Embrace the madness- Priv. Lydia Eclair
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Embrace the madness- Priv. Lydia Eclair
Pues bueno, el día había comenzado estupendamente, desayune fuerte y comencé a vender como un descosido en aquella tienda. Para más alegría mía, se fue pasando el tiempo demasiado rápido... Así que cuando ya eran las siete menos cuarto, ya había preparado mi artimaña de siempre para Dalas. Fui hacía él con el té entre las manos -¡Hey! Vejestorio... Te traigo el té que te gusta- se le entregué con sumo cuidado, -¿¡Cuantas veces te he dicho que no me llames vejestorio!? ¡Más respeto a tus mayores Ephraim!- echó un bufido y sonrió al coger la taza, la cual comenzó a beberse casi instantáneamente. Sonreí ante Dalas -Bueno, papa, no te enfades tanto conmigo... Sabes que te lo llamo desde el cariño- sí, a pesar de lo que pudiese decir, aquel abuelo era quien me había criado desde que era bebe... Por ello siempre lo mantenía a salvo con mi magia... Para mi era mi única familia, a pesar de que llevase el apellido de los que habían sido mis padres.
Dalas me miró son los ojos entrecerrados, no por nada, si no por el sueño -Mi pequeño Ephraim...- al pronunciar aquellas palabras se quedó frito. Lo arropé y me dispuse a salir de la tienda, cambiando un pequeño disco que teníamos al lado de esta, la cual mostraba tres colores. Aquello estaba ahí puesto por seguridad, y solo yo podía cambiar aquel disco con mi magia. Funcionaba de tal manera, que cualquiera que intentase entrar a la tienda, simplemente, no la encontraría ahí. Nunca permitiría que nadie hiciese daño a mi padre no biológico, por lo que lo protegía de la mejor manera posible.
Salí corriendo hacía las zonas "bajas" del pueblo, allí estaban los forasteros y los Kuggs jugando a muchos tipos de juegos. A Dalas no le gustaba que frecuentase aquellos lugares, por lo que cuando me pilló, tuve que empezar a dormirle... Puesto que yo no quería dejar aquello, me sentía genial haciendo que los forasteros de otras naciones se dejasen sus dineros y otras cosas...
En cuanto llegue, me senté a la mesa de cartas de siempre... -¿¡Ya estas aquí Crowe!? ¡Venga! ¡Qué comience el juego!- mire al Kugg y sonreí. Era hora de llevarme todo el botín, estaba frente a dos Karr... Uno apostó dinero y el otro una extraña espada. Aquella espada emitía un aura, por lo que intuí que era bastante especial...
Tras un rato jugando, permitiendo que los Karr se confiasen tras dejarme perder en las dos primeras partidas y apostando aun más dinero, comencé a jugar en serio usando mis "dotes". En un periquete había ganado la última partida a aquellos dos estúpidos... Sonreí a ambos mientras repartía el botín con el otro Kugg, al cual le di más de la mitad del dinero, pero me quede con el resto y la espada... Me levanté -Bueno, ha sido un placer cabellos y como siempre digo... ¡Sigan intentándolo! ¡La suerte cambia de amante en cada jugada!- les guiñé el ojo y salí de ahí, mientras ambos Karr peleaban entre sí.
Tras andar un rato, noté como me había seguido alguien... Quizás podría equivocarme, pero olía a mujer, exótica... Seguramente bonita y sexy... De esas que a mi me gustan. Pero estaba claro que no estaría siguiéndome porque sí -Veamos... ¿Por qué no me dices tu nombre, preciosa? Y luego de paso me cuentas el motivo por el cual me estas siguiendo... Porque no creo que sea por mi característica belleza- me di la vuelta, esperando una explicación y obviamente preparado para cualquier cosa que se me pudiese avecinar...
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Re: Embrace the madness- Priv. Lydia Eclair
Su investigación le conllevó a seguir discretamente a ese par de personas, quienes tal cuales hijos de Karr, cedían ante la bebida y a los juegos de azar que podrían otorgarle toda la adrenalina que querían inmersos en el sutil aroma a licor de un decadente bar. La suerte no parecía jugarle a su favor esa vez, lo que llegaba a frustrarlos en más y les obligaba a beber para dejarse consolar ante los agradables brazos del alcohol. Cuando la silueta de un atrayente hombre de cabellos dorados se hizo presente, Lydia se encontraba situada en la oscuridad de una de las mesas adyacentes observándolo todo, fue testigo de aquella escena, en donde el astuto sujeto con la intención de generar confianza entre sus casi ya embriagados contrincantes se permitió perder constantemente para así doblar la apuesta, cuyos competidores al no tener casi nada más que apostar, decidieron arrojar a la suerte aquella espada obtenida por cosas del destino. Hasta ese punto, la chica de ojos escarlatas alcanzó a pensar que tuvieron suerte al haber perdido, decidiendo salir poco después que el joven y empezar a seguir al nuevo portador del arma.
Oculta en una oscura capucha en la soledad de la vía, con pasos suaves pero lo suficientemente sonoros como para dejarse notar igualaba el ritmo de caminar de aquél joven, quien en muy poco tiempo logró ser consciente de su presencia y se detuvo cuando éste lo hizo, observándolo voltearse y preguntar por ella.
Emitió una breve risa por su comentario -Nunca antes había escuchado a alguien tan seguro de su propio aspecto como para decir eso- Comenzó a decir, llevando ambos brazos hacia su cabeza para retirar la capucha y dejar ver su rostro claramente -Mi nombre es Lydia, creo que eso es lo mínimo que deberías de saber- Dijo suavemente, mirándole con su usual sonrisa que ocultaba un dejo de travesura.
Se permitió hacer una pausa entre ellos dos mientras que sus ojos se dirigían hacia el arma que él ahora llevaba -Aquella espada que cargas… creo no ser la única que pudo notar que porta unas cualidades especiales- Empezó a decir, volviendo su vista nuevamente hacia a los ojos del contrario -Creo haber escuchado que eres comerciante, ¿Me equivoco?... ¿Estás interesado en realizar una transacción por ella?- Preguntó finalmente.
Lydia Eclair
Re: Embrace the madness- Priv. Lydia Eclair
Antes de acercarme a ella, debía seguir mis correctas "normas del mercader a salvo"... Aquello consistía en aclarar al vendedor como, cuando y donde se haría ese intercambio de bienes. Alcé entonce una mano con un dedo fuera -Antes de nada, debemos puntualizar algo... Soy mercader, por lo que juegas en mi terreno y a mis normas- sonreí, porque sabía que a nadie le gustaba sentirse tan desprotegido, sobretodo en terrenos que no eran los que entraban en la zona segura uno... Pero así eran las cosas... La vida era lo más preciado que podía tener un Kugg, ¡Y vaya que si lo era! Porque un Kugg había aprendido a quererse demasiado como para dejar que nadie se aprovechase, lo capturase o simplemente lo matase. -Bien, la primera norma es que yo elijo el sitio donde hacer el intercambio. La segunda, es que elijo el cómo se hará el intercambio... Es decir...- levanté la espada -Tendrás que despojarte de tus cosas, excepto lo que vayas a darme de igual valor a esto... No permito seres armados en mis tratos, ya sabes... Seguridad ante todo- sonreí entonces y proseguí con las normas -La tercera, es que yo elijo cuando... Y por supuesto, no será esta noche... Por lo que deberás esperar a mañana. Me gusta, de primeras, valorar este tipo de objetos...-. Me relajé entonces guardando el objeto, utilizando la magia para ocultarlo.
Hice un recorrido mental de las posibilidades por las cuales podría sufrir daños aquella noche, pero estaba absolutamente preparado para cualquier cosa... De todos modos, esperaba que cediese, dado que aquello sería beneficioso finalmente para ambos. -Entonces bien... ¿Te interesa? Si es así, el lugar donde haremos nuestro trueque será la taberna del viejo Will, mañana por la mañana- me encogí de hombros entonces, aun mantenía mi sonrisa positiva y despreocupada. Aquello podría tornarse dificil en cuelquier momento, sobretodo sabiendo que normalmente las linduras eran las que mejor sabían pelear... Y yo, no quería pelear, simplemente quería acabar con ello para irme a dormir de nuevo, y por la mañana ganarme algunos Exos o objetos con potencial para vender.
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Re: Embrace the madness- Priv. Lydia Eclair
Dedicó un par de segundos en desviar su mirada hacia arriba posándola sobre el techo de un edificio cercano mientras observaba el ondeo de un mantel enganchado secándose al aire, observándolo como si fuese lo más interesante del mundo, denotándose en su rostro una expresión reflexiva -Y considerando que lo pones de esa manera, no creo tener mucho tiempo para ello… y menos tú la verdad- Se permitió decir dejando el último comentario al aire y a la libre interpretación del contrario.
Suspiró levemente como si hubiese tomado una pesada decisión, posando la vista nuevamente en el joven, regresando a su rostro su usual sonrisa que guarda consigo un propósito oculto -Verás, para serte clara, no tengo muchas cosas de valor para pagarte por ella- Dijo con una expresión en apuros encogiéndose de hombros descubriéndose por unos segundos su capa, para revelar que solo llevaba consigo una mochila ligera de viaje y su par de espadas sujetas a los costados de su cintura. Después de aquello, comenzó a caminar lentamente en dirección del chico con su mirada simpática fija sobre él -Sin embargo, soy mercenaria, y tengo algunas habilidades que podrían llegar a interesarte- Empezó a decir, estando ya a escasa distancia a de él, hasta el punto de llegar a cruzársele de un lado siguiendo de largo como si lo hubiese ignorado.
-Lo que puedo darte a cambio- Empezó a decir, posando su mano en su espada -Es la garantía de tu bien estar- Sonrió, desenfundando rápidamente su espada y en un movimiento veloz se escuchó el corte del filo contra un objeto, cortando a la mitad una flecha que había sido disparada en esa dirección. Seguidamente, con otro corte de su espada, emanó una onda de fuego en dirección al techo que había visto anteriormente, impactando contra el mantel y escuchándose un grito desgarrador de una persona.
A sus espaldas, se escucharon los pasos más personas acerándose, apareciendo desde la oscuridad cinco individuos cuyo aspecto desastroso hacían ver que llevaban mucho tiempo viajando, tenían la barba poblada, ojeras marcadas con las venas de sus ojos inflamadas evidenciando que llevaban mucho tiempo sin dormir, parecían zombies, repitiendo en un murmuro la misma frase de: “Es mío, me pertenece, te mataré” de manera obsesiva.
-Ups, creo que ya sienten la presencia de su nuevo dueño, que gran problema para ti- Se encogió de hombros, los individuos comenzaron a correr en dirección de ellos, Lydia liberó otra onda de fuego al sacudir su espada para bloquear el camino temporalmente, tomando al joven de la mano y comenzando a correr para perderlos de vista e indicando el camino -No se detendrán hasta recuperar la espada, y créeme, no querrás verlos con el arma en manos- Mencionó a medida que corrían, pasando por un callejón.
Lydia Eclair
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