Un favor a cambio de otro | Priv. Lidag
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Un favor a cambio de otro | Priv. Lidag
No es que ella fuese la dulce excepción de la tribu y presumiese ser un pan de dios, pero el caos que ella disfrutaba ocasionar era a un nivel personal. Lo limitaba a un deleite propio. Aun cuando se enorgullecía de su clan, había veces (muchas) en las que podía avergonzarse del mismo. Demasiados testarudos aglomerados en una sola tribu no podía ser bueno, pero ¿desde cuándo importaba algo como eso? Bueno o malo, mientras más se acercara a lo segundo era mejor para sus presuntos hermanos que de familiaridad tenían nada.
Aun así, estaba con ellos. Su debilidad la hacía dependiente a esos hombres y mujeres que tanto andaba criticando. Una pobre médico extraviada, obligada a fruncir el ceño ante el lugar en el que se encontraba. Unos terrenos baldíos que no tenían forma ni al derecho ni al revés. Su intachable sentido de la orientación no era sinónimo alguno de éxito, sino que se auto-limitaba a ser una habilidad que, en aquello momentos, francamente, sobraba.
Lo único positivo de la situación (y muy relativamente), es que en esas áridas tierras hacían una milésima menos de calor que en su hogar. Si bien no era lo más refrescante, la joven había sido capaz de encontrar algo positivo en todo ese lío, pero bueno, al final no era más que una pequeña cosa porque del resto, uf… La arena no dejaba de entrar a sus ojos. Tomó la capa desde un extremo y con ella ayudó a cubrir su vista vagamente. Gracias a unas ligeras ventiscas, su pobre vista estaba sufriendo; aun cuando acostumbraba a sentir la arena en sus ojos, llegaba a sentir que ésta arena era muchísimo más densa… O bueno, igual podía ser que no le gustaba el lugar y simplemente se quejaba de todo. También era una situación creíble.
—Si no los encuentro, estaré condenada a morir entre éstas rocas… Aghhhr… —en aquello momentos, su “quejido” parecía ser más un berrinche que otra cosa. Hubiera proseguido con los mismos de no ser porque escuchó un cascabel que llamó su atención. Volteó la mirada y la observó aproximándose a ella. El veneno estaría a su favor en una situación desafortunada. Era mejor prever. Cuando consideró que era el momento adecuado, Asenat se limitó a posar el final de su tacón en la cabeza del animal. Una de sus herramientas favoritas, en todos los ámbitos, era el veneno de los reptiles. Sonriendo para sí misma, inclinó su figura hacia delante y sujetó con firmeza a la cascabel. Tomó una de las dagas que estaban escondidos entre sus prendas e hizo que la serpiente mordiera el filo de la misma. En el proceso cortó un poco de su piel, pero nada que supusiera una preocupación para la Karr. —Eso es… Saca todo tu veneno, bonita… —el sonido del cascabel se escuchaba más intenso. Repitió la acción con su otra arma y soltó al reptil una vez que finalizó. Prosiguió a guardarlas.
Hubiese sido una lástima que un pequeño crío la espiase y que, ese tontito, fuese mordido por el pobre animal… Odiaba a los críos.
Pudo escuchar el llanto de un chamaco muy cerca de ella. Volteó inmediatamente y ahí estaba. La serpiente desapareciendo entre unas rocas y el niño llorando con intensidad. Seguro que no tenía más de cinco años. Sus torpes movimientos lo delataban. Mejillas sonrosadas y lágrimas cayendo sin cesar por las mismas. —¡Oye! —lo último que sabía era tratar con esos pequeños todos moquientos. Se estresaba solo de escucharlos—, aaaah, ni siquiera te inyectó veneno, joder… A ver, dame tu pie y… —y que el niño se echa a correr, lo normal ¿no? ¡Seguro que era la primera vez que veía a una mujer! Agradeciendo que fuese lento, no tardó en alcanzarlo. Parecía que quería gritar, por lo que inmediatamente cubrió la pequeña boquita del chico. —Mira… No grites… No te haré daño ¿vale? —suavizó la mirada pese a que se estaba muriendo por dentro. Ni siquiera soportaba tener que estarlo tocando, le daba asco, pero si alguien se enteraba de que había una mujer luego del saqueo… Irían inmediatamente por ella—, aparte ¿qué tienes aquí? No puedes estar con esto por mucho rato, puede hacerte daño —¡Odiaba tratar con niños, joder!—, no quieres morir por una serpiente ¿verdad? Anda, déjame ayudarte —justo cuando el niño asintió, Thema hizo que se sentara—, pero antes… Debes prometerme algo muy, muuuy importante —el tono de voz que la azabache empleaba era suave, incluso “interactivo”. Parecía que tenía experiencia como niñera—, no dirás ni una sola palabra de que viste a una mujer ¿Vale? Nadie puede enterarse, será nuestro secreto.
El niño había cesado con su llanto. Mordiendo su labio inferior observó a la Karr a los ojos—. Ño quiero morir… Yo… Está bien… Ño diré nada… —Asenat besó su frente como si quisiera dar la imagen de una figura maternal. No se encariñó con el chico, pero si eso aseguraba su vida, lo haría. Al parecer funcionaba. El niño empezó a reír como idiota—. Bien, entonces veamos de qué forma puedo ayudarte con tu herida ¿va?
¿Y si mejor lo mataba?... No, no, no era una desalmada. Tomó el pie del chico y dirigió hacia sus labios, absorbiendo el poco veneno que tenía; aun cuando no era una serpiente letal y que podía sobrevivir sin atención médica, tenía que asegurarse de que ese chamaco le viera como la heroína de sus sueños. Después de jugar con unas pocas hierbas que tenía entre sus prendas, la herida sanaría más rápido. —Jeje, da cosquillas —odiaba la risa de los críos—. Menos mal que sobreviviste… Por estas cosas no debes alejarte de tu cuidador.
—¡Oreeeeeeeeeeeeeeeeeeeend! ¡¿Dónde estás?!?!?! —la voz de un hombre adulto buscando a alguien. Estaba perdida.
Asenat Thema
Re: Un favor a cambio de otro | Priv. Lidag
Pero el tiempo transcurría, las huellas parecían haberse alejado más y más de lo que en un inicio, Lidag pudo imaginar, y eso, claramente ya lo estaba angustiando. Fue justo por el atardecer de ese día, unas horas antes de hecho, cuando las respectivas actividades diarias del joven pyrca habían concluido: jugar con los niños, enseñarles un poco a caer, correr, ensuciarse, una o dos inocentes bromitas y luego mandarlos al baño, cena y a dormir, terminaba de meter a los últimos niños traviesos que se negaban a entrar a sus camas, cuando a lo lejos vio a un escorpión huir despavorido de esa pequeña bola moquienta y escurridiza, y sabía lo que ocurriría, y muy a su pesar, tenía razón. Orend echó a correr tras el pobre escorpión, alejándose del círculo mental seguro de Lidag.
No lo pensó dos veces y después de revisar rápidamente que todos estuvieran dentro, Orend echó a correr justo cuando Lidag regresaba al centro de la aldea a los otros pequeños escurridizos, dándole cierto tiempo de ventaja… Curioso hasta la médula, no lo culpaba, él también fue curioso, pero sus condenadas y cortas piernitas no lo limitaban para correr como el viento. Soltó un suspiro y fue tras él, siguiendo las pequeñas huellas alejándose un tanto de la aldea.
Eso había sido ya hace unas horas…
Para cuando el sol comenzó a ocultarse y la luz a desaparecer y su pequeño no aparecía, comenzó a angustiarse (mucho más). Gritando más y más fuerte su nombre, una y otra vez — ¡Oreeeeeeeeeeeend! ¿¡Dónde estás?! — Esta bien, sí, estaba preocupado, ¡y era más que obvio demonios! Ya había tardado en aparecer, y conforme iba avanzando, una de las huellas parecía ser ligeramente arrastrada… como… como si estuviera herido… Ay no.
Lidag apresuró el pasó y comenzó a gritar más y más fuerte el nombre. Movió un poco el aire para encontrar alguna fragancia u olor que podría darle siquiera una pista pero en cambio encontró algo que le alertó… una fragancia que no podía relacionar a algo más que a malas noticias según sus antiguos pyrcas. Su ceño fue frunciéndose poco a poco y a lo lejos divisó unas sombras y un suave murmullo le llegó. Apresuró el paso y casi inconscientemente, provocó una fuerte ventisca arrastrando la arena de la zona entre esos dos cuerpos para provocar que el mayor de éstos se separara del pequeño. Lidag corrió aprovechando esa distracción y cargó al pequeño para ponerlo detrás de él protegiéndolo con su propio cuerpo — ¡¿Quién eres y qué demonios haces aquí?! — gruñó de manera digna de un guerrero y regresó rápidamente la mirada a Orend para revisar que no tuviera herida alguna quedándose un poco en la pequeña de su pie que parecía ya no sangrar, y regreso esos felinos ojos directo al intruso… Que era muy extraño por cierto. — ¡Contesta! ¿¡Qué demonios quieres de aquí!? ¿Cómo llegaste? ¡Tira tus armas! —Una orden, por supuesto, no le eran difíciles de gruñir pues era una buena mami, una muy preocupada y que casi se encontraba rozando la histeria pero de esas peligrosas que podría atacar al mínimo movimiento de amenaza para con su pequeño, y bueno, sí, la arena aún no terminaba de caer, era como si una tormenta de arena hubiera golpeado esa parte del terreno. Y sí, el pyrca ya tenía empuñada en la mano una de sus amadas dagas, mientras la otra protegía el cuerpo del menor, pegándolo al propio — ¡Anda, responde ya!
Lidag Araslyi
Re: Un favor a cambio de otro | Priv. Lidag
¿O ya sería el fin de todo? Cubrió sus ojos al instante, apretándolos mientras que buscaba incorporarse. Los siguientes pasos que dio fueron cortos, pero no por eso menos desesperados, incluso llegó a parecer un torpe baile ante el venir y regresar de los mismos ¿Trataba con un elemental del aire? ¡Aaaaaaah! ¡Elemental de lo que fuese! ¡En serio que era su día de suerte! Podía sentir el ritmo de su corazón acelerarse mientras que se formaba un nudo en su estómago, evidente producto de los nervios y la incertidumbre. No fue hasta que llegaron las últimas palabras del hombre que pudo pararse como era debido. Talló sus ojos de nuevo. Lagrimeaban, pero no por eso lloraba. Sólo sentía los ojos incómodos porque incluso debía de tenerlos rojos para aquellos momentos. — ¡Carajo, ya, ya! ¡Ni que le hubiera hecho daño al crío o algo! Es lo que te interesa ¿¡No!? —inmediatamente tiró la única arma que estaba a la vista en el suelo. Era evidente que con lo escondida que estaba la otra en sus piernas, no iba a ser capaz de encontrarlas. —¡Ya! ¡Listo! ¡Las tiré! ¿¡Feliz!? Ahora, “buen hombre de Roar” —agregó un tono sarcástico a las palabras que había pronunciado porque ¡Carajo! ¡Ni siquiera podía expresar todo lo que le recorría en momentos como aquel! Volvió a tallar un poco sus ojos, observando los ojos cafés del contrario. Podía notarlo en furia, pero ese mismo sentimiento la estaba frustrando. No volvería a ser gentil con alguien desesperanzado si aquellos momentos acababan de la mierda—, ¿me dejarías explicarte lo que estaba sucediendo? ¡Gracias! —tras realizar una pausa observó al niño, quien al instante desvió la mirada de ella. Perfecto, ahora ese crío del demonio también le estaba dando la espalda. No volver a ayudar niños, anotado. —Resulta que tu… Lo que sea ese niño del demonio, fue mordido por una serpiente y yo, mientras buscaba escapar de estas lares infernales —estaba claro que sí existían unos lares “infernales”, esos eran en su tierra natal; pero para ella, no cabía duda de que las cosas llegaban a ser distintas. Veía a cada uno de esos hombres como un jodido monstruo del cual cuidarse, y para poder asegurar su maravillosa teoría, sólo había que mirar al varón en frente de ella— así que lo ayudé, no lo hice por querer hacer una acción buena al día, no voy a salir con tonterías, sino para evitar que el… Niño —tuvo que contenerse para evitar decir una grosería o algo semejante que tuviese relación con el pequeño varoncito. Seguro que con algo tan sencillo podía acabar por provocarle innecesariamente— acabara muerto. Soy médico… No quería que comenzara a esparcirse el rumor que de una mujer estaba en Roar todo por él —le apuntó con cierto descaro, desviando apenas la mirada hacia él— saqué todo el veneno absorbiendolo, así que está a salvo…
Estuvo a nada de mantenerse en silencio, pero se lo pensó dos veces antes de permanecer así. —¡Le salvé la vida! Lo menos que deberías hacer es dejarme ir… Como sea que te llames… No he realizado el más mínimo intento por atacarte. Reconozco mi fuerza y mis capacidades. Tómalo como… —tras realizar una pequeña pausa, la felina alzó la mirada—, un favor a cambio de otro.
Asenat Thema
Re: Un favor a cambio de otro | Priv. Lidag
Pero si hubiera querido herirlo… ya lo hubiera hecho desde un principio… Está bien… Sí… Ese extraño médico tenía un punto a su favor, y no podía debatir aquello, por supuesto que no. De no ser por su atención, el bodoque ya habría pasado a otra vida. Así que sí, le dejaría ir… solo por esa vez. Pero con una pequeña ventisca, arrastró hacia él la navaja que la otra había lanzado al suelo, y con el pie lo lanzó al aire con una maestría y seguridad algo escalofriante, cachándola sin más y tomándola por el mango de la misma y aspirando el olor del mismo sin más, como si eso fuera la cosa más natural del mundo. Terminado eso, se la lanzó de vuelta a su dueño. —Reconoceré tu olor. Si te acercas de nuevo, no habrá una segunda oportunidad, ni un segundo… favor —soltó un suspiro y su mirada se… suavizó, por decirlo de alguna manera. Estaba resignado, y por supuesto, acorralado. Pero estaba en deuda con ese ser, así que, una vez no haría daño. Y en dado caso que así fuera. Él mismo se encargaría de efectuar cualquier dolorosa tortura que le pasara por la mente.
—El muro está hacia allá. —y con un rápido gesto de su cabeza, señaló hacia la dirección correcta, arriesgándose a dar información de manera indirecta, pero lo que menos quería era que fuera por todo el terreno sin más ni más y llegara a la aldea donde sus bodoques estaban. — Y no, no tengo porqué mentirte. Tómalo como un regalo de mi parte. En agradecimiento por tu acción quizás no sincera, pero acertada. — Su voz era cortante, incluso mandona, el bodoque estaba aferrado a la tela de los pantalones del mayor, viendo a la otra con ojos enormes y cristalinos— Así que, empieza a caminar. Te veré alejarte y ya que estés lo suficientemente lejos y me cerciore de que no te desvías de tu camino, o regreses, me iré. Así que, buen viaje. Y, por cierto. No juegues con el veneno de serpientes… Es peligroso para alguien tan frágil y débil como tú. —No, no lo decía como cizaña o como para sentirse superior, por supuesto que no, era incluso ese tono “paternal” y “mandón” que el castaño poseía ya de manera innata. Y como buen mastodonte de Roar, se quedó firmemente parado, cuál soldado o guerrero, y el bodoque se asomó de su seguro “escudo” y se despidió con una enorme sonrisa y su gordita mano moviéndose con discreción, pero no por eso menos entusiasmado. Ahí estaba su gracias de parte suya.
Y dicho y hecho, no se retiraron del lugar hasta que esa fina figura desapareció entre la noche.
—Bien bodoque, mañana tu lavarás toda la ropa de toooodos tus hermanos por haberte alejado de la zona. ¿Entendido? — Moooooo ño quierooooo —Nada de berrinches o serán tres días. — Está bien… snif… —Buen chico… —y le revolvió el cabello de manera paternal y con esa mirada suave y aliviada, y sin aguantar un poco más, cargó al bodoque y lo puso sobre sus hombros, estaba en verdad agradecido de que estuviera bien...
Lidag Araslyi
» Go to Roar they said, it would be easy they said... | Priv. Lidag
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