— Visitor. (Tori)
Partem Septem :: Clanes :: Roar :: Aldea Pyrca
— Visitor. (Tori)
Persephone
Re: — Visitor. (Tori)
Respiró hondamente, posando los tazones de barro en la mesa, junto a otros pyrcas. Los críos seguían haciendo un alboroto dentro de las chozas, esperando el momento indicado para salir y poder devorar como las bestias que eran.
Una vez todo estuvo servido los niños salieron y terminaron con todo más rápido de lo que un torbellino podría hacerlo. Por suerte los pyrcas habían reservado algo para ellos o no podrían haber comido tanto. El ambiente era agradable -en el concepto de un roar-. Los niños lanzaban comida, y otros terminaban por levantarla del suelo y comerla también. Se empujaban de las sillas, se subían a las mesas, tomaban los tazones y se atragantaban hasta no poder más. Unos robaban comida de platos de otros. Mientras todo el alboroto ocurría, Tori y otros cinco pyrcas le daban biberón a los más bebés. Era increíble comparar la mansa actitud de esos pequeños con los que estaban fuera, tragando como si no hubiesen comido jamás.
Cuando los niños terminaron afuera, algunos valientes decidieron forcejear con ellos para darles un baño. Fue entonces que el silencio reinó en esa parte de la aldea Pyrca, nada excepto los bebés bebiendo leche y los pyrcas teniendo ligeras pláticas entre ellos. Todo era demasiado bueno para ser verdad.
Cuando los pequeños quedaron dormidos fue momento de ponerlos entre lechos, pieles, sábanas y cojines. Los cuidadores se dispersaron y finalmente Tori quedó sólo, observando como algunos de los nenes dormían con calma. Suspiró con cierta paz que le entregaba ese precioso trabajo, y volvió la vista hacia afuera, por la ventana.
La paz y calma que tenía hasta hace un momento se esfumó al ver a alguien desconocido sobre la mesa de restos que había dejado la comida aquel día. Claro que reconoció que no era un roar, primordialmente porque no era un hombre, y segundo, porque tenía unas ropas que definitivamente no correspondían a su clan. Se sintió espantado de observar un a un extraño husmeando, su corazón se aceleró y su ceño se frunció. Salió en completo silencio de la choza donde dormían los niños, recogiéndose el cabello en un nudo por si llegaba a necesitar pelear. Las pieles que llevaba puestas para soportar el crudo invierno de esa parte del mundo, hondeaban lentamente por el viento que corría en aquellas zonas.
Sin más retrasos, tomó a la mujer por la muñeca y la volteó para obligarle a verla. Tori era alto, y tosco, así que fácilmente podría pasar por alguien imponente. Le miró con esos terribles ojos que jamás le mostraría a uno de sus niños, llenos de ira, de desconfianza y de rencor. —¿Quién eres, de dónde vienes y qué haces aquí? —Fue directo, y no le soltó. De hecho, apretó su muñeca con más fuerza, y por más que forcejease, no la soltó. Era muy amenazante cuando quería serlo, y si no levantó la voz era sólo porque los bebés dormían dentro del techo a pocos metros de ahí.
Tori
Re: — Visitor. (Tori)
Persephone
Re: — Visitor. (Tori)
Estuvo a punto de exigirle que dejase los rodeos y esos estúpidos misterios cuando escuchó lo que le venía. "Un territorio donde el hambre y el dolor abunda" No necesitó escuchar más. Entendía perfectamente lo que eso significaba, y había un sólo clan del que podría tratarse, el mismísimo —Karr. —. Gruñó con asco al mencionarlo, y entonces el agarre de la mano que tenía, se tensó más, apretando a la mujer. De ahí en más cualquier cosa que le dijese sobraba, pues los oídos de Tori se volvían sordos ante cualquier ser proveniente de ese lugar, sin importar quién fuese. Todos los karr eran malos, todos los karr mienten; todos los karr son y siempre serán iguales. Eso era lo único que el pyrca debía saber de ellos.
Quizá Tori fuese un terco, quizá estuviese equivocado y entre ese grupo de barbaros pudiese haber alguien que no lo fuese, no obstante él jamás creería eso. Era esa cabeza dura lo que había salvado constantemente a sus bebés de los peores riesgos, y por esa razón seguiría pensando igual toda su vida.
Gruñó en cuando la mujer quedó de rodillas en la mesa, y le miró con desprecio mientras ella continuaba abriendo la boca en vano; completamente en vano. No dijo absolutamente nada hasta que la mujer volvió a bajar de la mesa y continuó con su discurso. La mano que le ofrecía era la otra prueba más para Tori de que esa mujer no tenía respeto por nada. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo podía tomar a Tori por idiota? No se lo permitiría, jamás lo haría.
Aún así... ¿podría ser? Reconsideró por segunda vez aquella mano que ella le brindaba con todo su esfuerzo. ¿Realmente estaría así de hambrienta? ¿Tendría frío? Lentamente, sin soltar su muñeca, acercó su otra mano hacia la de la señorita, y la estrechó. Primero lento, y después de forma firme. —...No seas cínica. —Gruñó. Acto seguido le hizo una llave de manera que quedase con las dos muñecas en la espalda. Jaló el mantel de la mesa sin importarle que se cayese y le amarró bien las manos con él. Estaba más agresivo que de costumbre, y estaba más ofensivo también. —Eres una arrastrada como todos y cada uno de ellos. No me toques tú misma. Ya suficiente tengo con tener que tomarte yo.
La hizo recostar la parte superior de su cuerpo contra la mesa, de frente a la misma. —Tienes dos opciones. O te saco a patadas... o te saco muerta. —Y estaba siendo bondadoso.
Tori
» ¿Tal vez ahora? [ Noam & Tori ]
» Cartas muy cerca {Lidag y Tori}
» Tori's ID —Nada saben de tu gran ventaja.
Partem Septem :: Clanes :: Roar :: Aldea Pyrca