno de esos animales, ¿bufara? ¿siseara? Y una pequeña onda de viento agitara el mar y se expandiera por la orilla como una ráfaga de aire sorpresiva.

Intercaló una mirada con la joven, caminando hacia el mar, descalzo y haciendo que la fina capa de agua mas superficial se congelara para después mirar a la rubia, llevando sus propias manos a la espalda. -¿Quieres acercarte? Con su tamaño dudo siquiera de que nos vea, parece un poco...mansa. -evidentemente para alguien de tantos metros de altura ser manso no implicaba que si se dejaba caer sobre alguno de los dos moriría sin lugar a dudas. -Ademas si puede olernos no creo que nos ataque, debemos de ser primos, muy...muy...muy lejanos. O algo así. -se movía igual que él cuando podía transformarse, su estructura era similar a la que recordaba de si mismo y separando el que le sacara ochenta metros mas o menos, solo en la superficie, eran mas o menos primos hermanos.
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Mensaje por Persephone Sáb Mar 11, 2017 8:26 am

Buscó su mirada al elevar sus ojos en dirección a los suyos, entornando los mismos y entreabriendo los labios con intenciones de suspirar de gusto por aquellos movimientos de sus propias caderas contra las ajenas. —No es por sonar pesada, pero la única serpiente que ando buscando está debajo de mi cuerpo— bromeó mientras se encogía de hombros y atrapaba su carnoso en una sonrisa burlona que se volvió pilla ante aquél mordisco donde mostraba sutilmente sus dientes blancos superiores. Agarró las telas de aquél kimono para alzarlas a la altura de su cintura dejando al descubierto la piel de sus piernas y caderas, arqueando las cejas al volver a mirarle y echar un vistazo a sus manos mientras volvía a contonearse con disimulo contra él. —Sube mas. O baja hasta tocar blando— ordenó burlona mientras se inclinaba a morder el lóbulo de su oreja, apoyando sus pechos contra el de él.

Pero deja que te agradezca todo esto. Tú sólo disfruta y déjame hacerte feliz— murmuró bajando la boca a su cuello propinando una succión que dejó marca en su piel. Enganchó los dedos en el pantalón del mayor inclinándose sobre él antes de sentir un frío seco sobre su espalda, volteando el rostro antes de captar aquél escudo gélido frente a ellos que paraba un gran y salvaje oleaje. Se estremeció sobre él pasando los brazos por su cuello y agradeciendo su agarre, retorciéndose mientras deslizaba el cuerpo por la piedra para bajar rápida de ella y ocultar su cuerpo en aquél kimono. —No quiero seguir buscando monstruos marinos, Kurau— confesó al escuchar sus palabras sin dignarse a apartar su cuerpo del suyo en la arena, negando con el rostro y apoyando las palmas a cada lado de su cabeza. —Imagina que podría hacernos. Yo no tengo tanto poder como tú, y tú frente a eso te quedas corto— habló tratando de tomarle de las manos entrelazándolas. —Olvídate de todo esto. Ya me has demostrado que existen— suplicó en voz baja mientras se apartaba, tirando de él como ayuda para levantarle.

Ante aquél sonido que agitó el mar su cuerpo se estremeció, comenzando su piel a erizarse y aferrarse a las telas de la blusa y el kimono como intento de cubrirse del aire y no pasar tanto frío, cosa que realizó en vano. Se mordió el labio antes de dar la espalda al mar para recibir la ráfaga contra aquella zona y no en su rostro, evitando llorar por los granos de arena en sus orbes y cubriéndose parte de la cara con un brazo por si acaso en lo que cerraba los ojos. —Kurau, para— pidió con voz temblorosa mientras volteaba sobre sus talones al parar todo. Avanzó en pasos rápidos hacia él para tomarle del brazo y tirar de su cuerpo hacia ella, tratando de frenar su caminar. —Quiero irme a la posada, no quiero seguir aquí— suplicó palideciendo de puro terror ante lo desconocido, hundiendo las uñas en su piel como intento de detenerle. —Kurau— le llamó de nuevo de forma quebrada mientras se abrazaba a él empujándole hacia atrás de forma torpe, trastabillando con sus propios pies y aumentando la fuerza del agarre. —No quiero que te pase nada. Y quiero seguir viva, para— ordenó hundiendo las zarpas en su vientre y apoyando la barbilla sobre su hombro —, por favor— añadió reduciendo el tono y la fuerza del abrazo hasta soltarle y parar delante a modo de pequeña muralla para evitar que siguiera pasando, tomándole así de las manos y apoyándose en la punta de los pies mirándole a los ojos.
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