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Veneno en la piel {Prv. Tori}

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Mensaje por Lýkai Miér Jul 13, 2016 1:52 am

Sus pies se arrastraban lentamente por la arena, mientras se sujetaba con fuerza el costado, tratando de mantener a ralla una hemorragia que no hacía más que empeorar. Se apoyaba en Dima para caminar, mientras ese hermoso pelaje blanco iba tiñéndose en rojo carmín. Su vista se volvió borrosa y sus pasos lentos, mientras la fuerza de sus piernas iba disminuyendo con el pasar de los minutos. Finalmente sus rodillas tocaron el suelo; no podía más. Se fiel compañero se sentó a su lado, lamiéndole el rostro para animarla; aah, había sido descuidada.

Acababa de llegar a Roar ese mismo día. Tenía algunos negocios que atender con algunos de los mercenarios, aunque ella obviamente no era más que una intermediaria entre el contratista y los anteriormente mencionados. Sabía que iba a tardar días antes de llegar allí, ya que del puerto al centro de comercio había aproximadamente una semana de viaje. Por esa misma razón había decidido tomárselo con calma, más que nada porque la paga para ese trabajo era buena y probablemente podría permitirse un pequeño descanso tras acabarlo.
Muy a pesar de que Roar y Karr son clanes fronterizos, no es algo usual encontrarte mercenarios de Karr allí, pues los guerreros suelen ser muy eficientes. Por ese motivo, sólo por ese, se relajó; bajó la guardia. No se lo esperó cuando un hombre la emboscó. Gracias a sus sentidos fue capaz de notarlo y evitar una herida fatal. No obstante la daga estaba envenenada. Su atacante no era más que un moribundo al borde de la muerte, probablemente envenenado por su propia arma; en Karr muchos usan venenos sin siquiera tener un antídoto para esos casos.

Dima la tomó de la ropa y la alejo de la zona más soleada, arrastrándola hacia un cúmulo de rocas que proporcionaban una buena sombra. Se tumbó al suelo y dejó que la joven castaña usara su cuerpo de almohada. Sin un antídoto iba a morir. No podía moverse, no podía extraerse ella misma el veneno, pues la zona no facilitaba dicha acción. Sinceramente, no comprendía como alguien como ella, quien siempre desconfiaba de todos y de todo había terminado en una situación tan horriblemente embarazosa. Su mirada era cada vez más borrosa y oscura, hasta el punto de que llegó a creer que por la perdida de sangre estaba delirando. Escuchó las risas de algunos niños y a lo lejos, le pareció ver como la silueta de uno se acercaba a ella. Era oscura, muy oscura, pero en ese momento habría podido jurar que era Naal. Alargó su mano lo máximo que pudo, hasta que sus dedos empapados en sangre rozaron la suave mejilla del infante. Su mano cayó automáticamente contra el suelo por su propio peso, pues ya no le quedaban más fuerzas para mantenerla levantada. En el proceso cuatro rallas de sangre quedaron marcadas en la mejilla del niño- Lo siento, Naal. Lo siento... -Pronunció bajito. Era imposible que él estuviera allí. Vio con sus propios ojos cómo se lo llevaban, como se llevaban su cuerpo ¿muerto? Probablemente. Era una alucinación, una simple alucinación; pero se veía... tan real.
La silueta dio media vuelta y se alejó, perdiéndose en el horizonte. La joven sonrió irónica- Dima... Debes irte ¿está bien? Si muero... vete. -Susurró, pues la voz ya no le salía. No iba a arrastrar a su lobo con ella, no a él.
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Mensaje por Tori Miér Jul 13, 2016 2:55 am

Suspiró sonriente al sacar la última prenda de ropa de la tina llena de jabón y agua sucia, que había quedado así debido a toda la tierra acumulada en la ropa de los niños. Latigueó un par de veces la camisa blanca para sacar los excesos de agua y para que se esponjara mejor, y ya lista, tomándola entre sus manos la calentó hasta dejarla seca y tibia, lista para usarse en cuestión de segundos solamente.

Siempre tenía una sonrisa extraña de satisfacción, dedicada a ese trabajo que tanto amaba, y a los niños que vivían con él. Pasó un niño pequeño y un poco panzón, normal al tener solamente cinco años. En un rápido movimiento le metió la camisa cuando este levantó los brazos, sin necesidad de que este se detuviese. Sorprendentemente quedó perfectamente bien acomodada y el niño siguió corriendo como si aquello jamás hubiese pasado, pero esta vez, con camisa.

Se levantó orgulloso de su arduo trabajo y se soltó se recogió el cabello en lo que parecía ser una pelota, por el tamaño del cabello y el ancho de las rastas. Una vez listo se sacó estiró mientras salía, cuidando no pisar a los niños que jugaban y dormían en el suelo, y también cuidando que los de afuera no estuviesen haciendo nada malo, o que no faltase uno. Sintió que le faltaba el aire cuando contó a todos menos uno de ellos. Miró hacia todos lados, y en cuestión de segundos ya sentía que los nervios le invadían el cuerpo completo. Tomó a todos los niños de fuera y severamente preguntó a cada uno de ellos si habían visto a Gaia, el niño que faltaba. Le había llamado así al descubrir que era un elemental de tierra, y era uno de los más hiperactivos y curiosos.

Cuando uno le señaló un camino en respuesta, encargó a los niños a otro de los Pyrcas que le acompañaba y salió extremadamente rápido. Llevaba el torso desnudo y la espada pecho, abdomen, cuello y cara un montón de lineas simétricas y bien formadas con pintura naranja. En un instante la melena enredada que llevaba encima terminó por quedar libre, mostrando todo su largo. De camino al lugar indicado se encontró con el niño, que corría directo hacia él. Iba tan aprisa que tuvo que pararse de puntitas y pasar al niño entre el arco de sus piernas para no atropellarle. Entonces de detuvo sosteniéndose de una roca y con puro impuso volvió corriendo a él.
Se arrodilló sin siquiera fijarse si lo hacía en tierra o piedras y espantado le tomó las mejillas entre ambas manos temblorosas, inspirando mirar los dedos pintados de sangre en su mejilla. Para suerte, cuando pasó el pulgar notó fácilmente que no tenía heridas, y que la sangre era de alguien más. Pero eso no le quito el miedo. ¿Y si alguien le perseguía? ¿y si trataron de hacerle daño?.
—¿Quién? —Cuestionó simplemente al niño, que le jaló para llevarle al lugar. Al principio Tori sintió el impulso de tomarlo en brazos y salir corriendo de vuelta a la zona segura, donde no pudiese pasarle nada. No obstante, si había alguien ahí era mejor terminarlo ahora, antes de que se escondiese y pudiese dañar a cualquiera. Antes de que fuese demasiado tarde...

Cada paso que daba sentía más y más subirle el corazón hasta la garganta. Podía escucharlo claramente, mientras observaba como permitía al niño llevarle a lo que posiblemente era una trampa de mala muerte. Respiraba buscando el aire que no hallaba, temeroso por el niño. Poco a poco se fueron acercando a un pelaje mullido y blanco, y él discretamente habría la pequeña bolsa de cintura que llevaba consigo, tomando una cuchilla por el mango para estar listo si hacía falta.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca pudo notar con claridad que se trataba de una mujer herida. Sin soltar al niño corrió hacia ella y miró su mano manchada de sangre, lugar de donde habían salido las manchas Gaia.

Posando su antebrazo en la parte de atrás del cuello de la mujer, levantó la parte superior de su cuerpo y se acercó a escuchar. Para su suerte respiraba. Rápidamente alzó la mano al fuego y lanzó una bola de fuego hacia lo alto del cielo, misma que seguramente sería vista por todo el clan. Una vez avisados la recostó y olisqueó su cuerpo. Había sido envenenada. Posó la boca a la sangrante herida y sin importar la sangre se preocupó primero por sacar todo el veneno posible. Cuando escupía al suelo, la sangre se pintaba un poco de color negro debido al arsénico.

Hecho así, le sacó la camisa al niño y la partió de modo en convertirla en un largo vendaje en espiral, aprovechando toda la camisa. Hecho así, vendó la herida. En menos de un santiamén le golpeaba el pecho con fuerza, justo en la zona del corazón, mirándole pálido. El niño se cubrió los ojos al sentir la muerte de tan cerca, y con ello, la desesperación de su Pyrca.
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Mensaje por Lýkai Miér Jul 13, 2016 11:40 pm

Hacía calor. Se suponía que debía hacer calor. Pero ella tenía frío, estaba helada; así se sentía como mínimo. Su cuerpo probablemente hervía a causa de la fiebre pero no podía notarlo, por dentro era como si estuviera en un terrible glaciar. Tenía constantes escalofríos que bajaban por su columna vertebral, mientras su rostro poco a poco iba perdiendo color.
Siquiera se dio cuenta cuando alguien se le acercó, no lo sintió, oyó, ni olió. Nada. Sus sentidos estaban completamente muertos a causa de ese terrible veneno. Dima se mostró levemente en guardia, sin embargo no sobre-reaccionó cuando el joven castaño se acercó a su dueña.

A pesar de que el ajeno había extraído la mayor parte del veneno, la herida le había sido asestada hacía ya rato, razón por la que parte de este ya se encontraba circulando por su organismo.  La joven enarcó su espalda y gruñió fuerte, mientras sus uñas se enterraban en el duro suelo de Roar como si no fuera más que barro. Sus colmillos empezaban a mostrarse, amenazantes, mientras algunos espasmos de dolor recorrían su cuerpo; probablemente era su sistema rechazando el veneno. Dima, quien hasta ese momento se había mantenido tranquilo arrugó el morro y empezó a gruñir, amenazante. Obviamente el animal no sabía que el ajeno sólo trataba de salvarla. Para él lo único que importaba era que Lýkai había empezado a gritar de dolor justo después de que él la tocara; nada más, nada menos. Finalmente un grito de dolor que terminó por resonar por todos los alrededores se escapó de sus labios, girando su cuerpo bruscamente y terminando por escupir un pequeño cúmulo de sangre; sangre inusualmente oscura. En ese momento “volvió en sí”, sólo unos minutos.
Su mirada se levantó apenas unos instantes para encontrarse con la borrosa silueta de un hombre. Sus antebrazos trataban de sostener el peso de su cuerpo, pero temblorosos demostraban que no durarían mucho más. Sus dedos, rojizos y sangrando por el esfuerzo de clavar sus garras profundo en esas áridas tierras se veían maltratados; ni siquiera le dolían. Sus ojos se posaron luego en la segunda silueta, esa diminuta que se veía atrás, a lo lejos. Sus ojos trataban de enfocar, como si tuviera que comprobar algo a toda costa. Tosió un par de veces mientras algo de esa misma sangre se deslizaba por sus labios. Finalmente sus ojos lograron enfocarla lo suficiente como para darle un rostro; no era Naal. Sonrió irónicamente, escupiendo al suelo otro pequeño cúmulo de sangre que se había formado en su boca- Fuera. -Pronunció, mientras su rostro se arrugaba en una expresión amenazante- ¡No soy un perro herido, no necesito que me mires con pena! -Gritó, mientras se incorporaba apenas, temblorosa- Si muero, moriré sola. Fuera. Llévatelo lejos. No necesito que nadie me vea. -Se dejó caer nuevamente sobre el animal, mientras su mano ensangrentada se posaba sobre el morro de este. No dijo nada, pero fue suficiente para que Dima escondiera sus colmillos y dejara de gruñir.

Claro que no era Naal. Para empezar, si fuera él ahora se vería como ella; como un joven adulto, no como un niño. Sin embargo quizás por la fiebre, había una parte de sí misma que tenía la infantil esperanza de que lo fuera. Pero ahora todo se había aclarado. No había sido más que una mera confusión ocasionada por su fiebre. Eso era todo. El destino no iba a regalarle esa dicha, incluso estando al borde de la muerte.
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Mensaje por Tori Jue Jul 14, 2016 3:01 am

Cuando estuvo lo suficientemente vendada para no morir desangrada, hizo un nudo duro pero eficaz para mantener el vendaje en su lugar. Fue entonces que ella soltó un grito de de dolor y la enorme bestia que venía con ella gruñó amenazante. A pesar de que tenía deseos de salvar a la mujer, el Pyrca tenía prioridades, y ellas en este momento eran definitivamente el niño que le acompañaba. Un animal amenazante de colmillos anchos y filosos sin duda era un peligro para el pequeño Gaia, y por lo tanto, Tori no podía permitirlo. Afiló los ojos hasta casi volverles agujas, indicándole al niño con un movimiento de la mano que se hiciese hacia atrás. El niño obedeció retrocediendo un par de metros en silencio.

La mujer era muy terca y el animal estaba demasiado altivo, si las cosas seguían así y Tori intentaba hacer algo, sin duda el atacado sería él, y aunque lo más le preocupaba era el niño, si le herían al él, el niño quedaría desprotegido, indefenso ante las garras de la bestia y aquella mujer brusca. Entonces les corrió del lugar, no obstante, era ella quien estaba en territorio que no le pertenecía, ¿siquiera tenía ese derecho?. Fuese cual fuese el caso, era la oportunidad de Tori para tomar al niño y salir corriendo con él en brazos. Era la oportunidad de poner a salvo a su tan amado pequeño, para que no se asustase y fuese con los demás niños a seguir jugando.

Abrió suavemente los ojos al mirarle volver a tirarse sobre el animal. ¡Maldita sea! No tenía el corazón para dejar ahí a la pobre criatura desangrarse. ¿Qué clase de persona sería si no volvía a intentarlo? No podría perdonarse por ello. No podía hacerlo.
—No puedo hacerlo. —Susurró con miedo. Con miedo de lo que podría suceder con el pequeño niño detrás suya por la egoísta decisión que el Pyrca estaba tomando, y que no tenía nada que ver con él. ¡Ah, cuánto deseaba no hubiese consecuencias! Le temblaban las manos mientras miraba la vida de la mujer escapársele de entre los poros.

Su corazón se aceleró nuevamente. Era la adrenalina que uno sentía cuando estaba a punto de lanzarse a alguien contra su voluntad, a costa de la bestia que te tragaría vivo si lo intentabas. ¿Pero qué podía hacer?. En un movimiento jaló a la mujer con todo y la posibilidad de que el lobo le arrancase el brazo entero. El crío detrás se cubrió los ojos sin ser capaz de ver aquello. Le jaló hasta levantarla, forcejeando con ella de ser necesario.
—¡No seas tonta, no tienes porque morir antes de tiempo! —Gruñó reteniéndole de las muñecas con bastante fuerza, que de hecho le sobraba. Le gruñó mientras intentaba no ser demasiado brusco con ella.

Un par de Pyrcas que al fin llegaron luego de la señal que lanzó al cielo corrieron, uno a llevarse al niño y el otro a separarles, gruñéndole a ambos.
—¿Trajiste antídotos? Está envenenada. —Dijo preocupado, mirando al otro, que era un poco más alto que él. Este sonrió y le mostró un par de frascos. Tomó uno con prisa y lo abrió, mostrándoselo aún nervioso. —¡Esto es lo que necesitas! Estarás bien si lo tomas, no lo desperdicies, ¡no seas tan terca!.

Los ojos de Tori juraban no poder mentir, y parecían verdaderamente preocupados. Así era la mirada dorada del Pyrca, pura, incapaz de ocultar sus intensiones, y estas siempre eran buenas.
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Mensaje por Lýkai Vie Jul 15, 2016 11:20 am

Por un momento creyó que aquel hombre cuyo rostro aún no había visto con claridad se iría sin más, justo como ella le había pedido. Pero no fue así. Permaneció alegando que “No podía hacerlo”; era un idiota. Esa fue la única impresión que tuvo de él en el instante en que tiró de sus brazos, obligándola a incorporarse- ¡Lo dices como si tuvieras una cura! -Le reprochaba mientras se resistía con las pocas fuerzas que le quedaban, forcejeando con el ajeno. Movía sus manos con una leve desesperación, pues aunque había rozado el rostro del contrario en varias ocasiones siquiera había llegado a arañarlo. Finalmente, frustrada por su propia debilidad decidió hincarle el diente a uno de sus antebrazos; justo en ese instante llegó el hombre que terminó por separarlos.

Quedó momentáneamente quieta mirando el panorama, que para ella sinceramente no se veía mejor que un montón de manchas moviéndose y hablando a su alrededor. Fruncía el ceño tratando de mejorar su visión, pero era en vano. En cuanto escuchó la palabra “antídoto” no pudo evitar mirar el pequeño frasquito en las manos del ajeno, mientras su expresión mostraba la enorme desconfianza que sentía por ellos. No era que creyera que tenía algún sentido que la envenenaran aún más; ya se estaba muriendo. No obstante estaba en su naturaleza no confiar en nadie más que en sí misma, razón por la que se lo arrebató de las manos -a pesar de que tuvo sus dificultades, pues empezaba a ver doble- y se dispuso a olfatearlo. Su ceño se frunció más. Tras chasquear la lengua con molestia alejó el frasco de sí misma y se lo acercó a Dima; sus sentidos seguían apagados, no sabía si era o no un antídoto. El animal olfateó el frasco de igual manera, sin reaccionar particularmente, sólo entonces supo que podía tomárselo; era tanta la confianza que le tenía a su lobo que siquiera dudó unos segundos antes de hacerlo.
Entonces sus ojos se posaron sobre los del castaño- No te daré las gracias, no te he pedido ayuda. -Musitó gruñona. Obviamente el antídoto no funcionaba tan rápido, así que seguía sintiendo que la muerte estaba acechándola, mientras ese desagradable sabor a sangre podrida permanecía en sus labios, que tras escupir sangre varias veces se habían puesto rojizos. Se recostó de nuevo encima de Dima al sentir como su conciencia trataba de desvanecerse, mirando a lo lejos como la silueta del niño ya no estaba- ¿Le has... limpiado la mejilla? -Pronunció bajo, mientras volvía a escupir algo de sangre a un lado- Era de mi mano, la mano que tenía en la herida envenenada... -Susurraba, tratando de llegar al punto- ¿Le has... limpiado la mejilla, verdad? -Preguntó. En ningún momento aclaró que hablaba del niño, sin embargo creyó que era evidente.

Abrió los labios dispuesta a decir algo más, pero en ese instante Dima arrugó el morro y empezó a gruñir, tensando el cuerpo. Los ojos de la joven se afilaron y se incorporó con prisas, mientras tomaba una vieja navaja del interior de sus botas de cuero- ¿Debia venir alguien más? -Preguntó, mientras se apoyaba en sus propias y temblorosas rodillas a la vez que el animal se levantaba tras de sí, enorme e imponente- Porque alguien se está acercando, y apesta a sangre. -En efecto, no era ella quien había olido la sangre, sin embargo confiaba plenamente en los instintos del lobo y sus instintos le decían que alguien con el hedor a muerte impregnado en sus cuerpos de acercaba.
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Mensaje por Tori Jue Jul 28, 2016 11:37 pm

Parecía una mujer muy terca, y no es que Tori fuese un experto en leer a la gente, pero pasar tanto tiempo en contacto con niños le hacía distinguir fácilmente cuáles eran tranquilos, cuáles eran amables, cuáles era rudos o cuáles eran tercos, y aunque los adultos eran más difíciles de entender, de vez en cuando Tori podía comprender lo que había detrás de ellos con un simple vistazo. De vez en cuando podía verlo y saberlo. Además... ella en especial tenía algo, algo que le permitía comprender aquello tan fácilmente como lo haría con un crío. Y es que él no tenía idea, no obstante, la mujer era tan pura como un niño, salvaje, libre, por su cuenta. Quizá algún día él terminaría por entender eso, y entonces caería en porque ese día pudo comprender desde que le vio, que ella era así, terca, salvaje, independiente. Pero él no le conocía. 

Alzó la barbilla levemente, observándole tan severo como observaba a un niño cuando le tocaba tomar un medicamento. Ellos no querían, porque no les gustaba, porque sabía mal, o simplemente por llevarle la contraria, y él debía obligarlos. No obstante sabía que aquella mujer no se intimidaría con aquellos ojos toscos, aún así, los tenía bien puestos sobre ella, como si quisiese que le hiciese caso a toda costa, y es que, conociéndole o no, no tenía el animo de dejar a alguien morir. Tenía miedo de perderle cuando la cura estaba en sus manos. Bufó suavemente, apretando los labios. Sus ojos dictaban "Tómalo, no seas necia", hablando por sus labios. Estaba acostumbrado a cuidar de todos los que le rodeaba, el hacerse cargo de ellos como si de eso dependiese su vida. Ya no podía evitar sentir empatía por un extraño herido, y esta mujer no era su excepción. 

Tras esa mirada fiera pero justa, un montón de recuerdos de aquel día se hacían presentes. Cada vez que veía la muerte cerca de sus ojos, cada vez que uno de sus niños se caía y se golpeaba, cada vez que uno de ellos se cortaba y apenas un par de gotas de sangre se derramaban. Cada vez que uno de sus niños lloraba... cada vez... lo recordaba. Y entonces sentía la terrible necesidad de curarles, consolarles y cuidarles. Y no solo a sus niños, sino a cada herido que veía. Quizá no era un médico, y no era experto en lo que hacía, no obstante, nunca se rendía. 
Ese mismo miedo le inundaba ahora, con una perfecta extraña, terca y testaruda. "No mueras" Pensaba a pesar de nunca haberle visto. Pero ella no tenía la culpa de nada, y aún así sufría aquello. "Solo tómalo" Dictaban sus ojos una y otra vez, hasta finalmente verle tomar el contenido. Curvó las cejas melancólico, pero aliviado, sonrió suavemente.

Se arrodillo frente a la muchacha, observándole mejor ahora que le sentía fuera de peligro. Acomodó un par de mechones de la joven sin solicitar su permiso, detrás de su oreja, entrecerrando los ojos al sentirse más relajado.
—Bien hecho... —susurró para la jovencita, a pesar de lo tosca que era al no agradecerle y simplemente tumbarse. —Buena mujer. —adquirió al final, posando su mano en el hombro de la jovencita y acariciándolo con calma. Sus mejillas se ruborizaron al momento que su sonrisa saltó a lo evidente, feliz de que la mujer no hubiese tirado el frasco al carajo, prefiriendo la muerte por mero orgullo. —Supongo que mi compañero ha de haber limpiado al pobre Gaia, sin falta. No debes preocuparte por él. 

Cuando ambos se pusieron en guardia, Tori simplemente se quedó como estaba, de rodillas sobre el suelo, frente a la muchacha, con la vista puesta sobre el único camino desde ahí hasta el pueblo. Entrecerró suavemente los ojos y mantuvo esa sonrisa mansa en todo momento. No tenía desconfianza en quién podría ser, y es que eran un par de hermanos guerreros, revueltos en sangre y lodo. 
—¿Les han atrapado? —a quiénes atacaron a la castaña. Ambos sonrieron con confianza, y Tori alzó la barbilla con fortaleza. —¿y se han deshecho de ellos? —la pregunta fue seca y fría, y podía dar a entender muchas cosas. ¿Les habían corrido de su territorio? ¿Les habían matado? Aún así Tori parecía estar muy seguro de a lo que se refería, fuese lo que fuese. Cuando ambos asintieron, aquella sonrisa hermana volvió, como si le causase placer enterarse de ello.

Miró de vuelta a la señorita. 
—¿Te sientes un poco mejor? —era un veneno eficaz. —Aún así, no te levantes todavía. Siéntate aquí, y yo voy a cuidarte. —era extraño que alguien ofreciese su cuidado con tanta facilidad. Seguramente ella dudaría de él, aún así, él era muy sincero.
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Mensaje por Lýkai Jue Ago 11, 2016 10:07 pm

La joven observó a los guerreros empapados en sangre acercarse y sin cambiar esa expresión en su rostro, esa que hacía cuando el peligro estaba cerca -arrugando su nariz y sacando los colmillos cual animal salvaje- posó su mano en el morro de su compañero, esperando que él sí dejara de gruñir.

¿Había más? Supongo que ese desgraciado no vino sólo. No debía ser tan idiota como pensaba. -
Comentó, riendo con ironía a la par que se recostaba de nuevo en el lobo, sin apartar la vista un solo instante de las armas que llevaban aquellos desconocidos. Ella misma se había encargado de matar a su atacante, sin embargo había reaccionado tarde y esa habría sido su perdición de no ser por el antídoto que acababa de tomar. Pero un tema no tenía relación con el otro. Podrían haberle “salvado la vida”, sin embargo nada aseguraba que en ese momento estuviera a salvo. Por ese mismo motivo la daga que había sacado de su bota seguía en su mano, sujeta con una fuerza y firmeza que cualquiera creería imposible que tuviera en semejante situación. No la escondía, sin embargo tampoco la mostraba. No era una amenaza para que ellos la vieran, mucho menos un “as bajo la manga” para poder salvarse en caso de emergencia. Simplemente estaba allí. Eso era todo. Así era la joven, sincera en todo momento, incluso cuando se trataba de asuntos como ese.

Su mirada se dirigió ahora al castaño con cabellos estrafalarios que tenía al lado- Tú ¿como te llamas? -Preguntó primero, sin embargo luego bufó levemente- Olvidalo, en realidad no necesito saberlo -Añadió luego, señalando con descaro a esos guerreros que acaban de llegar- Me incomodan, siento que en cualquier momento intentarán degollarme. -Se quejó, mientras miraba a Dima, quien seguía con el morro levemente arrugado- Y están estresando a Dima. -Comentó luego- No me importa como ni porque, pero haz que se vayan. -Era una petición, muy a pesar de que, por el modo en el que la joven estaba hablando, parecía casi la egoísta orden de un niño malcriado. Era curioso como ella, que no tuvo a nadie quien pudiera malcriarla, a veces actuaba de ese modo. Quizás era precisamente por aquella razón, porque habían sido pocos los adultos que habían rodeado su vida, por ende pocas las veces en las que le negaron algo- Aunque no importa, si ellos no se van me iré yo -Concluyó. Y no, de nuevo no era una “amenaza”. Aquella era su forma de ser “comprensiva”. Estaban en sus tierras, por ende tenían derecho a estar donde quisieran. Sin embargo eso no cambiaba el hecho de que ella no se sentía segura a su lado, tampoco la realidad de que el hedor a sangre estaba despertando el instinto animal de Dima.

Tras decir esas palabras tiró de una de las rastas del ajeno hasta hacer que sus rostros estuvieran cerca, muy cerca; seguía viendo algo borroso- Tu... tienes cara de bobo -En ese momento no supo porque había hecho ese comentario, fue algo que le salió tanto del alma que siquiera comprendía su significado. Probablemente era porque era un hombre acostumbrado a estar rodeado de niños, un adulto “blando” normalmente, y “severo” cuando era necesario; el tipo de adultos que jamás estuvieron a su lado. Rió levemente- Bueno, tampoco me disgustan los bobos -Añadió luego, mientras revolvía la bolsa que cargaba el lobo en su lomo y sacaba un par de cosas. Aprovechó que el ajeno seguía levemente cerca y le puso torpemente un colgante por el cuello. Bueno, esa era la idea como mínimo, sin embargo como la cuerda estaba originalmente pensada para ella, siquiera llegó a pasar de su frente. El colgante era una hermosa piedra que parecía un cielo estrellado cuando la mirabas a través de alguna luz, tallada en forma de colmillo; se lo habían regalado en un trabajo algún tiempo atrás- Puedes quedártelo. -Dijo seca, esa era la única forma en la que alguien como ella daría las gracias- Y dale esto al niño; dile que siento haberlo asustado. -Añadió, mientras le entregaba otro colgante, esta vez uno del cual adornaba una pata de conejo, probablemente falsa; era demasiado adorable como para pertenecer a un animal de verdad.
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Mensaje por Tori Sáb Ago 20, 2016 2:11 pm

Claro que había más, así que tampoco le sorprendió cuando la otra lo comentó. Probablemente ella no lo sabía, extrañamente había mujeres pasando por Roar, lo cual significaba que probablemente ella no hubiese estado ahí antes, o por lo menos, que no había estado en mucho tiempo. Lo cierto es que los terribles karr siempre iban en grupos a Roar, buscando hacer desordenes, buscando robar cosas que con esfuerzo los roar habían conseguido, buscando cosas aberrantes como el sexo forzado o niños para esclavos. No había nada que Tori detestase más que los karr viviendo en el territorio de a lado. Si pudiera hacer algo con tal de que Karr estuviese al otro lado del continente, entonces no dudaría en hacerlo, aunque eso significase morir, o peor aún, ser un esclavo, pasar torturas o incluso ser la diversión perversa de algún idiota. No lo dudaría, todo por el bienestar de cada uno de sus hermanos.
Todas las noches sentía un terrible remordimiento al pensar en ellos, y lo cerca que estaban.

Cuando preguntó por su nombre y luego le mencionó que no le importaba, simplemente sonrió tiernamente. Era justamente como uno de sus niños, queriendo ser ruda y firme, pero en realidad solamente era una niña. —Tori. —Le dijo suavemente, incluso aunque a la otra le importase muy poco. Entrecerró suavemente los ojos al mismo tiempo que miró a sus hermanos luchadores. No iba a correrlos por ella, y de hecho, era un poco malcriada, justo como un niño. Si fuese un muchacho de su clan, a su cargo, le habría reprendido por ello, no obstante, no era uno de ellos y como se comportaba no era de su incumbencia, a menos que se metiese con los suyos. —No voy a pedirle a mis hermanos que se vayan. —Esperó lo entendiera. No lo haría, nunca le preferiría antes que los suyos, y aunque justo ahora estaba débil, ya solo era cuestión de tiempo para que estuviese bien. Podría irse cuando desease.— La salida hacia Artae está por allá. —señaló el camino. Eso demostraba lo responsable que era sobre los suyos, y lo mucho que les amaba.

De todos modos no había resentimiento, sólo le guiaba hacia el camino más seguro, si deseaba quedarse incluso así, no le molestaría. Sus ojos divagaron al camino que que señalaba con sus manos. Nunca, ni una sola vez en su vida había salido de su territorio, no conocía más allá del limite de sus rocas. ¿Qué habría más allá? Aunque para ser sinceros, no le daba curiosidad. Él solamente deseaba vivir por siempre en Roar y cuidar a sus niños. No era una persona curiosa por el exterior, y no saber que había más allá de Roar no le quitaba el sueño por las noches.

No se dio cuenta sino hasta que ya estaba a extraños centímetros de ella, que le había jalado. Se quejó por el jalón de cabello con los ojos un poco aguados, le dolía por su puesto, además detestaba que hicieran eso. Se sorprendió mucho cuando de la nada le llamó bobo. —... ¿eh? —susurró nerviosamente, con un suave rubor en las mejillas, mismo que incrementó hasta volverse un rosado intenso, cubriendo sus orejas por completo. Incluso aunque fuera moreno el rubor era más que obvio. —¿Q-qué cosa? —cuestionó desconcertado sin saber que se supone que debía decir al respecto. Nunca sabía que decir cuando alguien le hacía algún tipo de cumplido o buen comentario.

Se sobó suavemente la naciente de la rasta cuando esta la soltó y le miró curioso mientras metía la mano en un saco. Se sorprendió bastante cuando le colocó un collar en el cuello, que en realidad, le quedó de corona en la frente. Subió los ojos e hizo bizcos para poder enfocar el colmillo en su frente, sonriendo de manera amorosa aún con ese rubor a todo lo que daba, recibiendo en la mano el collar para el niño. —Gracias... por parte de ambos. —asintió suavemente, mientras le acariciaba como si le conociera. El antídoto era rápido, seguramente ya estaría un poco mejor.
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Veneno en la piel {Prv. Tori} Empty Re: Veneno en la piel {Prv. Tori}

Mensaje por Lýkai Sáb Ago 20, 2016 10:29 pm

La joven observó la zona que el hombre le indicaba, sin embargo negó, para luego empezar a erguirse, dispuesta a ponerse en pie- No, debo ir al pueblo. -Dijo firme, a pesar de la herida- Desde un inicio me dirigía allí. -Añadió, mientras hacía una mueca de dolor al levantarse, sujetando su costado con fuerzas para que el sangrado no aumentara- Soy comerciante, pero suelo hacer de intermediaria. Estoy buscando a un mercenario llamado Noam, tuve negocios con él el año pasado. -O como mínimo creía que había sido el año pasado. Era difícil de saber, pues sinceramente, la joven castaña nunca sabía en que día, mes o año vivía. Sabía la estación dependiendo del clima, a veces controlaba los días a través de la observación a la luna, sin embargo, no era una experta, así que sus conclusiones no siempre eran precisas. ¿Pero, que importaba? Ella no necesitaba saber si un día era martes u otro era lunes. Para ella no había diferencia entre uno y otro. Tampoco importaba si era día 1 o 15, si eran las cinco de la tarde o las tres de la madrugada. Todo aquello le daba completamente igual. Ella vivía al momento, sin fijarse en aquellos detalles que, para algunos, son la base y el primer paso a la “civilización”.

Se disponía a irse sin más. Había sido ella la que lo había dicho después de todo, sin embargo la realidad era que ahora que el veneno estaba disminuyendo, su sentido del dolor estaba intensificándose. El costado le dolía como si aún tuviera aquella espada oxidada en su interior, escociéndole tanto que casi podía imaginar su sangre hervir. Se mordió el labio, mientras el lobo aullaba al percibir su dolor. La castaña sonrió, mientras algo de sudor frio bajaba por sus frente- Shh, Dima. Está bien, no duele. -Mintió, y de forma tan obvia que el lobo hasta le miró mal(?) Rió levemente, para luego morderse el labio y tomar aire por la nariz, con fuerzas- Noam... -Tenía que buscar una razón para quedarse un rato más. Era demasiado tozuda como para decir que le dolía y no podía caminar, sin embargo, tampoco podía quedarse allí parada sin más- ¿Le conoces...? -Preguntó, aunque era algo bastante obvio, los roar solían conocerse prácticamente todos entre sí-  Yo... le hice una promesa. -Aún recordaba aquel hombre, alto, de piel oscura y ojos azules zafiro. Cabello oscuro y mirada perdida, siempre vistiendo esa boba sonrisa en sus labios. Un hombre astuto, que sabía como ganarse el aprecio de los demás y sin embargo, cuando llegaba el momento de combatir era despiadado como pocos, pareciendo carecer de alma o compasión. Eran pocas las personas en las que la joven loba podía decir que “confiaba”, y él era uno de ellos- Le prometí que, si algún día volvía a necesitar ayuda de un mercenario, acudiría a él. -Explicaba, mientras trataba de no quedar sin aliento- Mandé un pájaro mensajero, pero no volvió. Fue extraño, asi que decidí venir a buscarlo yo misma. -Acabó de explicar.

Estuvo a punto de morir en aquella ocasión, pero no sólo eso, Dima estuvo al borde de la muerte. Si no fuera por Noam, lo estaría, sin duda. Sólo por eso se ganó la confianza de la castaña, hasta tal punto que incluso le dio uno de los colmillos de Lyd, diciéndole que le protegería de todos los males. Ella estaba segura de ello, segura de que Lyd la había salvado de la muerte en muchas ocasiones y de que, de igual modo, lo protegería a él- ¿Está fuera... quizás? -Preguntó. Tenía un mal presentimiento, sin embargo, prefería no pensar demasiado en él.

Agh. -Sollozó, mientras pasaba sus dedos por la herida de su costado; por algún motivo, por más que presionaba no dejaba de sangrar y le dolía más de lo que debía- Hay algo... -Musitó- Dentro... -Alzó su mirada al castaño, ella no podía sacárselo- Mierda, agh. -Se mordía el labio- Tch, hey... ¿Tori... cierto? -Pronunció, tragándose todo el orgullo. Sí, usualmente no pediría ayuda, odiaría hacerlo por encima de cualquier cosa. Pero quería irse y para hacerlo debía sacarse esa maldita cosa. Ella había perdido la fuerza y el metal oxidado resbalaba de sus manos entre sangre y chapoteos- Ayúdame. -No diría más, pues de hecho, no muchos habían escuchado semejantes palabras salir de sus labios.

Se sentó de rodillas al suelo de forma descuidada y sin ningún miramiento se sacó las mangas del vestido que llevaba. La tela cedió y se deslizó, quedando arrugada justo debajo de su plano vientre, lo justo para que se viera su ombligo; todo su torso quedó al descubierto. En uno de sus lados podía verse la fea herida que manchaba de sangre casi toda la zona del mismo. Allí, entre toda esa sangre y carne desgarrada se encontraba esa pieza de metal que le estaba pidiendo que extrajera. La herida era mucho peor de lo que aparentaba. Si bien no era muy profunda, era bastante amplia y estaba sangrando más de lo que debía; era un milagro que hubiera podido tenderse en pie.
En su piel podían verse algunas cicatrices, sin embargo ninguna de especialmente significativa, aparte de una en su hombro derecho. Obviamente, sus pechos también quedaban completamente al descubierto, aunque de todos modos, aquella no era la primera vez que hacía algo así y probablemente tampoco sería la ultima.
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Mensaje por Tori Miér Ago 31, 2016 1:20 am

Se levantó finalmente, mirando a la chica desde arriba. Lo primero que hizo fue sacarse el collar de la frente y tomarlo por el cordel, rompiéndolo con fuerza. Una vez así, se lo llevó al cuello y se lo amarró por detrás, ya que de otro modo no entraría. Ya asegurado, se tomó las rastas y las enredó para formar un nudo que le permitiese no tener el cabello suelto, de este modo no volverían a estirarlo. Supuso que ella ya se iba, y no pensaba impedírselo ni por un instante. En su opinión personal, era demasiado rápido para levantarse después de una herida como aquella, no obstante, si la señorita se creía con la fuerza suficiente, entonces adelante, Tori no le diría nada. No tenía derecho ni poder sobre ella, no era uno de sus niños, no podía pedirle u ordenarle quedarse hasta que realmente se sintiese un poco mejor. Tampoco prefería vendarla, ya que estaban escaseando de cosas y las necesitaba para sus pequeños.

Miró las sombras que los árboles suponían y, en un instante supo que hora del día era. Ya era hora de la comida de los niños, y sin embargo él seguía ahí. Estaba un poco ansioso porque quería regresar ya, incluso aunque hubiese otros Pyrcas en la aldea y ellos fuesen a cocinar. No le gustaba estar lejos de sus niños en ningún momento. Se ponía nervioso y su mente comenzaba a divagar en todas las posibilidades en las que ellos podrían lastimarse si él no estuviese ahí, lo cual era poco probable porque más hermanos les cuidaban, pero Tori era un paranoico cuando de sus bebés se trataba.

Cuando mencionó el nombre un par de hermanos se miraron entre ellos y luego miraron a Tori. Era común que se conociesen entre todos, sin importa cuantos fuesen, y sí, en efecto todos los presentes le conocían. ¿Estaba fuera? Sí, estaba fuera de Roar. Más que suficiente para comprobar que estuviese del todo bien. Por supuesto no lo estaba, y en el momento en la que la herida se resintió por el esfuerzo que la mujer hacía, el elemental simplemente entrecerró los ojos, pensando "lo sabía".

—Estoy seguro que Noam está fuera. Los negocios siempre le tienen ocupado, como ya entenderás tú. —Mencionó con calma mientras se acercaba, hasta escucharle decir que tenía algo dentro de la herida. Le miró más preocupado, por supuesto ese instinto de protección de Tori salió a flote incluso aunque no se tratase uno de sus bebés, y sintió la necesidad de ayudarla. No tenía otra opción, se sentiría mal toda la vida si no pudiese ayudar a alguien que le necesitase. —Sí, tranquila, yo te ayudo. —Dijo amable y sonrió para tratar de mantenerla en calma. Tori bien sabía lo que hacía. A pesar de no ser ningún médico, tener que tratar tanto con un montón de niños locos le había ayudado a mejorar mucho sus habilidades en el tema.

Se agachó de vuelta cuando la señorita se tiró de rodillas sin que le importase. El terreno ahí era sinceramente bastante horrible, y naturalmente la muchacha había caído con las rodillas meramente en un montón de rocas. Le miró mal por lo tosca que era, sin cuidados para ella misma. No dudo en sacudir las rodillas de la señorita y el suelo cercano simplemente para que ella no se hiriese más. —Seguro no estará demasiado dentro. Lamentablemente justo ahora solamente cuento con los dedos para sacarte el pedazo sobrante del arma, pero será mejor que dejarla ahí. Además, podría usar un poco de fuego para cicatrizar y que ya no pierdas más sangre. Esto será lo mejor par... —abrió los ojos como platos al mirar como la muchacha se desnudaba ahí enfrente de ambos hombres. Incluso siendo moreno el rubor se le subió hasta las orejas y le cubrió por completo el rostro, mientras escondía los labios tras su mano, espantado. —¿¡P-pero qué demonios estás haciendo!?

Torpemente se abalanzó un poco para tomar de vuelta la parte alta del vestido y cubrirle los senos a la mujer, tembloroso por los nervios. —¡N-no es necesario que te desnudes así! Por todos los volcanes, qué descuidada. —Tragó grueso mientras su hermano reía un poco, despeinando al Pyrca. Dejó una saco de piel con algunas cosas que podrían ayudarle a cuidar a la señorita y se despidió de ambos, dejándoles solos. —Hay que hacer esto lo más pronto posible para que te vayas de aquí. —Sí, estaba muy nervioso y por eso quería que ella ya se fuese. Sacó un pequeño contenedor de barro y vertió algo de agua para enjuagarse un poco las manos, y hecho esto, con las manos temblorosas y el rostro tan rojo como sus aros de rubí, se agachó sin hacer contacto visual para ver la herida. Ahí veía un pedazo de metal. No identificaba bien el material exacto, pero definitivamente era de los Karr. Sabía que dolería, pero metió un par de dedos para ver si lograba tomar la pieza. Trató lo más posible de no desgarrar la piel, aunque estaba demasiado nervioso por como ella se había desnudado y sus manos temblaban un poco más de lo que debían. Siguió así hasta que la pieza finalmente salió. Guardó el pedazo de metal en el saco que le habían dejado y luego de enjuagarse, comenzó a vendar sin hacer el más mínimo contacto visual.
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Mensaje por Lýkai Mar Oct 11, 2016 11:02 pm

¿Porque tanto escándalo? Lýkai no podía hacer más que mirar al castaño extrañada, mientras enarcaba levemente una ceja. Sabía que desnudarse frente a otra persona podía llegar a considerarse inmoral, lo comprendía, como mínimo levemente, pero era extraño, estaba segura de que eso no debería aplicarse a gente de Roar... Bueno, casi segura. Creía que al ser “salvajes”, como ella, no les importarían detalles como aquellos, pero al parecer estaba equivocada.

Dejó de darle vueltas al asunto cuando las temblorosas manos del ajeno se acercaron al objeto que tenía clavado. A pesar de que fue cuidadoso pudo notar el mismo momento en el que sus dedos lo tocaron, sintiendo una aguda punzada de dolor. Sus uñas intentaban agarrarse con fuerza al suelo, más era imposible dadas las circunstancias y lo duro del mismo. Antes lo había hecho, probablemente sólo gracias a la adrenalina del momento. Aspiró profundo y contuvo la respiración, mientras su espalda se apoyaba contra una enorme roca que había allí mismo. Daba gracias en silencio por la presencia de la misma, pues tenía claro que de no estar allí su cuerpo rehuiría la ayuda del ajeno en pos del dolor. Se mordía el labio inferior con fuerza, mientras unos pequeños colmillos se asomaban por los mismos. Dima estaba allí, a su lado, mirando la escena y sollozando bajo, compartiendo el dolor de su hermana.
En el momento en el que empezó a extraer la pieza de metal pudo sentir un dolor ardiente y agudo, tal así que dejó escapar un sonoro sollozo, uno que nadie, ni ella misma, habría sido capaz de callarle. Unas pequeñas lágrimas de puro dolor se asomaban por sus ojos, que encharcados pero orgullosos, trataban de contenerlas con todas sus fuerzas.

Creyó perder los sentidos durante algunos segundos, pues no recordaba nada des del momento en que empezó a sacarlo hasta que estuvo completamente fuera. A pesar de que no estaba realmente en “sí”, por así decirlo, sus ojos permanecieron abiertos, mirando el techo. Ahh, le debería otro favor a un Roar. Pensaba, mientras sentía las vendas rodear su pequeña cintura.

Sus piernas cruzadas despreocupadamente en el suelo, mientras miraba al ajeno. No habían hecho contacto visual des del momento en que se había quitado la parte superior del vestido ¿Estaba enojado? ¿Preocupado, quizás? Agh, no podía decirlo. Odiaba aquello. Odiaba no saber en que penaba la gente, no poder mirarles a los ojos. Lo detestaba con todo su ser.
Una vez sus vendajes estuvieron terminados soltó un largo y sonoro suspiro. Aunque hacía unos minutos dolía como si fuera a morirse, ese mismo dolor parecía haberse ido cual arte de magia. Obviamente aun no estaba completamente recuperada ni mucho menos, pero sentía que en nada podría levantarse y caminar como era debido. Abrió los ojos y puso una mirada seria- Hey -Pronunció- Mírame a los ojos, hijo del gran volcán -Casi ordeno, más su tono de voz era suave, distinto a lo amenazante y fiero que había usado hasta ahora. Le tomó el rostro y con ambas manos lo alzó hasta que ambos pares de ojos estuvieran los unos frente a los otros.

Sonrió tenuemente y se acercó a él mientras una de sus manos permanecía en el mentón ajeno, dispuesta a evitar que intentara apartarse. Posó sus labios sobre la mejilla del castaño, besándolo con cuidado- Esto es por haberme ayudado, y esto... -Pronunció, mientras le daba otro más en la frente- Para que aquellos que perdí te protejan, igual que me protegen a mi -Su mirada era firme. No se arrepentía de haber “confiado” en él. Se levantó a la par que su lobo, quien con leves golpecitos en el antebrazo la invitaba a montarlo. Le acarició el morro con cariño- Sí, gracias Dima, será de gran ayuda -Susurraba, cariñosa. Su vista volvió a alzarse, nuevamente encontrando la del hombre- Si alguna vez tienes un problema y no tienes a quien acudir, ata esto a la pata izquierda de un pájaro y mándalo a Kugg -Explicaba, mientras le entregaba una ramita de alguna planta rara que llevaba en aquel bolso que colgaba en la espalda del animal- No importa donde esté, acudiré a tu ayuda. Siempre cumplo mis promesas y pago mis favores, hijo de Roar. -A decir verdad, ya había olvidado su nombre, no por grosería, simplemente, debído al dolor y todo lo sucedido, su memoria no estaba demasiado clara.

Volteó, montando a su lobo, preparada para irse y una vez avanzó unos pasos, miró atrás para decir- Ah, lo olvidaba. -Sonriendo- Lýkai. Me llamo Lýkai. -Y así, sin más, se fue, lejos, rumbo al centro de comercio.  
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Mensaje por Tori Jue Ene 19, 2017 8:09 pm

Definitivamente ella no estaba lista para levantarse, y sin embargo, en cuanto Tori apenas sacó los dedos de las vendas, esta ya parecía querer marcharse. Suspiró. No podía hacer nada, si ella sentía que tenía las fuerzas necesarias para hacerlos, entonces que lo hiciese. De cualquier modo estuvo atento por si llegaba a caer o algo por el estilo.

Le miró a los ojos con cierta sorpresa cuando la jovencita casi le ordenó que lo hiciese, aunque con un tono suave. Era confuso. Se dejó hacer, con un suave nerviosismo, aunque al momento en el que los labios de la mujer se pegaron a su mejilla, todo su cuerpo tensado se relajó, y él suspiró cerrando los ojos para disfrutar del mismo. A fin de cuentas, la mujer era hermosa y no podría desperdiciar tal oportunidad, como Pyrca, pocas veces podía ver a las mujeres de otros clanes que visitaban Roar, y convivía casi con solamente hombres. Se mantuvo en la misma posición también en el beso de la frente, y sólo cuando terminó Tori abrió los ojos.

Observó al enorme lobo ofrecerse para ella, y lo único que el pudo pensar fue que podría alimentar a muchos niños con ese animal. Claro que eso sólo se quedaría en un pensamiento vago. Finalmente se paró derecho, cuidando que la chica no fuese a caerse mientras se montaba en el animal salvaje, y asintió. —Lo tomaré en cuenta. —Dijo con cariño, tomando lo que sea que le diese.

Se irguió en cuanto el lobo empezó a caminar con ella encima, y asintió. —Lýkai. —Repitió para no olvidar.
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