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Puedo manejarlo. {Priv. Adelfreid}

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Mensaje por Omelette S. Perkins Jue Jul 21, 2016 10:37 pm

Camino por los distintos pasillos del palacio, observando todo sus alrededores con notable curiosidad, la grandeza del palacio nunca dejaba de asombrarla, y es que ella siempre creció en una especie de cabaña de madera, y sintió que progresó demasiado rápido, que en un abrir y cerrar de ojos, ya estaba en un lugar gigante, rodeada de personas de alcurnia. Pero, para ello trabajó, ¿No? Se estiró ligeramente mientras mantenía el paso, se encontraba un poco adormilada, pero una voz de uno de los encargados de la servidumbre, fue lo único necesario para hacerla detener su examen al palacio completo. – A los reyes les apetece desayunar frutas hoy, se espera un trabajo excepcional. – le fue comentado, anunciándole que deseaban los reyes con exactos detalles, a lo cual no hizo más que asentir, darse pequeñas bofetadas en las mejillas y empezar a corretear hacia la cocina. Ya enfrente, abrió la puerta con ambas manos y una vez adentrada en esta, no pudo evitar cerrar los ojos para después respirar hondo. Para ella, entrar a su cocina en la mañana era una de las primeras sensaciones más placenteras y emocionantes, sino era la primera en toda su lista. Frotó sus manos y esbozó una pequeña sonrisa dedicada a su cocina. – Muy buenos días. – susurró, para después acercarse uno de los cajoncillos, abrirlo, y sacar abrazado su gran libro de recetas. Olfateó la portada, y cerró el cajoncillo con ayuda de uno de sus pies, seguido de esto, se acomodó en un pequeño banquillo cerca de su mesa de trabajo para empezar a echar ojo a las distintas recetas que se repartían en las hojas ya un tanto gastadas de su libro. Recostó ambos brazos sobre la mesa, y rascó su mejilla. – Frutas, frutas, frutas. . . Algo con frutas, ¿Qué hago con frutas? – susurraba interrogantes dedicadas a sí misma. No habían muchas cosas muy procesadas qué hacer, y como se trataba de comida para reyes, no quería hacer los típicos platos, quería hacer algo con una presentación excepcional, darle su propio toque, algo que la gente viera y dijera “Oh, eso lo hizo Omelette Perkins.” Tronó su cuello, y cerró el libro, en tiempos como aquellos, sólo le quedaba una cosa, la cual era improvisar, y desgraciadamente, no era algo que se le diera muy bien, todo lo que hacía tenía pasos, tenía un plan. Inmediatamente leía su libro de recetas, algo se le ocurría, lo visualizaba de todas las formas posibles, y  lo realizaba tal y como imaginaba, pero aquel día era diferente, tenía un bloqueo. Y todos los que le conocían sabían que los bloqueos no los podía resolver ella sola, aunque lo intentara, nunca se le dieron tan bien como quisiera las cosas con frutas, ella era amante del caldero y freír. Se levantó del banquillo, y recogió unas cuantas frutas que estaban guardadas en un pequeño contenedor, y tomó uno de los cuchillos más afilados, no porque fuera una maniática amante de todo lo que cortara, sino porque sentía que con él podría hacer la tarea aún más rápido, y no dejar a los reyes esperando. Lavó todo lo que utilizaría, dio media vuelta para sacar una tabla para picar de un cajón y posicionarla sobre su área de trabajo, y una vez tuvo todo organizado, tomó una fruta y empezó a cortarla.

Por alguna razón, parecía no concentrarse bien, se encontraba en una de esas veces en las que no estaba muy segura de lo que hacía, ¿Por qué dudaba? Todo la mayoría de las veces le salía bien, y aunque dudaba, terminaba siendo un éxito, ¿Por qué de repente dudaba? Arrugó la naríz, y continuó cortando, mientras pensaba en distintas cosas, ¿A los reyes les agradará la comida que hace? Si no lo hicieran, no estaría en esa cocina. Poco a poco fue perdiendose en sus pensamientos, hasta que una sensación de dolor le hizo regresar a la realidad, de una manera muy mala. Pestañeó, y se fijó que se había lastimado sin querer. Suspiró, y negó rápidamente, no era tiempo de estar dudando, ¡Y menos cuando tenía cosas qué hacer! Frunció el ceño y se inclinó para ver la fruta que picaba más de cerca, y cortó, más rápido, cada vez más rápido, tanto, que sin querer terminó lastimándose parte de la mano que apoyaba cerca de la fruta, nuevamente, y para peor, aquella segunda herida era más profunda que la primera. - ¡Oh, no, ahora no, hoy no! ¿¡Por qué hoy?! – tiró el cuchillo en la tabla para picar, y colocó su mirada encima de su mano lastimada. Era simplemente lo que faltaba, justo en aquel momento. - ¡Calma! ¡Calma! ¡Puedes con esto! – asintió, mientras gritaba inconscientemente, tratando de animarse, y tomó unas servilletas que estaban cerca, con ayuda de estas, envolvió su mano lastimada, y la colocó detrás de sí, asegurándose de apretar su puño. Suspiró y  nuevamente se acercó a su tabla de picar, tomó el cuchillo con su mano libre, y trató de cortar con una sola mano, pero era difícil, no lograba posicionarse bien, y la fruta y quedaba con cortes inexactos y poco elegantes, para alguien igual de perfeccionista que Omelette, esto era una ruina. Se acomodó en un banco, a esperar que alguien entrara a su cocina. Normalmente, siempre llegaba a alguien de asistente a ayudarla, pero ella nunca se lo permitía, y ella terminaba haciendo todo el trabajo ella sola. Bueno, aquella era una ocasión diferente, tenía que dejarse ayudar, le gustara o no. Al estar tan nerviosa no duró mucho sentada, así que se aproximó a tratar de cortar todo de nuevo, aún con su mano herida detrás de sí, y con el ceño fruncido al sentirse tan inútil en un momento como ese.
Omelette S. Perkins
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Mensaje por Adelfried Kaiser Vie Jul 22, 2016 10:15 pm

Siempre era la misma rutina de siempre: Levantarse temprano, arreglar la cama y ponerse el uniforme para comenzar a trabajar en mantener el castillo en su estado inmaculado. Ese día tocaba cambiar las sábanas de los cuartos lo cual se hacía una tarea imposible de realizar por una sola persona cuando se contaban todas las habitaciones de las que disponía la imponente edificación. Empezó a ir con una carretilla con las sábanas limpias que iba cambiando por las viajas que se debían poner a lavar después de pasar por cada cuarto. Era importante cambiar incluso la de las recamaras que no estaban en uso, pues era parte importante de mantener la higiene del lugar y si alguien siquiera pensaba pasarlas por alto, todos sufrían las consecuencias.

Después de 3 cuartos el trabajo comenzaba a hacerse pesado, doblar y estirar la tela de forma impecable se hacía una tarea desafiante cuando los brazos comenzaban a cansarse. Estaba por tomar las sabanas para la siguiente habitación cuando la voz de otro criado llamando su nombre lo interrumpió – Ah, Adel... He estado buscándote. Te han asignado hoy para ser asistente de la cocina, así que haré tu trabajo por hoy... Tsk... Estúpido suertudo – Claro, el tipo murmuró la ultimo para intentar no ser escuchado, aunque su forma de disimularlo no era muy buena, haciendo que Adel se enterara del claro desprecio. Tenia clara la razón de la molestia de su colega, por lo que se limitó a mostrar una amplia sonrisa en respuesta – Ja, muchas gracias por avisarme – Respondió amablemente a lo que su compañero respondió con una expresión de disgusto y una seña con la mano apresurando su retirada. No planeaba molestarlo mas con su presencia, así que en seguida dio la vuelta para dirigirse a la cocina.

Podía considerarse afortunado de que le hayan asignado aquel trabajo, pues la cocinera que normalmente estaba a cargo de las comidas solía rechazar la ayuda de los asistentes, a tal punto que cada día comenzaban a ponerle menos atención a quien asignaban para el papel y una clara prueba era que en esa ocasión lo habían elegido a él. Era un desastre en la cocina, nunca había sido capaz de preparar algo que fuera bueno y la mayoría de las veces lo que preparaba era incomestible.

Cuando llegó asomó la cabeza por un pequeño espacio que había abierto en la puerta y escaneó el lugar con la mirada, solo vio a una persona sentada, una chica para ser presiso. A simple vista podía decir que tenian alrededor de la misma edad que él, aunque muchas veces las apariencias engañaban. Le llamó la atención el hecho de que estuviera sentada, como si esperara algo así que decidió entrar despacio y con cautela, sin hacer mucho ruido – Eh... ¿Hola? Me mandaron a preguntar si necesitaba algo de ayuda... Aunque si mi presencia le molesta solo dígalo y me iré – Pronunció en un tono sereno, con una amplia sonrisa en la cara como solía llevar usualmente. Estaba esperando a que la chica se diera la vuelta y le dijera no necesitaba la ayuda de alguien tan inútil como él. A estas alturas únicamente enviaban a alguien por formalismos mas que nada, procedimientos que no importaban tanto si se cumplían o no, pues Adel no era nada apropiado para ayudar en aquel trabajo. Además, la idea de estar en la cocina no era muy agradable para el propio peliblanco, había muchas herramientas bastante... Peligrosas.
Adelfried Kaiser
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