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Mensaje por Izayoi Somnus Dom Mar 26, 2017 12:13 am

El guerrero encargado de los entrenamientos es un hombre de muy baja estatura, con mucho vello facial color rubio oscuro y que lleva puesta una armadura ligeramente grande para el tamaño de su cuerpo. Izayoi lo mira apoyando una mano en cada rodilla para quedar a su altura, con una sonrisa amplia y los ojos entrecerrados, pues el hombrecito le resulta simpático, hasta gracioso. - ¡Consejero! ¡Señor! - tiembla, petrificado por la sorpresa de tenerlo allí. - ¡No lo esperaba de regreso tan pronto después de su última inspección! - tartamudea un poco; sabe que no tiene de qué preocuparse, que los guerreros están en las mismas condiciones desde la última visita del Consejero de Defensa, pero la intranquilidad persiste.
- Lamento importunar así, tampoco era mi intención. - dice, terminando de contemplar al hombre y se incorpora, acomodando un mechón del cabello azul detrás de su oreja. - ¿Es un muy mal momento? ¿Prefiere que regrese más tarde...? - tuerce la cabeza y mira hacia el pasillo delante de él, inentando notar alguna anormalidad que pudiera estar preocupando al guerrero frente a él.
- Ehm...¡Por favor, pase usted! - duda un poco, pero no quiere quedar mal frente a Somnus o sentir que le falta el respeto. Entonces se hace a un lado.
- De acuerdo, con permiso... - se levanta la túnica un par de centímetros para que no lo entorpezca al subir el escalón que separaba el interior del exterior y camina hacia el frente, acompañado por el hombrecillo.

El Centro de Entrenamiento es más bien un amplio castillo, con torres y ventanales. El Consejero y sus acompañantes recorrían los pasillos, deteniéndose en cada habitación donde un guerrero se probaba a sí mismo con espadas, arcos y flechas. Izayoi los miraba unos segundos, en aplastante silencio, pero con una sonrisa, y luego se giraba y continuaba su camino.
Luego de un rato de repetir el mencionado ciclo, el barbudo comenta, para intentar descifrar qué ocurre en la mente del Consejero - Apreciamos mucho su preocupación por el desempeño de los protectores de nuestro clan, estoy seguro de que tiene asuntos más interesantes que atender en lugar de realizar estas inspecciones...
El elfo deja de caminar y se apoya en el borde de un portón que desemboca en un jardín, donde un grupo efectúa una seguidilla de tiros con arco y flecha, todos acertando en el blanco. - Bien, esta no es una simple inspección... - continúa, sin dejar de observarlos. - Estoy buscando a alguien. - Ahora sí, se gira a ver a su confundido acompañante. - Verá, pronto haré un viaje, no muy largo, simplemente atravesaré el clan para visitar a mi familia, un viaje corto y que no debería presentar demasiados riesgos... - suspira y se encoge de hombros. - Pero la gente con la que trabajo insiste en que lleve al menos un acompañante que pueda asistirme en caso de encontrarme en una situación que requiera un enfrentamiento, algo así como un guardaespaldas...
- ¡En ese caso... - al hombre se le iluminan los ojos, sus nervios se transforman en toda la confianza que tiene depositada en los guerreros que entrena - ...no tiene de qué preocuparse! - extendiendo el brazo y la mano, señala al grupo de fuertes hombres y mujeres en el jardín. Izayoi solo sonríe, deleitado por el repentino entusiasmo. - Como puede ver aquí mismo, tenemos una selección de fuertes, ágiles, talentosos guerreros, ¡cualquiera de ellos tiene la fortaleza de un tifón y el espíritu de un gran héroe, y están más que dispuestos a poner su vida en la línea por su seguridad!
- ¡Eso no será necesario, es solo un corto viaje dentro de Euen! - sostiene el brazo del hombre con sus manos y suavemente lo baja, intentando calmarlo. - Cualquiera de ellos bastará...
- Si, claro, lo siento... - se aclara la garganta, ya más relajado. - Bien, como le dije, todos ellos son más que adecuados para el trabajo, tienen la fuerza necesaria, el valor, la inteligencia ¡¡¡y la astucia y todo lo que se necesita para-...!!!
- ¿Qué hay de ella? - Lo interrumpe, notando que se volvía a estremecer, y señala con el dedo a una muchacha de tamaño pequeño en el fondo del jardín, lejos del grupo de arqueros.
- ¿Eh...? ¿Ella...? - el hombre se voltea a ver a quién apuntaba. Claramente no había notado hasta entonces la presencia de Marbella Greice.
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Mensaje por Marbella Greice Dom Mar 26, 2017 1:03 pm

Llevaba un casco puesto en la cabeza como cualquier otro guerrero, aunque el suyo tenía flores clavadas por todos los agujeros que tenía y un montón de dibujitos hechos con pintura y sus dedos. No era exactamente muy talentosa en el arte del trazo, como sus ilustraciones en el armamento de metal lo delataban, pero ella se sentía muy orgullosa de ello. Su casco trataba de contener el principio de aquella melena color fuego que más bien parecía la de un gran león. La misma era larga y totalmente rizada, y llegaba hasta el suelo, arrastrando incluso cada vez que caminaba, misma razón por la que la parte de abajo estaba llena de lodo, piedritas, plantas, e incluso algún insecto que se quedaba atorado cuando caminaba por ahí.
No era muy grande, y de hecho, era más baja que el resto de los guerreros a los que llamaba con gusto compañeros suyos. Siempre debía alzar el rostro para verles. A diferencia de los demás guerreros, iba descalza, y en lugar de armadura tenía un sencillo vestido blanco de tirantes.

Se quitó el casco para que su cabello esponjado se hiciese notar, y lo dejó a un lado, mientras levantaba del suelo un arco de madera para principiantes. Si alguien le miraba de cerca, sería fácil notar que tenía los brazos y las piernas llenas de raspones y moretones, y que sus manos, doloridas por ser tan frágiles como el cristal, temblaban ante el esfuerzo que intentaban hacer. Tomó con otra mano una flecha de entrenamiento, de esas que no tenían filo, sino una punta de plástico. Aún así podría hacerle daño a alguien si no tenía cuidado.
Con toda la fuerza de sus brazos delicados, estiró el cable del arco y acomodó la flecha, apuntando sin ser muy acertada a un blanco que estaba mucho más lejos de los demás. Sus compañeros en un rango de 30 metros, al verle, se hicieron más hacia atrás, como si temiesen de algo.

—Ngh... —Se quejó al sentir que la fuerza le faltaba y su pulso temblaba más y más a cada instante, pero debía concentrarse para así poder tirar hacia la diana. Cerró uno de sus ojos marrones para poder apuntar mejor, y estaba lista, estaba a punto de hacerlo cuando... —Oh... qué bonita. —Rió con las mejillas pintadas de rosa en cuanto una mariposa se cruzó frente a ella. Primero sólo sus ojos la siguieron, después rotó los pies para que el precioso insecto no saliese de su ángulo de visión, y luego comenzó a seguirle con el arco aún tenso en sus manos. "¡MARBIE!" Gritaron todos, pues Marbella era un peligro andante. "¡PRESTA ATENCIÓN!" —Ah, sí, lo siento. —Y acto seguido disparó sin siquiera mirar a donde lo hacía. Todos despavoridos se tiraron al suelo.
La flecha a toda velocidad pasó justo a un lado de la mejilla del consejero que les visitaba, apenas rozándole el cabello y clavándose un poco en la pared tras de ellos. Por suerte no era una flecha de verdad.

...

El silencio fue verdaderamente terrible durante los siguientes diez segundos. Marbella estuvo a punto de agredir al consejero de defensa. Marbella, con las manos ahora cubriendo sus labios, sintió sus ojos encharcarse. —¡Lo siento tanto, yo...! —Corrió a toda prisa hacia allá, cruzando el jardín descalza y saltando torpemente un par de rocas pequeñas. Cuando estuvo a punto de llegar sintió su rodilla derecha ceder, y directamente cayó raspándose los codos, rodillas y mentón, estando a los pies de ambos hombres.
Se quedó callada unos segundos y luego simplemente se escuchó un agudo chillido. Ella llorando. —¡No quería! ¡Le juro que fue un accidente! —Por eso lloraba, porque estuvo a punto de hacerle daño a alguien. Levantó su rostro raspado, con los ojos brillantes y las mejillas húmedas.

Por supuesto el encargado comenzó a darle un muy duro pero merecido regaño.
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Mensaje por Izayoi Somnus Lun Mar 27, 2017 2:42 am

- Greice...Marbella, si mal no recuerdo es su nombre, señor... - gotas de sudor se deslizaban raudamente por el rostro del hombre, mientras observa a la joven en su inhábil intento por realizar un tiro con flecha, viendo venir un desastre que lo haga quedar mal como entrenador en cualquier momento. El consejero solo la miraba sonriente, fascinado por la facilidad que presentaba ella para distraerse con cosas tan insignificantes. También notó que la chica entrenaba en vestido, por lo menos no era él el único.
- Ya veo...es nueva, ¿no es así...? - preguntó a su acompañante, haciendo referencia a su falta de experiencia.
El sujeto se rasca una mejilla con un dedo. - Ehm, bueno...
Antes de que pudiera continuar, se escucharon algunos alaridos de pánico y sorpresa hechos por los otros guerreros mientras se arrojaban al suelo. En una milésima de un segundo, la flecha voló varios centímetros sobre la cabeza del hombre, quien se salvó de ser golpeado solo por su baja estatura y ahora se sostenía la cabeza con ambas manos, temblando y apretando los dientes con terror.

Izayoi se inmutó solo un poco, levantó las cejas y entreabrió la boca, con más sorpresa que nada, pues la rapidez del suceso no le dio ni tiempo para haberse asustado. Incrédulo, permaneció una décima de segundos inmóvil, mirando la flecha clavada junto a su rostro, solo pestañeando varias veces seguidas. Cuando el guerrero cayó en la cuenta de que estaba vivo, abrió lentamente los ojos y apretó los puños, rojo de la ira.
La joven se dirige hacia ellos y con cada paso que da ella, se van levantando las cabezas de sus compañeros, quienes comienzan a incoroporarse y a sacudirse el polvo, con el ceño fruncido y murmurando cosas no muy amables. El consejero está más consciente de toda esta gente que de la chica, hasta que ella cae próxima a él, obligándolo a girar el rostro para verla.
- ¡¡¡Marbela Greice!!! - el hombre bajo toma aire, inflando ambas fosas nasales que se expanden como agujeros negros y comienza a gritarle. - ¡¡Eres una irresponsable!! ¿¡Estás consciente del daño que podrías haber causado!? ¡Tú, tú...niña! - de no ser por la presencia de Izayoi, probablemente le hubiera gritado otras barbaridades.

El peliazul, de regreso con los pies sobre la tierra, desaprueba completamente la actitud del encargado. Subiéndose hasta el codo la abultada manga de su túnica, toma la flecha y sin demasiado esmero la quita de la pared y la observa, luego a la joven, luego otra vez a la flecha. Suspira.
- ¡Inservibles cosas! - interrumpe los regaños y se coloca una mano en la cadera, sacudiendo un par de veces la flecha con la otra mano. - ¡Nunca hacen lo que uno quiere, ni van hacia donde uno apunta! - finge estar enfadado, sí, con las flechas, y muy disimuladamente le guiña un ojo a la joven en el suelo, en complicidad. - Y...¡ah, mire esto! - Abre bien los ojos y señala con un dedo la punta de la flecha, la cual se encuentra muy levemente cortada en una esquina. - ¡Si las flechas para practicar están así de dañadas, no me imagino las verdaderas, que están hechas de un material mucho menos flexible! - El hombre, aún con el cuerpo en la dirección de Marbella, rota el cuello para verlo. - ¡Deje de torturar a esta valiente guerrera, que está aquí con el mismo noble propósito que usted! ¿No tiene usted vergüenza?
El sujeto barbudo mira hacia ambos lados, notando como todos los guerreros se habían separado del suelo y estaban viendo la escena.
- Señor, lo siento, pero ella pudo haberlo lastimado...
- ¿Pero...? ¿No ve que es ella quien resultó herida? Hágame un favor y traiga algo para limpiar sus lesiónes, ¿si? - pidió con un tono más amable y consternado.
- ¡De inmediato, señor!

Tan pronto como el hombre se fue a cumplir con lo que le fue solicitado, Izayoi baja los brazos mientras sonríe con satisfacción. Luego, se inclina, doblando las rodillas y deja la flecha a un lado en el suelo.
- No te ves bien, ¡no creí que alguien sería capaz de lastimarse tanto solo con una caída! - la mira con una sonrisa divertida. - Ven, deja que te ayude a levantarte y ver qué haremos respecto a esos moretones... - Tiende su mano con la palma hacia arriba, justo delante de ella, con una sonrisa amable y los ojos entrecerrados.
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Mensaje por Marbella Greice Lun Mar 27, 2017 7:31 pm

Levantando apenas la cara del suelo era fácil notar como su barbilla estaba manchada de rojo. Igualmente las palmas de sus manos, rodillas, codos, y parte de sus brazos. Asentía sin poder dejar de llorar a todo lo que el entrenador le gritaba, tallándose los ojos y manchándose aquel delicado rostro de sangre, para luego volver a asentir. Cualquiera se daría cuenta de lo tensa que estaba, y es que no lloraba porque le regañasen, sino porque estuvo a punto de dañar a alguien. ¿Cómo sería ella capaz de dañar a alguien? Era tan buena como un pobre ángel.
Era complicado comprender por qué alguien a quien le dolía tanto herir a alguien estaba buscando convertirse en un guerrero, no obstante, ella, cuando pensaba en ello, solamente podía pensar en cuidar a todas las personas que amaba de cualquier mal que pudiese abundar en el mismo. Jamás había tomado en cuenta que a veces se necesitaba la fuerza, y que como guerrera, tal vez, quizá, y esperemos que nunca suceda, algún día tendría que clavar una flecha o lanza en el pecho de alguien. Qué tortura para ella pensarlo siquiera.

De pronto no comprendía la situación, e incluso, cuando el consejero le guiñó el ojo, ella inocentemente no comprendió que buscaba defenderla. Se quedó completamente en silencio, intentando no sollozar muy alto mientras que desde su posición panza abajo en el suelo, observaba como el hombre más alto reprimía por algo al más bajito. No comprendía que pasaba, y creía que verdaderamente era un asunto de suma importancia, para que alguien como Izayoi llegase a hablar de él. ¿Estaba enojado con ella? Obviamente no, pero ella no comprendía tal cosa, y creía que después del regaño al guerrero, el próximo, y mucho más severo, iría para la jovencita.

Apenas el guerrero salió corriendo por lo que el consejero le indicó, la vista de Marbella, encharcada, cristalina y con las pestañas llenas de aquel salado rocío, se postraron en lo que sea que él hizo después. Se distrajo un momento mirando la flecha en el césped, y sin comprender, de pronto tenía la mano de aquel importante hombre extendida ante ella.
Todos sus compañeros parecían atónitos, mirando desde lejos boquiabiertos sin comprender como era posible que la jovencita fuese tratada tan bien. Sabían que el consejero de defensa era un buen hombre, no obstante, eso era demasiado.

—Nhg... —Jadeó entre sollozos. Pasó el lomo de su mano por su nariz para que dejase de gotear, e igualmente terminó manchada de aquel carmesí que brotaba de sus manos. Lentamente y con las piernas temblorosas se levantó, mirando hacia abajo para notar como sus rodillas sangrientas habían manchado el delicado vestido blanco que la jovencita llevaba. Volvió la vista hacia él una vez más, apenada por tal torpeza. —No sabe... —Intentaba ser un poco más madura, pero nuevamente las lagrimas brotaban de sus ojos como grandes gotones de agua. —... cuanto miedo me dio... ngh... —Se lanzó a estrujarlo con todas sus fuerzas a pesar de que era un completo desconocido a final de cuentas. —¡Creí que le había hecho daño! ¡Tuve mucho miedo! —Se echó a lloriquear en él, manchando su túnica de rojo en diferentes lugares y aferrándose hasta con su última uña a él.
El resto de los guerreros corrieron hacia ellos con toda prisa y trataron de separar a Marbella, disculpándose constantemente con el consejero por aquella actitud tan irreverente y atrevida por parte de la jovencita. Ella luchaba por no soltarle, no obstante era tan débil que no podía hacer nada contra ellos.
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Mensaje por Izayoi Somnus Miér Mar 29, 2017 10:39 am

La vio, cubierta de sangre, le preocupó que quizás fuera demasiada para su  pequeño cuerpo. – No deberías intentar moverte demasiado por tu cuenta… - intentó advertirle, suspirando mientras se incorporaba y la veía hacer lo mismo, mientras sus piernas temblaban, se veía como una hoja de un árbol en otoño, crujiendo y siendo soplada por la brisa, pero aún sujeta a su rama. Si bien la jovencita actuó con irresponsabilidad, reconoce Izayoi, verla a ella tan minúscula, con la cabeza tan en el aire y con un arma en las manos le recordaba un poco a él cuando solo era un muchachito y sentía deseos de ser guerrero, incuso si su cuerpo no lo favorecía en ese momento, no había quién se lo quitase de la cabeza.  
No lograba terminar de encontrarle sentido a lo que intentaba ella decirle.
‘’ ¿Miedo…?’’, pensó en confusión, ‘’pero si fui yo a quien casi golpea la flecha…’’; ella parece tan abatida por la idea de lastimar a alguien que no se la puede imaginar luchando por el Clan, pero aún así…
Sintió un choque contra la parte inferior de su cuerpo. Sorprendido, separa los brazos para que queden a una distancia moderada y lo menos incómoda posible del cabello de la chica. La falda de su túnica azul ahora tenía manchas rojas; era lo de menos, cuando fuera hora de volver, solo sería cuestión de quitársela y quedarse con la blanca que tiene debajo, ¡y la gente se reía de él por usar tantas capas de ropa!

Se mantuvo unos segundos en pleno silencio, buscando donde poner la mirada y los brazos. Durante ese tiempo, se aceraron a ellos los otros guerreros, generando un alboroto que molestó más a Izayoi que cualquier cosa que haya hecho la joven.
- Suficiente. – pidió, sintiendo como ella se aferraba más a él. La primera vez no le hicieron caso, continuaban intentando arrebatarla de él. - ¡He dicho que paren, ahora mismo! – Decidido, ya molesto, estiró los brazos y abrió las manos, apartándolos; no le gustaba nada levantar la voz de esa manera a la gente de su clan, mucho menos a gente dispuesta dar la vida por defender Euen, pero sintió que realmente había sido demasiado por hoy para Marbella. Los guerreros cesaron el forcejeo y retrocedieron un par de pasos, disculpándose, aunque murmurando entre ellos que discrepaban con la actitud del consejero. – Vamos, ella ya está herida, podrían haberle hecho peor… - notó que no estaban contentos e intentó hacerlos razonar. – Yo estoy bien, ni un rasguño, no hay motivo para alarmarse tanto. – colocó una mano en su pecho indicándose a sí mismo. – Además, es su compañera, está aquí por lo mismo que los mueve a ustedes… - intentó dar algo de inspiración; no sabe si funcionó, pero los murmullos cesaron y los guerreros se miraban entre ellos, con algo de compasión en los ojos.

En eso llega el hombrecillo a paso casi galopante desde adentro del edificio. Carga con ambos brazos en horizontal un par de toallas blancas impecables y una botella con un líquido cristalino, muy similar al agua, pero con propiedades para facilitar la sanación de las heridas. El hombre se detiene de golpe y todos se giran hacia él cuando llega. Observa, confundido, la escena; lo primero que nota son las miradas, luego la sangre en la túnica de Izayoi y también en el vestido de Marbella. Suspira, ya sin ganas de volver a alterarse por culpa de la chica. – ...Ni siquiera voy a preguntar… - esta actitud hace soltar una suave risa al consejero. – El médico que suele estar aquí salió un momento, podemos esperar o…
- Muchas gracias por su ayuda. – le sonríe el elfo, inclinándose respetuosamente. Luego, se aproxima a él y toma lo que acaba de traerle. – Puede dejarme el resto a mí.
El encargado del Centro de Entrenamiento ya no quiere cuestionar al consejero. Evidentemente había visto algo en la chica que lo había inspirado a perdonar su torpeza y atrevimiento, algo que el resto aún no conciliaba. Volteándose hacia el resto del grupo, les ordena que continúen con sus actividades normalmente y prosigue a inspeccionarlos.

- Vaya día que has tenido, y aún no cae la tarde... – se sienta en el borde sobresaliente de un colorido ventanal. – Es un bonito vestido, estoy seguro de que con un par de lavados quedará como nuevo. – Comenta sobre la prenda de ropa de la chica, sin siquiera pensar en la propia. – Ahora… - dice con un tono amable, abriendo la botella y vertiendo un poco del contenido en una de las toallas pequeñas. Acto seguido, le da palmadas al borde libre junto a él, indicándole que se siente a su lado. - ¿Qué vamos a hacer respecto a esas heridas…?
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Mensaje por Marbella Greice Jue Abr 06, 2017 10:51 am

Se agarraba hasta con las uñas, y sin embargo no era suficiente. La arrancaban por instantes y ella rápidamente volvía a estirarse. Sus compañeros le decían todo tipo de cosas horribles para que soltase al pobre consejero. "Seguramente te expulsan por esto" "Van a desterrarte por molestar al Consejero de Defensa". Probablemente sólo exageraban para que la chiquilla se asustase y le soltase, no obstante, lo único que le aterraba más era la posibilidad de haber herido a alguien. Sí, definitivamente no estaba hecha para ser una guerrera.

Cuando todos retrocedieron, atónitos al ver que el consejero parecía más molesto con ellos que con la mocosa, simplemente se quedaron resignados. La chiquilla, tomando al consejero por las ropas, le siguió mientras trataba de secar su rostro, no obstante lo único que hacía era mancharse más de ese espeso líquido carmín. Viró la vista una última vez hacia atrás para mirar como sus compañeros se dispersaban y seguían con lo suyo. —... —Entrecerró los ojos sintiéndose inútil por un instante. ¿Por qué no podría yo ser un poco más como ellos? Fue lo único que pudo pensar.

Posó sus pies llenos de cardenales y raspones justamente frente a él, mientras le observaba sentarse. Estaba un poco nerviosa, y de hecho, lo cierto es que si sus compañeros no lo hubiesen mencionado, jamás se habría enterado de que estaba frente al mismísimo consejero de Euen. Tragó grueso mientras él hablaba, y lo cierto es que su cabeza sólo volaba y no se daba cuenta de lo que él le decía. Tallaba las palmas de sus manos en el pobre vestido en busca de secarlas, pero no bastaba. —¿Va a desterrarme? —Era muy ingenua por creer cualquier cosa que sus compañeros pudiesen contarle. —Le juro que soy una buena mujer. —Negó de sobremanera mientras se llevaba las manos al rostro y este se hundía entre su melena anaranjada. —Puedo hacerlo mejor, enserio.

Ya hasta le daba vergüenza seguir llorando, pero le dolía todo, estaba asustada, se sentía intimidada y además de todo, sentía que no era capaz de lograr lo que se proponía. Era la primera vez en toda su vida que verdaderamente se sentía frustrada, y estaba quedando muy mal frente a Izayoi por mostrarse tan débil. —¿Qué tengo que hacer? —Cuestionó aterrada. —Tan sólo... no me castigue por favor, no ha sido mi intención. Quiero proteger a los míos y no podré hacerlo si estoy muy, muy lejos, en Kugg. No quiero dejar de ver a mis padres, ni al doctor Shea. Este año un Hototo anidó en mi casa y si no vuelvo con él se va a poner muy triste. —Parecían razones tan simples y poco importantes, y sin embargo eran esos pequeños detalles los que hacían su vida tan dulce y amorosa.

—Por favor...
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Mensaje por Izayoi Somnus Jue Abr 06, 2017 11:13 pm

Se le abrieron los ojos de par en par y cesó todo movimiento con la pregunta de la joven, como si hubieran detenido el tiempo. - ¿Desterrarte...? - no quería, pero no pudo evitar reír suavemente, cubriéndose la boca con el puño para mayor disimulo. ¿La intimidaba demasiado, o le habían llenado la cabeza de ideas de que él era alguna clase de tirano sin piedad? - No, verás... - sintió la necesidad de calmarla de inmediato, pero su voz tapó la de él con todos aquellos datos cayendo como una lluvia de flechas.
- ¡Ah! ¿Un Hototo, dices? - fingió estar emocionado, tal y como cuando uno trata de entretener a un niño pequeño - ¿Sabes qué dicen sobre un Hototo haciendo nido en tu casa, ¿cierto...? - Hizo una pausa, colocando la palma de su mano al costado de su boca, imitando la manera en la que se cuenta un secreto o un rumor. - ¡Dicen que es de  buena suerte! ¡Que se cumplen los deseos de quienes habitan el hogar! - un cuento que le repetían los adultos del lugar donde vivía cada vez que llegaba la primavera, para que el niño se emocione y luego esté toda la estación preguntando ''¿Esto le pertenece a un Hototo?'' cada vez que encontraba una pluma... - Con esa buena fortuna que tienes, quedaré en la historia como ''el tonto consejero que expulsó a una gran guerrera'', ¡qué vergüenza! - se cruzó de brazos y agachó la cabeza. - Por suerte para ambos, no hiciste nada malo que amerite algo tan serio como un pasaje de ida a Kugg. - le vuelve a sonreir - Creo que tus padres y tu nuevo amigo emplumado se alegrarán de oír eso...

Entonces, volvió a asumir su tarea de empapar las toallas con el líquido y dejarlas junto a él. Evidentemente, la joven aún estaba demasiado intranquila para acercarse a él por su cuenta. No le gustaba forzarla, pero ya no aguantaba verla lastimada y adolorida. Despacio, tomó una de las toallas húmedas y se incorporó, con las rodillas ligeramente dobladas para no superarla demasiado en altura y lentamente se comenzó a acercar a ella. - Por favor, permíteme... - intentó mantener la mirada dulce y la voz conciliadora, para inspirarle confianza. Con delicadeza, tomó una de sus manos y colocó la toalla sobre ella, pulsando suavemente para remover las manchas. - No soy tu doctor Shea... - no lo conocía, pero le recordó mencionar en su pequeño discurso y creyó que le haría bien algo de familiaridad -, tampoco soy tan malo, ¿o sí? - se burló un poco de sí mismo y continuó con su tarea, con la mirada enfocada en lo que estaba limpiando.

Sus manos son casi tan delicadas como las de ella, notó; manos que fueron hechas para cuidar, suaves y blancas como la seda, bajo las heridas comenzaba a dejarse ver la mano de un protector.




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Mensaje por Marbella Greice Jue Mayo 18, 2017 12:49 pm

"¿Desterrarte...?" Preguntó él. La chica asintió de manera acelerada para afirmar lo que ella misma le había preguntado, como si se estuviese entregando sola esa triste sentencia. Los dedos de sus pies se apretaban y luego se movían inquietamente, mientras ella seguía todavía pareciendo inconsolable. No quería irse, y no creía ser tan mala para merecerlo, aún así, estuvo a punto de hacerle daño a alguien. Eso definitivamente ameritaba un castigo en la mente de la pobre y pequeña señorita.

La sorpresa le abordó en cuanto el consejero de defensa pareció impresionarse por sus palabras, asintiendo energéticamente cuando le preguntó por aquel ser proveniente de su misma región. Aquellos bellos y gigantescos animales emplumados que en Euen eran tan queridos y cuidados, porque eran importantes para ellos, incluso aunque causasen algunos desastres por doquier. La gente les amaba y Marbella, que era una niña rellena solamente de amor, no podía ser la excepción a ellos. Sus ojos brillaron como si fuesen un par de sopas de estrellas, y aunque aún empapados de lágrimas, pareció encontrar cierta esperanza y alivio entre las cosas que le contaba el lindo y amable elfo. —¿E-enserio?... —Cuestionó con la voz quebradiza, intentando limpiar sus lagrimas, aunque no podía evitar mancharse el rostro de carmín. —Se lo agradezco mucho... —Susurró sintiendo el pecho tibio y cierto afecto hacia aquel hombre, por ser tan bueno.

Estaba muy ocupada todavía tallándose las mejillas cuando el consejero se acercó a ella, abordándole con su altura incluso cuando trató de amortiguarla doblando las rodillas. La señorita de grandes y brillantes ojos marrones alzó el rostro para mirar como se acercaba, sintiendo un ligero calor apoderarse de sus mejillas y orejas, logrando otorgar un poco de color a estas misma zonas. Simplemente se quedó quietecita siendo buena cuando este le pidió permiso para tal intromisión, nuevamente apretando los dedos de sus pies, mientras separaba las manos del rostro para no mancharse más. Su cabello arrastraba el suelo, por esa razón la parte de abajo de aquella inmensa y rizada melena estaba llena de ramas, hojas e inevitablemente, uno que otro insecto. Observó al señor robarle una de las manos y así se dedicó a mirar como limpiaba esta con paciencia y amabilidad. —Es usted muy bueno conmigo. —Susurró con cierto sentimiento en la garganta. —Se lo agradezco tanto.

Los dedos delgados y delicados del consejero, a pesar de ser mucho más largos que los de la señorita, parecían igualmente ser cuidadosos, casi frágiles. Marbella se había perdido de un momento a otro, y sin darse cuenta había ya volteado la mano y pegado sus dedos llenos de lodo tierra a los del señor. Palma con palma. Entrecerró los ojos observando el tamaño de lis dedos ajenos sobrepasar los propios.

Querido:
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Mensaje por Izayoi Somnus Jue Mayo 25, 2017 11:15 pm

¡Ah, niños! Quizás sí estaba siendo demasiado amable con ella, considerando todas las cosas. - No tienes que agradecerme - continuó, a pesar de las dudas, ayudándola con una cálida sonrisa -, es mi trabajo. - ¿Lo es...? Es decir, cuidar de su gente lo es, pero esto resultaba más semejante a un trabajo de niñero. Quizás si ella fuera alguien de su mismo tamaño, o si no tuviera ese brillo inocente penetrando directo a través de su alma, la situación sería algo distinta....''¡A quién engaño! ¡Esto es extraño! ¡Yo soy extraño, y ella también! ¡Se ve como un cachorrito! ¡Un cachorrito sangriento y desorientado! ¿¡Qué cosa en la Luz de Los Siete hace alguien como ella aquí!?'', su sonrisa comenzaba a temblar como cansada y la tensión que sus propios pensamientos le provocaban hacían sus movimientos más toscos.

Respiró profundo y recuperó la compostura, en el mismo momento que notó que las heridas en sus brazos al menos estaban limpias. - ¿A dónde fue a buscar un médico ese hombre? ¿Al otro lado del continente? - se dijo a sí mismo y miró hacia el pasillo silencioso por el cual se había alejado el sujeto que lo había traído allí, con una ceja arqueada. Luego de un suspiro, se volvió hacia la jovencita. - Ten. - le alcanzó una nueva toalla empapada y le hizo un gesto con el dedo índice, señalando su propio rostro - No es de buena educación que alguien tan viejo como yo acerque sus manos al rostro de una dama joven. - No conocía su edad, pero por su porte y comportamiento en general no la visualizaba como alguien mayor que él.

Ya la mayoría de la gente allí había vuelto a sus actividades. Le resultaba algo gracioso, pues parecía el niño que hace más de un siglo los observaba con las mejillas rosadas de la fascinación, como si fueran seres de cuentos sin ningún defecto, quienes nunca fallan. Conservaba esa visión incluso cuando él mismo estaba en entrenamiento, más aquella ambición jamás le jugó en contra. Ahora, sus revisiones periódicas y su rol como Consejero lo llevaron a encontrar algunos rasguños en el sistema; pero si la ''defensa perfecta'' de Euen no es solo un mito para inducir miedo a sus rivales, se debe a que está imaginada desde un ideal de perfección que esta generación costruyó a partir de dónde más que de cuentos y de sueños.

Dejándose caer sobre la superficie en la cual se había posado previamente, se estiró con ambas manos entrelazadas y los brazos estirados sobre su cabeza. ¿Qué hora era ya? Le vendría bien un té...y una siesta. Aún sentado, se inclinó hacia el frente apoyando los codos sobre las rodillas, y posó el costado de su rostro en la palma de su mano. - ¿Te llamas Marbella...cierto? - la miró fijamente, con curiosidad. - Dime algo, ¿qué es lo que te gusta de ser guerrera...?

cariño:
Izayoi Somnus
Izayoi Somnus
Consejo


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Mensaje por Marbella Greice Lun Sep 04, 2017 10:20 pm

Sin duda la niña era completamente cambiante, y eso en ocasiones podría llegar a ser sorprendente. Por ejemplo, hace un momento ella lloraba preocupada de encontrarse en peligro de ser desterrada y despojada de todo aquello que amaba, y ahora sonreía con las mejillas coloradas, observando como las manos de Izayoi se ocupaban de limpiarle. Ella definitivamente no notaba que quizá el consejero estaba siendo un poco rudo al hacerlo, no. Ella sólo veía lo amable que era el hombre por dedicarse a ella, a pesar de que definitivamente tenía un montón de cosas más importantes que debía hacer. Era admirable, o por lo menos eso es lo que Marbella percibía mientras le observaba. Sus deditos bailaban un poco con lo que el hombre se encargaba de limpiarle, y de vez en cuando se remordía los labios para no quedarse sin hacer nada, pues era inquieta.

—Gracias señor consejero. —Dijo con esa dulce y aterciopelada voz que poseía la guerrera, tomando la toalla que le entregaba él para así comenzar a limpiarse el rostro tratando de no rasparse más de lo necesario. Lo primero en desaparecer fue la sangre que sus manos habían ido a pintar a la zona, no obstante la que fluía directamente de su barbilla era otro tema. Presionó suavemente con la toalla aquella zona, y se decidió a simplemente hacer eso durante unos minutos, esperando que el flujo de sangre bajase con ello. Después de todo, era más que obvio que una señorita como ella, que seguramente siempre se accidentaba por lo torpe que parecía ser, definitivamente era una experta en heridas. Y sí, en efecto, ese era el caso de la guerrera Greice Marbella. Pobre niña torpe, que definitivamente no debía estar ahí. Era más probable que un guerrero hecho de cristal sobreviviese en una guerra a que lo hiciera ella, y eso era preocupante, pero todos lo notaban menos ella.

—Sí, me llamo Marbella. Si le ayuda a recordarlo piense en el mar y en una cosa bella. —Extraño sistema infantil que la señorita le daba a la gente para que recordaran su nombre. Aún mantenía con las manitas presionando la toalla sobre su barbilla. Quizá se veía un poco tonta haciendo eso. Dio un par de pasos más cerca, pero no llegó a sentarse en la cornisa donde Izayoi lo hacía. —Mnh… Ser guerrera tiene muchas cosas que me gustan. —Dijo alegre y energética. —Pasan mariposas por el campo de entrenamiento y a veces tienen colores bonitos. Los cascos son muy grandes, chistosos y brillantes, y esas lanzas gigantes son muy graciosas. Además tengo muchos amigos aquí y todos son muy buenos conmigo, y así, de este modo, puedo cuidar a la gente que amo. —Hizo una pequeña pausa con una suave sonrisa entre sus labios, más mansa. —Quiero cuidar a la gente que amo.
Era un gran anhelo para alguien tan pequeña el desear poder lograr tal cosa. Con esos dedos delicados y esas piernas delgadas. Ese cuerpo esbelto y esos hombros escuálidos. Parecía que más bien debería postularse para ser una princesa y no una guerrera. Para muchos era duro verle raspada y cubierta de heridas, otros ni siquiera eran capaz de imaginarla, pero esa era la realidad, y todos menos ella sabían lo preocupante que era que la jovencita tomase aquel camino. Si en algo podrían estar de acuerdo todos era en que definitivamente ella no sobreviviría si por alguna razón tuviesen que defender a su pueblo. Qué horror.

Lentamente se fue acercando hasta que se sentó junto a él, al fin, con las piernas un poco temblorosas, y con el cabello alborotado haciendo bulto por todos lados. —¿Cómo se llama usted, señor consejero? —Cuestionó con amabilidad, volteando el rostro a hacia él en busca de mirarle con esos enormes ojos cafés. Qué miedo. Qué terror debería darle a cualquiera que imaginase cual sería el final definitivo de esa jovencita si seguía el mismo camino que llevaba hasta ahora. Aún así nadie jamás se atrevía a comentarle. ¿Y cómo culparles?

En cuanto separó la toalla pudo notar que la sangre no salía mucho más, pero habría que cubrirlo rápido. Se asomó por el pasillo por el que aquel pequeño hombre se había ido, esperando. ¿Vendría un doctor pronto? ¿Quién sería, en todo caso? Suspiró y se recargó en la ventana balanceando sus piernas raspadas que colgaban de la cornisa. Observó a su compañeros, que nuevamente entrenaban, completamente inmersos en lo suyo. Era… —¿No son maravillosos? —Susurró ella observando el entrenamiento de los otros. —Son fuertes y ágiles. Son fascinantes.
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