Vientos de Otoño | Libre
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Vientos de Otoño | Libre
Nueve jóvenes se pierden entre la hojarasca de los bosques, con lentitud los congregados van regresando a sus hogares en la profundidad de la montaña, un sólo artae permanece inamovible con la mirada fija allí donde los viajeros dejaron de verse, sus pensamientos únicamente él los conoce. En silencio acompañado consigo mismo parte en dirección al bosque. Con pausado caminar avanza entre los robustos troncos alejándose de las cuevas, buscando algún remanso de paz que ayudase a descansar tanto a su mente como a su cuerpo. El arrullo de unas aguas en movimiento lleva al hombre hasta un pequeño lago. A pesar de la proximidad del otoño, el calor aún hacía mella en aquel cuerpo de frágil aspecto. Apoyando la espalda en el irregular y rugoso tronco de un anciano árbol el líder de Artae deja caer su cuerpo al suelo clavando sus ojos en las mansas aguas. – Trato de convencerme a mí mismo de haber tomado la mejor de las decisiones, me digo que he elegido bien, aun así las dudas atenazan mi corazón. Son jóvenes, quizás demasiado, más la práctica hace al maestro…. – Sabe que sólo dos de los nueve exploradores son veteranos en la misión que les ha impuesto, pero ello no impide que tema por la seguridad de aquellos miembros.
“Una dama se acerca, cubierta por un vaporoso vestido blanco, su cuerpo se deja imaginar a través de la liviana tela. Un sentimiento olvidado y al mismo tiempo añorado se apodera de su ser, pero pronto las lágrimas ruedan por su rostro al ver transformada a la mujer en aquel primer individuo al que se atrevió a arrancarle la vida, se maldice por ser incapaz de recordar el rostro de quienes una vez le brindaron amor y sin embargo el rostro de aquel karr jamás abandonará su mente.” Elëssar duerme intranquilo, ajeno al avance del día y a la paulatina congelación que sufre la tierra a su alrededor.
Última edición por Elessär Várazslat el Jue Ago 24, 2017 6:25 am, editado 1 vez
Elessär Várazslat
Re: Vientos de Otoño | Libre
Pudo continuar así durante un par de semanas desde su punto de origen, hasta que los cascos de su caballo resbalaron en las piedras adoquinadas de un camino montañoso que se encontraba húmedo por un chaparrón que cayó hacía unas horas, al parecer. Frunció el ceño y suspiró. Era necesario encontrar una posta para dejar al animal, ese no era camino para él. Sobre todo en esa época. Hacía mucho que no pasaba por allí, pero recordaba los acantilados que se encontraban al lado del camino durante un tercio por lo menos del viaje, y no le apetecía caer si su montura resbalaba. Mucho menos que el animal muriera también por su culpa. Era noble y bueno, y le había acompañado ya en varias ocasiones. No quería condenarle a su muerte.
Le fue difícil encontrar una posta, pero no imposible. Dejó allí al corcel y se abasteció de suministros para el camino. Su misión le pedía llegar a Nurén para recuperar una carta de vital importancia para una persona, y no querían arriesgar a que el correo habitual lo filtrara o lo extraviara. Después, debía volver. Su contacto se encontraría con él en lo alto de una montaña en toda la frontera de las dos zonas. Así que debía ir preparado.
Calculó bien para la ida... pero no para la vuelta. Tras otras dos semanas de viaje (porque se perdió) llegó al punto de encuentro y recogió el encargo. Su contacto se largó sin darle nada más de comer, pues se enfadó por estar esperando allí de más. Y al dragón le tocó bajar la montaña rezando por encontrarse con alguna posada en el camino... que no encontró. Desfallecido, muerto de hambre, y al borde del desmayo, sus pies le llevaron en automático cuesta abajo, sin seguir un camino concreto, solo yendo por donde le parecía más sencillo descender. Hasta que llegó a un pequeño lago que en esos momentos no sabía ni dónde estaba en el mapa. Corrió a beber agua, aunque sea, debía hidratarse y recuperar algo de energía. Llenaría su estómago de líquido si con eso era capaz de saciar un poco su hambruna. Se arrodilló en la orilla y bebió sin pensárselo dos veces. Tal vez el agua no era potable, pero le daba igual. Ni siquiera chequeó que no le pudieran tender una trampa. Tenía entendido que la gente de Artae pululaba por el norte de su zona en esa época. Y no se fiaba de ellos un pelo. La reputación que le precedía ahora que era un mercenario conocido no le venía bien en esas zonas... al menos llevaba la espalda cubierta (por el poncho que llevaba, hacía fresquete para él) y su tatuaje no se veía, eso le daría ventaja. Pero su rostro... era otra historia. Aun así, su necesidad le hizo ir sin pensar.
Cuando se hubo saciado, suspiró y cayó de culo sentado hacia atrás, retirándose el sudor de la frente con alivio. Abrió los ojos... y casi gritó cuando miró a su alrededor y vio, cerca de él, apoyado en un tronco de un árbol, a un hombre de cabellera roja que lucía las ropas endémicas del lugar. No cayó en quién era en esos momentos, aunque le habían mostrado retratos de él varias veces. Su hambre solo pudo fijarse en sus bolsillos. Tal vez llevara dinero con lo que podría comprar provisiones. Le rugieron las tripas, y se acercó sigilosamente. No era propio del él robar a otro viajero (da por hecho que lo es por el lugar dónde está). Pero ese tío era de Artae fijo. Así que le daba igual. Y llevaba ya cuatro o cinco días sin probar bocado. Para no despertarle, se quitó el poncho (tenía flecos, con un viento podrían rozar su piel y despertarle) y lo dejó cerca de dónde estaba. Y poco a poco se fue acercando a él, dejando que sus llamas vitales quedaran a su espalda para que tampoco notara el calor. Alargó la mano derecha, acercándose al bolsillo izquierdo del hombre... y fue que vio que su piel estaba de un ligero color azulado. Frunció el ceño. Azul... equivalía en su experiencia a asfixia, o a congelación.
Olvidando su hambre, tocó ligeramente su mejilla, y la notó congelada. ¡¿Pero cuánto tiempo llevaba sopa ese tío ahí con el frío que traía el aire?! Para Koriel, ese frío era soportable por su fuego interior, pero otra persona podría quedar congelada. Sin pensárselo dos veces, le agarró de los hombros y empezó a agitarle, no sabía si estaba inconsciente por el frío. No podía dejar... fuera quien fuera, a alguien muriéndose delante de él si no le habían hecho nada. Ya vería qué hacía después. Pero lo primordial era despertarle.
- ¡Hey! ¡Oye! ¡Despierta, vas a morir de frío! ¡Eh!
- Saluditos :
- Holiwiiii~ Vi que el tema estaba libre y me colé. :3 Di por hecho que tu personaje viajaría con su gente también, por eso me saqué lo de la bolsa de viaje que Koriel quería mangarle. Si me he pasado de imaginativa, por favor, comunícamelo por mp y lo rectificaré, me buscaré las mañas para que se acerque a tu personaje de otro modo. Espero que te guste el post, y que te diviertas roleando conmigo. uwu
Oh! como decías que era otoño, me he colocado en la misma estación que nombraste. :) Así es más sencillo.
Edit: cambiado lo de la bolsita de viaje por bolsillo. xD Koriel cree que es un viajero aunque no lo sea. Seguramente se refiera a él como viajero en el futuro, aunque no lo sea. Hasta que se recuerde bien. Espero que todo esté en orden ahora. ^3^/
Korielstrasz
Re: Vientos de Otoño | Libre
“Una fina lluvia silenciosa cae, diluyendo en sí misma la sangre de profundas y laceradas heridas que visten la piel de dos enemigos juramentados en el odio. No hay sonido ni color salvo el rojo carmesí. Las armas chocan con cada envite, gritando la ira de sus dueños, ansiando cortar a su enemigo y hundirse así en la carne del contrario.
Lodo y fango cubren las piernas de los combatientes, sus pasos son lentos, más sus movimientos no pierden un ápice de la iracunda rabia que inflaman sus golpes.
Los ojos de su oponente relucen reflejando en ellos el rostro de un enloquecido artae, al que regresan los sentimientos que le llevaron a la guerra, sumándose a la amargura y desesperación por el destino al que ha arrastrado a los suyos.”
El sueño cambia, arremolinando imágenes y recuerdos vividos durante siglos, más en todas solo se haya la muerte en toda su macabra y funesta gloria. La mortífera dama no hace excepciones, ella no tiene en cuenta la cuna ni la tierra donde nacieron aquellos luego abraza entre sus huesudos brazos.
“— ¿Crees haber vencido? ¡ILUSO! La mía no será la única muerte hoy…— Palabras y una risa cruel que resuenan persiguiendo al soñador. Orbes sin vida miran a la nada reflejando el horror de aquel que ha cometido el error de arrancar del mundo una existencia. La risa se transforma en llantos, los llantos en gritos. Le gritan a él, lo maldicen mientras sombras oscuras devoran todo a su alrededor dejándole en la única compañía de aquel cuerpo. Un cuerpo que la escarcha comienza a cubrir hasta envolverlo en un imponente bloque de hielo…”
Un desbocado corazón martillea contra el pecho del agitado y sorprendido hombre cuyos ojos, ensombrecidos por una inconmensurable tristeza, no parpadean aun estando fijos en los orbes argénteos frente a ellos.
El continuo zarandeo al que el desconocido dueño de aquella mirada lo somete hace despertar completamente la, aun presa de sus demonios, consciencia del artae. — ¿Cómo? — La preocupación del muchacho, le desconcierta, más no tarda en notar los diminutos carámbanos de hielo que unen sus ropas a la corteza del árbol. Elessär exhala un profundo y cansado suspiro, sus remordimientos no le permiten descansar más allá de escasos minutos, insuficientes para cualquier criatura viviente, y él no es una excepción a ello. Usando sus manos el demonio sacude las telas desprendiendo el hielo de éstas, mientras que con una sonrisa calmada que no llega más allá de curvar la comisura de su boca intenta restar importancia a la situación.
Despierto y consciente de su entorno, el líder de Artae observa con curiosa suspicacia al joven frente a él. — Del mismo modo en que esas llamas a tu espalda no parecen ser un problema para ti, el frío no lo es para mí pero agradezco la preocupación que me brindas. — Elessär bien podría pensar que el chico no era más que un elemental o incluso un dragón, o que sencillamente se trataba de un estrafalario viajero dado a lucir hechizos, más la sabiduría de su edad le alertaban de éste si o si era un foráneo, alguien ajeno a Artae.
Elessär Várazslat
Re: Vientos de Otoño | Libre
- ¿Mis llamas...? Oooh... -estaba un poco lento de reflejos mentales debido al susto, y le costó caer en que el desconocido le estaba diciendo que no le afectaba el frío igual que él no se quemaba con el fuego. Aun así, terminó de recoger el poncho y se lo dejó colgando del brazo en lo que volvía hacia el pelirrojo.- Siento mucho haberle despertado entonces. Pero su piel tenía un color nada normal, me asusté. No es muy común ver a gente durmiendo con este frío, ¿sabe?
Sonriéndole, mostrando de ese modo sus buenas intenciones, se aproximó a él de nuevo y se sentó ante él, con las piernas cruzadas. Le tendió entonces el poncho, en un gesto meramente cordial. Por mucho que le hubiera dicho que aguantaba el frío, el tono, que ya volvía a ser normal, de su piel, le había asustado demasiado.
- Tenga. Puede que aguante el frío, pero esto le ayudará a entrar en calor más rápidamente. Si no le importa el olor de semanas de viaje sin lavarlo, claro...- se sonrojó levemente ante el comentario, el cual no pudo evitar expresar porque un aroma a sudor y cenizas le llegó a la nariz al extender el brazo con ello. Incluso tuvo que retirar la mirada un momento por la vergüenza. Luego carraspeó, quitándole importancia, y en lo que esperaba su respuesta a su ofrecimiento, farfulló una presentación. Ya bastante poco cortés había sido.- Ejem... me llamo Korielstrasz. Estoy de paso por aquí... y... y pues le vi aquí cuando me acerqué a beber agua del lago.-le sonó la tripa del hambre que tenía, como presentándose también ella. Se sonrojó más y abrió los ojos como platos ante ese gesto.- Siento eso... llevo bastante sin probar bocado y parece que mis entrañas vayan a digerirse a sí mismas un día de estos. Siento si me meto donde no me llaman, pero usted, ¿quién es? Para estar solo aquí perdido...
Koriel tenía la impresión de que no debería preguntar aquello último, pero aun así, le podía la curiosidad. No era muy común encontrarte a alguien sobando la mona en medio de las montañas, con el frío otoñal que predominaba en esa época, y además solo, sin ningún grupo de viaje o algo. Tampoco sabía si había algún pueblo cerca porque al bajar al lago se había perdido un poco. Así que ya no podía evitar preguntar.
Korielstrasz
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