Let's burn, sweety — Akasma & Nassar
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Let's burn, sweety — Akasma & Nassar
Su pecho subía y bajaba y, curiosamente, esto no se debía al cansancio de la batalla porque éste era inexistente. En el aspecto físico estaba perfecta, sin embargo, a la dragona se le cortó el aire, como si no pudiera respirar… No, no… No es un como si no pudiera, ¡era un hecho! Le estaba faltando el aire, ¿Pero qué demonios pasaba? ¡¿Acaso aquel bastardo la había envenenado?! ¿Un potente afrodisiaco? No… Eso iba más allá que simple hechicería. Melek no podía pensar en otra cosa que no fuera eso. Jamás le había pasado algo similar. Sube y baja, sube y baja. Su pecho no paraba. Podía notarse en su rostro la perturbación por la que estaba pasando. No era justo que esto le sucediera a ella. No le gustaba. Le enojaba. Ella nunca permitía que cuestiones externas le distrajeran tanto, ¿Por qué tenía que estarle pasando en ese preciso instante? Perdió las fuerzas en las piernas y sin desearlo estuvo a nada de caer de rodillas en el campo de batalla, sólo que antes de hacerlo interpuso su puño en el mismo, levantándose como pudo. No estaba excitada, no, ella conocía a la perfección la sensación, ¿Entrar en su celo? Era una probabilidad, pero ¿Tan fuerte? Nunca le había pasado con semejante intensidad. La vista se le nubló repentinamente. No podía ignorar aquello por lo que estaba pasando… ¿Por qué? Había crecido con sentidos desarrollados, justo como su naturaleza lo indicaba era parte de ella, pero es que, a pesar de que su oído y su olfato siempre se veían constantemente perturbados, en ese preciso instante no podía controlar la curiosidad que nacía en sus sentidos; no sólo era su nariz la que estaba sufriendo las consecuencias de lo que recién tomaba lugar, sino que también su tacto, ¿Por qué se había erizado? Miró su propia piel, observando de forma detenida el cómo sus poros se veían dilatados, ¿Por qué? Y sus ojos, a pesar de que tenía la mirada borrosa, parecía que estaba desesperada por encontrar algo que no hallaba. Akasma escuchaba muchas cosas, conversaciones que no le interesaban, jadeos, risas, cuchicheos, por lo general le bastaba con bloquearlas pero ahora… ¿Ahora por qué no podía? Buscó la procedencia de aroma que comenzaba a hacerle perder la cabeza, ¿Una hermosa señorita en celo? No… No… Tenía que ser algo más. El ritmo de su corazón se aceleró. Maldita sea. Recibió una patada en su cabeza y cayó directo al suelo. No tuvo oportunidad de reaccionar. El cuerpo de la mujer tembló y un calor sin precedentes la albergó. No le gustaba. Tenía que levantarse y hacer que la sensación cesara. No podía seguir así. No, no y no. Las gotas de sudor empezaron a resbalar por su rostro, ¡No podía ser posible que eso la estuviera debilitando más que lo que tenía que hacer en el maldito campo de batalla! Ya tenía esa guerrilla ganada, entonces, ¿Por qué de un momento a otro la situación cambiaba?
Justo cuando alzó la mirada, se topó con una mirada a la lejanía. Entre todas las personas presentes, hubo una señorita que captó su atención. Sus ojos verdes parecían una ilusión; pero no pudo profundizar en aquel sentir. Todo regresó a la normalidad. Abrió los ojos de manera ligera y justo cuando el roar planeaba atacarla por la espalda, respondió con un latigazo que envolvió el dedo del contrario y, ante la fuerza ejercida, lo arrancó. Todo pasó en un santiamén —Así que también le haces a la hechicería, eh… —y justo en ese preciso instante, lo que vendría siendo la cámara que está captando todo lo que pasa se desviaría hacia el público, captando sus caras de asco ante la sangrienta escena que tomaría lugar. La cabeza del sujeto rodó y Akasma, llena de sangre y con la daga en mano tragó un pedazo de la carne que había agarrado de la nuca de su contrincante para, sin más, devorarlo. Había ganado, tal y como era de esperarlo, pero ya no le importaba tanto. Su mirada se enfocó hacia la señorita que estaba sentada a un lado de la reina y, con todo el descaro del mundo, sabiendo que le observaba le guiñó con suma suavidad un ojo, llegando a mandarle un beso volado con desdén, ¿Cuántos de los que la rodeaban lo interpretaron como si fuera para ellos? No lo sabía, pero tampoco importaba— “Te veo en el banquete de la reina” —pronunció con sus labios, ¿La entendería? Esa misma noche la vería, ¿verdad? Y de no hacerlo, la buscaría. Cuando decidía algo, las cosas sucedían.
Akasma Melek
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